Entre sus íntimos, Axel Kicillof admitió su preocupación por el frente externo, y Jorge Capitanich conoce el atraso cambiario por los padecimientos del interior. Fuentes de la Casa Rosada confirmaron que Capitanich, Juan Fábrega y Kicillof trabajan en una serie de medidas que incluyen cuatro alternativas para hacer un ajuste cambiario: Una alternativa es un desdoblamiento acotado para turismo y artículos suntuosos.
Otra opción en estudio es una devaluación fiscal al estilo de los planes de competitividad de Domingo Cavallo.
La tercera, sería acelerar las mini devaluaciones diarias.
La cuarta posibilidad, directamente apunta a producir un inicial salto cambiario del 10 al 15%.
Además, se estudian estas medidas: Elevar gradualmente la tasa de interés.
Eliminar subsidios y aumentar las tarifas de gas, electricidad y transporte para sectores medios y altos.
Tratar de normalizar el INDEC. Ahora Guillermo Moreno está nombrando “personal de planta” a sus más incondicionales seguidores.
Avanzar en acciones internacionales para permitir volver al endeudamiento y así fortalecer las reservas.
Alcanzar un acuerdo secreto con el FMI para que reanude sus auditorías a la Argentina (ellas habían sido bloqueadas por Néstor Kirchner).
Las fórmulas que se utilizarán para dar curso a estas posibles medidas generan debate interno y tienen que superar el filtro político de la Presidenta y el pánico que genera que la realidad esté cada vez más lejos del “relato” cristinista. Para disfrazar el ajuste y complacer a Cristina, Kicillof ensaya nuevas frases y cambios en el “relato”: habla de “endeudamiento heterodoxo” y de “discriminar las tarifas”.
Lo hace porque Cristina ya le paralizó su idea central de desdoblar el mercado cambiario.
Ahora tendría que avalar la forma y magnitud del ajuste económico.
Capitanich transmitió a banqueros que, desde la Jefatura de Gabinete, impulsa ajustes para encarrilar la economía. El “primer ministro” admite que se juega una candidatura presidencial y sabe que cuanto antes se haga el ajuste mejor llegaría al 2015.
Pero la óptica ya generó las primeras diferencias con Kicillof, que ayer se reflejó en una insólita competencia por la figuración mediática.
Kicillof se siente fortalecido y no quiere que la dupla Capitanich-Fábrega lo opaque. Esta semana se reunieron economistas de primera línea y ahí Javier Alvaredo se sinceró: “ Por suerte, Coqui y Fábrega le dan racionalidad al Gobierno ”. Fábrega está cerca de Capitanich. Ya apartó a todos los colaboradores de Marcó del Pont y nombró a Juan Carlos Isi –un histórico– como gerente general del BCRA.
Kicillof igual quiere ubicar a directores en el BCRA y disputar allí el poder y las decisiones monetarias.
Pero el ministro tiene una tarea ciclópea: controlar la inflación. Ubicó en la Secretaría de Comercio a un íntimo.
Augusto Costa llega a ese cargo clave con un pésimo antecedente: tuvo serios traspiés políticos en su gestión como secretario en Cancillería. Hace tres semanas sufrió el desplante del canciller de Brasil en una discusión del Mercosur y en China no logró el financiamiento para las obras hidroeléctricas de Santa Cruz.
Guillermo Moreno acusó de “traidor” a Kicillof y pronunció palabras soeces para descalificarlo: “ Yo soy peronista. El es marxista. Pero lo que no sabía es que es un traidor hijo de ...” La bronca obedece a que ambos habían hecho un pacto político de supervivencia. Por ese acuerdo, Moreno promocionaba a Kicillof y el economista le garantizaba a Moreno seguir en el cargo. Moreno recibía a los empresarios junto a Kicillof, para exigirles que suscriban bonos Baade. En esas reuniones repetía: “Axel va a ser ministro de Economía, después de octubre. Está acá, conmigo, porque comparte mi pedido para que suscriban Baade.” La información circuló después de que tres testigos la transmitieron en una reunión de banqueros de ADEBA: Saúl Zang (Hipotecario), Ernesto Medina (Macro) y Luis Ribaya (Galicia).
Por eso Moreno no esperaba el final que tuvo y creía que Kicillof lo iba a defender frente a Cristina.
Su “acuerdo” con Kicillof fue la última pieza de su “colección de fracasos”. En verdad, fue Capitanich quien jugó un rol fundamental en las últimas horas: puso como condición para asumir que Moreno fuera echado del Gobierno.
La Presidenta decidió prescindir de Moreno y Marcó del Pont, ambos responsables de la desastrosa política cambiaria y del cepo. También tiene en observación a Ricardo Echegaray.
Pero la salida de Moreno tiene una trama secreta: gobernadores e intendentes del conurbano lo acusaron de la derrota electoral y pidieron su cabeza después de las internas. Daniel Scioli, José Gioja antes del accidente y Capitanich coincidieron en que la inflación les quitó votos y que el responsable era Moreno. Igual ofensiva lanzaron los intendentes y fue el líder de La Matanza, Fernando Espinoza, quien se lo planteó a Cristina. A mediados de septiembre, en la Quinta de Olivos, la Presidenta los sorprendió: “Moreno no va a seguir. Pero estoy buscando la forma y el momento de la salida.” Y agregó: “No quiero darle a Clarín la victoria y entregarle en bandeja esa cabeza.” Guillermo Moreno le hizo un daño enorme a la economía argentina. Pero los gobernadores e intendentes tienen presente un detalle político clave: Moreno no actuó nunca solo y siempre tuvo el aval y consentimiento de Cristina Kirchner.