Otros aspectos importantes son la educación y la tecnología y cómo se mejoran continuamente las mismas. Esta continuidad estratégica es fundamental para lograr buenos resultados. Para que ello ocurra se requieren dirigentes políticos preparados y que continuamente estén mirando el largo plazo. Por lo tanto, la mejora de la calidad de vida depende de la política y más concretamente de la selección de dirigentes de un país.

Hemos tenido unos 70 años de populismo, en sus diversas variantes, 70 años de gobernar pensando en lo inmediato y los resultados están a la vista: una decadencia relativa muy marcada. Esta frustración dio lugar a muchas discusiones internas en los partidos y el resultado fue que los partidos se fueron fraccionando y se crearon otros. En este momento hay más de 800 partidos en nuestro país. Los más grandes, como el justicialismo o el radicalismo, se presentan además divididos en las elecciones.

Este fraccionamiento de la política ha dado lugar a hechos nuevos y los que consiguen la adhesión territorial han decidido actuar por su cuenta. Antes los punteros "trenzaban" en su territorio para obtener más votos para el partido y, como contrapartida, solicitaban puestos locales. Esta exigencia se justificaba porque se sabía que conocían bien los problemas de su zona, pues estaban permanentemente en contacto con sus pobladores. De esta manera, además de obtener puestos rentados para ellos y su gente, obtenían el acceso a las decisiones clave de su distrito, lo cual les brindaba muy buenos ingresos, aunque informales, que en buena medida volvían a invertir en la política, aunque probablemente una parte quedara "en casa".

La mejora de la calidad de vida depende de la política y más concretamente de la selección de dirigentes de un país.

Lo que no se les ocurría era querer gobernar a nivel nacional. Reconocían su falta de capacitación para esa función y sabían que hubieran tenido que dedicar mucho de su tiempo a estudiar para entender en esas cuestiones. Sabían que ellos habían dedicado todo el tiempo disponible a otros asuntos, básicamente a "tejer" acuerdos territoriales en su zona de influencia. Por lo tanto, no intervenían en el análisis y decisión de los grandes temas nacionales o internacionales que quedaban en manos de los abogados u otros profesionales del partido a los que llamaban "el Doctor".

Hoy vivimos una "rebelión de los punteros". Actualmente, una buena parte de los jefes territoriales, básicamente intendentes o gobernadores de provincias con población parecida a la de una intendencia, quieren ser presidentes del país, aunque algunas veces se conforman con otros puestos, pero sólo "por el momento", sin estar preparados ni capacitados para ejercer funciones más altas. "Después que llegue, compro algunas ideas", me dijo uno de esos candidatos en una oportunidad cuando estaba en campaña presidencial avanzada-y con bastantes posibilidades de ganar-, cuando le pregunté qué pensaba hacer si llegaba a ser presidente.

Es decir, ven la Presidencia como si fuera un escenario para un actor o un cantante o como sería un podio para un corredor de Fórmula1 o de otras competencias deportivas o artísticas. Ganar las elecciones presidenciales sería, para ellos, poder subir a ese podio y gozar del aplauso de la gente, pero no saben cuál es el verdadero objetivo de ser presidente. Según otros más incrédulos, la motivación más realista para querer acceder a la mayor posición de poder, sería la de lograr manejar "cajas" o "negocios" que les permitan hacer mucho dinero de una forma diferente a la que se estudia en las escuelas de negocios. Algo de esto puede ser cierto, pero no creo que sea solo eso.

Ven la Presidencia como si fuera un escenario para un actor o un cantante o como sería un podio para un corredor de Fórmula1.

Naturalmente, no es posible dar un mensaje así a la población como sería por ejemplo "¡las cajas son nuestras!", sino que hay que usar frases como "¡nosotros luchamos por el pueblo, por sus derechos, por el fin de la pobreza y el crecimiento económico con distribución equitativa de la renta nacional!". También puede usarse algún otro relato, principalmente de izquierda: "Los países centrales nos esquilman" o "afuera el capitalismo gringo". Los slogans de derecha, al estilo "luchamos por la división de los poderes" también pueden usarse sin problemas, pero son más difíciles de impostar.

La "rebelión de los punteros" se ha declarado desde hace bastante tiempo y no nos fue bien con esta solución, especialmente comparándonos con países con los cuales antes compartíamos niveles de calidad de vida parecidos. Es el gobierno del corto plazo, como son los temas municipales o de provincias con población parecida a la de un municipio, pero una Nación es casi lo opuesto, es pensar en el proyecto común de largo plazo y actuar pensando en eso al tomar decisiones, es educar e invertir para desarrollar el país.

La idea de que no hace falta ser un estadista para ser presidente sino que alcanza con estar rodeado de un buen equipo de asesores y ministros para resolver los problemas puede ser cierta sólo cuando se trate de mantener el rumbo ya determinado por otro (por ejemplo mantener lo ya establecido por Fernando Enrique Cardoso en Brasil como hizo Lula). Pero cuando hay que modificar una tendencia de decadencia relativa de medio siglo, o más, hace falta un piloto de tormentas, un verdadero estadista, que no está a la vista.

Como dice Platón en su libro Gorgias, por boca de Sócrates: "¿Por qué las cosas cambian y no siempre gobiernan los malos? Porque en algún momento la gente honesta y buena se cansa de ser gobernada por gente así y reacciona y vuelve a gobernar bien el país". Sueño con ese momento y espero que Dios me conceda verlo hecho realidad. Me gustaría ver que el populismo ha quedado atrás.