El mercado se halla bajo las fuerzas provenientes de América del Sur. Sus expectativas respecto a la producción futura en la región marcan en gran medida el humor de los operadores y oferentes.

Últimamente, la seguidilla de días de extremo calor agitaron los precios. En suave tendencia a la suba, por el temor a que éste afectara gravemente la productividad, los productores trataron de demorar las ventas hasta el límite de sus posibilidades. Pero luego, cuando comenzaron los chaparrones –al menos en la Argentina- la situación retomó el curso normal.

Hasta hace poco las cosas venían muy bien.

En nuestro país, el arranque de la siembra de primera ha sido auspicioso. Y las siembras de segunda, un éxito. En la región sojera por excelencia algunas sojas de segunda se han sembrado prácticamente en fechas de primera.

Posiblemente por ello, el USDA en su reciente informe incrementó sus cálculos sobre producción futura en la Argentina. Pasó de 53,5 millones a 54,5 millones de toneladas. Distinto fue el caso para Brasil; acá mantuvo la previsión del mes anterior de 88 millones de toneladas.

En la zona núcleo de nuestro país se completó totalmente la siembra de primera –ya hace unos cuantos días- con un buen nivel humedad en la tierra y la de soja de segunda acaba de finalizar. En ambos casos, con una adecuada emergencia de plantas.

Pero las condiciones que parecían casi ideales se están deteriorando por las elevadas temperaturas y la gran cantidad de días de implacable sol.

En la Argentina el calor sofocante de los días recientes, sólo fue interrumpido con lluvias en algunas áreas entre el 17 y 18 del mes.

Pero la realidad es que no fueron generalizadas y ello está empezando a preocupar. En Pergamino, por ejemplo, no se dieron precipitaciones mientras que en Colón (BA) llovió cerca de 15 mm y en Coronel Arnold (Santa Fé) casi 50 mm.

En este cuadro, algo confuso ciertamente, los organismos internacionales todavía no han tomado en serio la posibilidad de un agravamiento en las condiciones climáticas.

Por ello y aún cuando la producción de EE.UU. se incrementaría de 82,6 a 88,7 millones de toneladas en un año, el ratio stock/consumo -establecido por el USDA- continúa en el mismo nivel de 4,6% dada la expectativa de fuerte presión de la demanda.

En tanto en la Argentina siguen surgiendo medidas ligadas a la disponibilidad de divisas. En tanto, la burocracia oficial tiende a prever los números de producción como si se tratara de una industria, los agricultores saben que no hay “fijas”.

Como sabemos el gobierno está focalizado -como es natural- en recuperar las divisas perdidas en los últimos meses. En buen romance: quiere incentivar las ventas por parte del productor para permitir el ingreso de dólares.

Con tal fin pretende agilizar la comercialización granaria, fundamentalmente, de soja. En principio, se propone largar al mercado financiero una Letra interna del Banco Central, por el término de 180 días, que ajustaría con el mismo ritmo de devaluación del dólar oficial más una tasa del 3,65% anual.

Así, si el sector exportador liquida dólares, y por ende recibe pesos, accedería a tales Letras y consecuentemente podría transferirlas a los productores.

La medida, seguramente, tendrá un éxito acotado pues la resistencia a desprenderse de mercadería en un ambiente demasiado “financiero” es motivo de rechazo por parte de los tenedores. Se trata de herramientas poca familiares con la producción. A ello se une la expectativa, por ahora vigente, de una demanda mayor todavía a resultas de una eventual mejoría en las economías de los gigantes asiáticos.

Por otra parte, el productor permanece al aguardo de la evolución del cultivo. Y en tal sentido no está dispuesto a tomar decisiones de ventas tan fácilmente. Como Argentina es formadora de precios, mantiene el consuelo de que si la campaña no resulta buena, al menos los precios mejorarán.