Una Cristina Fernández a un cuarto o media máquina. Eso es lo que anticipan desde la Casa Rosada los que dicen conocer el verdadero estado de salud de la Presidente de la Nación. Sin embargo, luego del alta neurológica y neuroquirúrgica, las poquísimas filtraciones que surgen de la Fundación Favaloro no quieren hacer ningún pronóstico hasta saber el resultado del análisis cardiológico que se le realiza por estas horas.

Los problemas de salud y los imperativos políticos suelen ir por carriles muy diferentes. El kirchnerismo necesita que Cristina Fernández vuelva al ruedo. Poco les importa si es al 80%, 60%, 40% o 20%. Precisan que la gestión se desempantane, que cesen las internas ministeriales, que se anuncien la agenda parlamentaria para las pocas semanas que quedan de actividad, que se defina si habrá o no una movida política para intentar (o simular) una reforma constitucional y si la Presidente de la Nación intentará buscar otro mandato, si nombrará un “delfín” o si habrá internas -tal como hizo el UNEN para elegir al candidato para el 2015-.

Encerrados en su realidad, el kirchnerismo sufre cuando siente movimientos políticos dentro del peronismo y, más, si son esfuerzos para poner en movimiento al Partido Justicialista. Saben que la derrota electoral puede repetirse. Los kirchneristas ya no son el 54%, pero con 35% de los votos asegurados y la oposición desconcertada y sin figura descollante, todos siguen soñando con 4 años más en el poder. Por eso, la cuestión política adquiere carácter de lucha por la supervivencia.

Sin embargo, Cristina Fernández no estuvo tan en “reposo”, tal como hizo trascender la Casa Rosada. Por ejemplo, la Presidente de la Nación fijó la estrategia y el momento para dar a conocer el fallo de la Suprema Corte sobre la Ley de Medios Audiovisuales, y habló personalmente con el titular de la AFSCA, Martín Sabbatella, sobre cómo celebrar el tema.

También fue ella quien ordenó que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, alias Lassie, comenzara la negociación salarial para 2014. El puntapié inicial se dio esta semana, cuando se reunieron el titular de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, y el secretario general de la Unión Obrero Metalúrgica, Antonio Caló, y se dijo que se conversó sobre importaciones de bienes de capital para el sector metalúrgico.

Y ella dio el guiño para avanzar con la reforma del Código Civil y Comercial unificado, acción destinada a “pagar” el inmenso “favor” que le hicieron a Cristina Fernández y al kirchnerismo el titular de la Suprema Corte de Justicia, Ricardo Lorenzetti, y su par, Elena Highton de Nolasco: el fallo contra el Grupo Clarín, habilitando su parcial desguace.

Ya desde antes de caer convaleciente, ella autorizó que se avance en las negociaciones con los holdouts para que 2 fondos privados (Fintech y Gramercy) les compren los juicios que tienen contra la Argentina en tribunales internacionales. Y esas conversaciones las ha seguido puntillosamente, aunque el Ministerio de Economía sería el encargado de establecer la estrategia de comunicación de las negociaciones, sobre todo, para bajar el riesgo-país argentino y el costo de los seguros contra default.

Casi al mismo tiempo, es decir, antes de sufrir el conjunto subdural, ella impulsó las tratativas para

> descomprimir el frente financiero externo presionando por un acuerdo con Repsol (que cada vez está más lejano),

> con el Fondo Monetario Internacional por el INdEC (que es sólo formal),

> con el GAFI por el lavado de dinero (para eliminar cualquier piedra que frene el ingreso de capitales),

> con el Banco Mundial por créditos (líneas caídas los últimos años),

> con el CIADI (por casos pendientes) y el Club de Paris.