La certeza de que la Presidenta ya no podrá ejercer su mandato con la misma intensidad con que lo venía haciendo antes de la operación y la inminencia de cambios en el gabinete y también en la política económica, es ya un secreto a voces dentro y fuera del gobierno nacional. Me lo dijo, con todas las letras, uno de los dirigentes más leales a Cristina Fernández de Kirchner, quien espera una recompensa por los votos obtenidos en su provincia y por su defensa irrestricta del modelo y de la Jefa de Estado. Él ya sabe, igual que una decena de privilegiados, que Cristina les prometió a sus hijos Máximo y Florencia dar prioridad a su salud por encima de las exigencias ilimitadas de la administración, y que eso incluye la aceptación de un plan de manejo del estrés que le impedirá dedicarse full life a la tarea de gobernar. La misma fuente, muy confiable, me explicó también que su nueva manera de gobernar implicará, necesariamente, un jefe de gabinete más fuerte y sólido que Juan Manuel Abal Medina.
Alguien que haga un poco más que obedecerle a la Presidenta con la cabeza gacha. Alguien capaz de hacerse cargo de parte de las acciones que asumía la mandataria, y al mismo tiempo coordinar la acción de los ministros, como hasta ahora lo venía haciendo el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini. Uno con el perfil y la personalidad del gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri o del actual ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo.
Urribarri tiene votos, es considerado un incondicional y la Presidenta lo tiene en alta consideración. Él fue el de la idea original y el primer armado de Fútbol para Todos y también el que se tomó un avión y salió a buscar a su comprovinciano Miguel Galuccio a Londres para que se hiciera cargo del manejo de YPF. Por lo que se sabe, El Vasco preferiría terminar los últimos dos años que le quedan como gobernador sin reelección. Y además espera que Cristina lo bendiga como su candidato a presidente para las elecciones de 2015. De cualquier manera, va a ir al lugar que le pida la Presidenta, más allá de su deseo personal me aseguraron. Otro dirigente que hablaba dos o tres veces por semana con Cristina hasta la intervención quirúrgica me aseguró que el supersecretario de Comercio Guillermo Moreno ya está fuera de la administración. Sobrevive solo porque todas las semanas piden su cabeza y Cristina no quiere darle el gusto de entregársela ni a Clarín ni a la oposición, precisó. En eso, Sergio Massa corre con ventaja. Cada tanto exige su dimisión porque sabe que es pura ganancia y cero costo político. Se trata del funcionario con la imagen negativa más alta después del vicepresidente Amado Boudou y, mientras más tiempo permanezca en la administración, más daño le hará al gobierno. Es más: en el caso de que, al final, uno de estos días, se termine yendo, una parte de la sociedad interpretará que su salida fue uno de los pedidos más recurrentes del exintendente de Tigre.
La otra pregunta del millón es qué pasará con el equipo económico. Hasta ayer, había un par de nombres en pugna para reemplazar a Hernán Lorenzino. Uno es el responsanble de la Anses, Diego Bossio. El otro es el diputado nacional Roberto Feletti. El primero es el candidato de Boudou y de un grupo de gobernadores que están cerca de Daniel Scioli. El segundo es el candidato de Zannini y otro grupo de gobernadores que siguen siendo incondicionales a la Presidenta. Pero tanto unos como otros descuentan que la política económica irá en la misma dirección que se viene insinuando en las últimas semanas.
La disposición a pagar los juicios con el CIADI, el acuerdo con el Fondo Monetario para organizar un INDEC más transparente y la intención de abonar parte de la deuda a los fondos buitre son los tres datos que demuestran que la Presidenta aceptaría endeudarse para conseguir los dólares que no puede recuperar con el cepo cambiario. Lo que no está claro, todavía, es si se viene un dólar turista con un precio parecido al paralelo o alguna otra medida capaz de detener vertiginosa caída de reservas del Banco Central. La macroeconomía está tan dislocada, la distorsión de los precios relativos es tan grande, que está absorbiendo la capacidad de análisis y acción de quienes gobiernan la Argentina aquí y ahora.
Tanto esfuerzo les está demandando, que ni siquiera les dio tiempo a asimilar el golpe que implicó, para los verdaderos mandamases de la administración, la adecuación voluntaria del Grupo Clarín. Desde la Presidenta, hasta Martín Sabatella saben de memoria que no se trata de un triunfo oficial, sino de un statu quo que terminará favorenciendo al multimedios, más tarde o más temprano. Ojalá Cristina Fernández entienda que no puede poner toda la energía y la de su gobierno en esa guerra sin cuartel. Debería reservarla para enfrentar los tiempos difíciles que se vienen en la Argentina.