Con su pretensión de comandar un Ejército incorporado a una facción política, el teniente general César Milani se ha afiliado a una larga tradición. En 1951, Juan Perón entregó la Medalla de la Lealtad al general Dalmiro Videla Balaguer por su obediencia durante el alzamiento de Benjamín Menéndez. Pero en 1955, Videla se sumó a la Revolución Libertadora, que lo designó interventor en Córdoba. "Videla, Videlita, devolvé la medallita", le cantaban los peronistas. También el almirante Isaac Rojas había recibido la medalla.
A Isabel Perón muchos militares le ofrecieron ser parte del "proyecto". El general Alberto Numa Laplane propuso un"profesionalismo integrado". Aunque ninguno llegó al grado de subordinación y de intimidad con Isabel como Emilio Eduardo Massera, el jefe de la Armada.
Milani tiene también precursores regionales. Cuando se desató el golpe de 1973 en Chile, Salvador Allende ordenó: "Llamen a Augusto, que es de los nuestros". Pero Pinochet, incomunicado, encabezaba la asonada. El ensayo de Milani debe superar, por lo visto, varios fracasos anteriores.