En la casa de Hermes Binner se encontraron, además del líder del Partido Socialista, los titulares de la Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz; de Generación para un Encuentro Nacional (GEN), Margarita Stolbizer; de la Coalición Cívica, Pablo Javkin; y de Libres del Sur, Humberto Tumini. La novedad es significativa. Las fuerzas representadas en esa mesa obtuvieron el 30% de los votos en 2011. Y cuentan con 80 legisladores nacionales. Si el intento de coordinación que comenzó en lo de Binner prospera, la disputa por el poder del año 2015 contará con una fuerza competitiva ajena al peronismo. Es un fenómeno que no se registra desde hace 14 años.
El sábado, en Tigre, Sergio Massa encabezó un almuerzo con dirigentes peronistas de varias provincias. El propósito fue exhibir la dimensión federal de su Frente Renovador. Este movimiento, como la comida de Rosario, son impulsados por la crisis. Sacudido por la tormenta, el Gobierno asiste a la aparición de alternativas desafiantes.
El meridiano principal de la vida pública ha cambiado. El kirchnerismo debe explicar el colapso energético, la aceleración de la inflación, el fracaso del cepo cambiario, las turbulencias de la seguridad, el conflicto sindical, los escándalos de corrupción, el ascenso de César Milani. Ha perdido un rasgo constitutivo: el espíritu de saga. Cristina Kirchner quedó a la defensiva.
La gestación de la reunión de Rosario fue reciente. Binner la venía planeando y Mario Negri lo terminó de convencer: "Aprovechá que Sanz va a estar al frente del radicalismo. Él está obsesionado con la conveniencia de integrarnos". Sanz y Binner avanzaron con la iniciativa en el encuentro sobre narcotráfico que organizó el Episcopado. Después ocurrió un hecho decisivo: Stolbizer, principal aliada de Binner en la provincia de Buenos Aires, visitó el Comité Nacional de la UCR. Sanz habló también con el secretario general de la Coalición Cívica, el santafecino Javkin, y con Tumini. El papel de Tumini es relevante, sobre todo por su paciencia para negociar.
Lo que comenzó anoche es un acercamiento entre fuerzas políticas, no entre candidatos o figuras estelares. Binner recibió a los demás con el gobernador Antonio Bonfatti. Sanz concurrió con los presidentes de las dos bancadas radicales del Congreso, Gerardo Morales y Negri, y con la presidenta de la Convención Nacional del radicalismo, Lilia Puig de Stubrin. Stolbizer llevó al senador Jaime Linares. Y Tumini, a Victoria Donda. Javkin asistió solo, pero antes se aseguró el aval de Elisa Carrió.
El carácter interpartidario del experimento fue la premisa mayor de varias tratativas entre Negri y los socialistas Juan Carlos Zabalza y Alicia Ciciliani en la Cámara de Diputados. "Los radicales nos estamos recuperando en varios distritos y nos alegró la experiencia de UNEN en la Capital; no sueñen con un acuerdo basado en personas", explicó Negri. Zabalza y Ciciliani entendieron: no tiene sentido explorar un arreglo entre Binner y Julio Cobos que no esté convalidado por la UCR.
Los comensales de anoche se propusieron alcanzar una regla que les permita formular en 2015 una oferta electoral común. Y un objetivo mucho más ambicioso: definir un discurso coherente para atravesar los próximos dos años. Si lo consiguen, la disputa de poder en el país habrá adquirido otro diseño. Ya no será vista como un debate entre dos variantes del peronismo. Es decir, como un duelo entre la señora de Kirchner y Massa.
Que el experimento que se inició anoche en Rosario tome velocidad es una mala noticia para Massa. Él debe fidelizar a los votantes no peronistas que, en octubre, lo identificaron como el mejor verdugo de la Presidenta. Debe, por lo tanto, modular una propuesta capaz de satisfacer las expectativas de calidad institucional, pluralismo político y transparencia administrativa que animan a esa franja del electorado. Para lograrlo imaginó la formación de un Frente Renovador Radical, integrado por dirigentes de la UCR proclives a embarcarse en una nueva transversalidad. Esa idea encontrará dificultades apenas el radicalismo logre incorporarse a un proyecto de poder más o menos verosímil.
Si Massa todavía no estabilizó sus relaciones con la sociología no peronista, por lo menos logró el sábado dar una respuesta a otro de sus grandes desafíos: la dificultad para federalizar su candidatura presidencial. En Tigre mostró una colección de líderes del interior, capitaneada por los salteños Juan Carlos Romero y Ángel Torres -crucial para las relaciones con el Senado-, el entrerriano Jorge Busti y el chubutense Mario Das Neves, además de delegaciones de Formosa, Catamarca, Jujuy y Tucumán. Massa se hizo escoltar por Carlos Reutemann y Roberto Lavagna: a falta de radicales, para él son los peronistas más presentables ante el público que recela del peronismo. En el almuerzo hubo, por supuesto, una legión de bonaerenses, que aporta al Frente Renovador ese aspecto inevitable de duhaldismo en 4D.
La reunión de Massa y los suyos estuvo dominada por el análisis de la crisis y sus efectos sobre el Gobierno. Lavagna trazó un panorama general, centrado en la política. Martín Redrado pintó un cuadro tétrico para la economía. Darío Giustozzi habló de la seguridad y la paz social, postulando que en la Argentina se ha implantado una "contracultura del desorden". Las referencias a la inseguridad motivaron varios comentarios sobre los desbordes de comienzos de diciembre. El más llamativo fue el del tucumano Gerónimo Vargas Aignase, quien sostuvo que en su provincia los muertos fueron muchos más que los que informa la policía y que el verdadero número está en poder de la Gendarmería, que tiene prohibido divulgarlo.
El arco del no peronismo y el Frente Renovador comienzan a organizarse para tomar posición frente a la turbulencia cotidiana del oficialismo. Daniel Scioli también toma distancia del Gobierno por la vía asociativa. Se fotografió con Hugo Moyano y con José Manuel de la Sota. En la Casa Rosada prestaron atención a ese último contacto: allí están convencidos de que De la Sota, previendo un derrumbe, se postula para ser elegido presidente en una eventual asamblea legislativa.
La tensión con Scioli se verifica en un detalle: le dan un trato tan malo como a Mauricio Macri. Julio De Vido le adelantó que podría transferirle la distribución de energía, igual que a Macri. Scioli y Macri estudian esa alternativa. Para el jefe de gobierno sería una situación curiosa: debería controlar a su álter ego, Nicolás Caputo, accionista de Edesur. Macri y Scioli consultaron a varios expertos, pero temen un ardid: que, al día siguiente de pasarles el control de las empresas, la Presidenta elimine los subsidios y los deje asociados a un tarifazo.
En la reunión del sábado, la dirigencia del Frente Renovador analizó la posibilidad de que, reacia a conducir un ajuste, la señora de Kirchner decida alejarse del poder. "Si me imponen una política de enfriamiento, yo no estaré sentada en este sillón", aclaró a los representantes de la UIA después de las primarias. Para Massa no es una hipótesis incómoda: si hubiera una elección anticipada, tal vez la ganaría. Pero no es lo que prevé la Constitución.
Sin embargo, la tesis que prevaleció en Tigre es que la Presidenta protagoniza una retirada táctica para que otros carguen con el precio del ajuste. Sobre todo Jorge Capitanich, quien recibe una desautorización cada vez que se aparta del libreto establecido.
Macri, en cambio, se ha propuesto ayudar al kirchnerismo a atravesar un crepúsculo tranquilo. Cree que la buena vecindad le permitirá arrancar al Gobierno algunas obras con las que consolidar su administración en la ciudad. Su empatía no siempre es correspondida: ayer Aníbal Fernández divulgó por Twitter la foto de Macri volviendo a Villa La Angostura después de declarar la emergencia energética. Siempre torpe, Fernández: consiguió que se recuerde que su jefa está refugiada en El Calafate, dedicada al cultivo del jardín.
Al margen de esta mancha venenosa de los que se toman vacaciones en medio de la desgracia, la dirigencia opositora comienza a calcular el costo político de problemas que son estructurales. Éste es el motivo subterráneo por el cual los rivales del Gobierno se organizan. El desaguisado de una década en la distribución de energía no se corregirá de un año para otro. Tampoco el déficit en la producción de hidrocarburos, a pesar de Vaca Muerta. Para superar estas deficiencias hará falta una gran corriente de inversión internacional. Y esa corriente sólo llegará si se fijan reglas de largo plazo.
Cristina Kirchner está a punto de quebrar el mito de que la Argentina sólo admite ser gobernada por el peronismo. Desde su extraño eclipse, deja un país en emergencia. Y condena a sus rivales a pensar en el futuro.