Dentro de América Latina, es indudable que el cultivo de soja se impuso con fuerza en Argentina y Brasil, luego de un tímido comienzo en la década del 70´, cuando era apenas una curiosidad y solo se sembraban algunas hectáreas. En la actualidad constituye el principal cultivo en el mapa agrícola del Mercosur.
En el caso de Brasil, y al igual que en nuestro país, el crecimiento fue enorme, y con el paso de estas tres décadas, los brasileños ya desplazaron a EE.UU. del liderazgo en volumen de producción.
La historia de José Tavares Paiva, un agricultor brasileño con base en Londrina, al norte del estado de Paraná, es un buen ejemplo para visualizar la curva ascendente que trazó este cultivo en toda la geografía brasileña, con la inestimable ayuda de la genética de semillas argentina.
Clarín Rural llegó hasta el establecimiento de este productor para ver bien de cerca cómo es la producción de esta oleaginosa en el segundo estado sojero de Brasil, solo superado por Matto Grosso.
En la zona de influencia de Londrina, la estructura productiva del sector agropecuario descansaba hasta hace un tiempo sobre el cultivo del café. El padre de Tavares Paiva se instaló en esta región en 1933, y luego de participar activamente en la fundación de la ciudad de Londrina, se volcó hacia la actividad agropecuaria.
Comenzó arrendando y, con el correr del tiempo, adquirió sus propias tierras. “En el momento de mayor esplendor, la `fazenda´ llegó a contar con un millón y medio de plantas de café, en 500 hectáreas”, rememoró Paiva.
Pero a finales de la década del 60, entre el café ya asomaba un raro cultivo nuevo, la soja. En esa época de transformaciones, los Paiva se anotaron entre los pioneros que comenzaron a incorporar a la oleaginosa en sus esquemas.
Con el diploma de ingeniero agrónomo bajo el brazo, y luego de una helada que en 1975 arrasó con el café en gran parte del estado de Paraná, Paiva junior dio sus primeros pasos en soja, con cosecha manual y muchos problemas de malezas. Con el correr de los años, el esquema de trabajo se profesionalizó y el cultivo ganó cada vez más espacios.
En esta zona, con la incorporación de genética RR en soja, que llegaba de contrabando desde Argentina (porque en Brasil no estaba autorizada) y por eso la llamaban “soja Maradona”, más el clima cálido que tienen durante casi todo el año, permitió que los productores de Brasil comenzaran a hacer un doble cultivo de verano. “Esta es la jugada de Brasil que casi ninguna otra región tiene”, graficó el agricultor.
Su esquema productivo se desarrolla en una superficie de 700 hectáreas, de las cuales 500 están destinadas a la agricultura, y en las restantes -en suelos de menor aptitud- se engordan 700 cabezas de ganado. La idea base es diversificar riesgos, y en este contexto, también suma el corral, que suministra liquidez financiera.
En esta región, los suelos son muy arcillosos, cuentan con un 2,5%-3% de materia orgánica y el régimen anual de precipitaciones, si bien es abundante -casi 1.200 milímetros anuales- es muy irregular y se concentra en enero y febrero.
Paiva señaló que la siembra de soja en su campo se desarrolla entre los meses de septiembre y octubre, con variedades de ciclo de madurez seis largo, con una distancia entre hileras de 45 cm, una densidad de 10/12 plantas por metros lineal y un plan de fertilización de 150-160 kilos/ha de nitrógeno, fósforo y potasio.
Y aquí la genética argentina de soja entra a jugar su partido. Para lograr el esquema de doble cultivo de verano, la precocidad de los materiales argentinos fue una gran revolución en el sur brasilero. “El ciclo corto nos permite hacer, de manera inmediata, la siembra del maíz en marzo”, describió. El otro punto a favor de los materiales argentinos fue su crecimiento indeterminado.
Al momento de la cosecha, la postal en un campo de esta región es extraña, al menos a los ojos de un productor de la zona núcleo argentina, porque detrás de las cosechadoras que levantan la soja vienen las sembradoras que implantan el maíz.
A este uso estratégico de la genética para adelantar fechas de siembra, se suman las características climáticas de la región, porque si bien durante el invierno se registran temperaturas que pueden llegar a 0 grados, el período invernal se extiende por no más de 20 días. Es muy concentrado.
Al momento de la cosecha, los rindes de la oleaginosa se ubican sobre los 40 qq/ha, pero esta cifra varía de acuerdo a la particularidades de cada año, por supuesto. Ahora, con el esquema de producción bien aceitado, uno de los grandes desafíos productivos de la región pasará por incorporar la tecnología RR2Bt en soja, ya que los insectos son uno de los problemas principales en la zona.
Mientras algunos productores del NOA argentino comienzan a incorporar esta tecnología, Paiva ya destinó algunos lotes para ir viendo los nuevos materiales.
Las ventajas son bien visibles a nivel de rinde: las diferencias que ve con materiales tradicionales rondan los 300 kg/ha. Y tiene una importante reducción en los costos de aplicación de agroquímicos.
Lejos de la época en la que el café dominaba a esta región de Brasil, convertida ahora en la más productiva en materia de soja de la principal potencia mundial del cultivo, la genética argentina jugó un rol fundamental.
No sólo porque abrió paso al doble cultivo de verano, sino también porque abrió la puerta a un salto en la productividad. Como lo atestigua Tavares Paiva, en medio de su campo ondulado que es un verdadero placer.