Dentro de tres días, además, se cumplirán treinta años redondos de la votación del 30 de octubre de 1983, que marcó la vuelta definitiva de la Argentina al sistema democrático.

Las elecciones de hoy todavía son una promesa, una página de la historia que aún está por escribirse, pero el aniversario del triunfo de Raúl Alfonsín alienta el balance de lo que fuimos capaces de lograr en estas tres décadas. Por las características de esta columna, el análisis se limitará al tema de la libertad de expresión.

De los 30 años transcurridos, casi 22 y medio el poder estuvo en manos de variadas vertientes del peronismo (Menem, Rodríguez Saá, Duhalde, y Néstor y Cristina Kirchner). De los siete años y medio restantes, cinco y medio fueron para el radicalismo y dos para una alianza entre la UCR y una agrupación híbrida (Frepaso), cuyo vicepresidente (Chacho Álvarez) era de origen peronista.

Aunque sorprenda, en cada período la libertad de expresión encontró caminos para ensancharse un poco más, pese a todo.

Veamos los pros y las contras de cada etapa en la materia.

Alfonsinismo (1983-89)

Pro: al suceder a una dictadura militar, el cambio fue drástico de un día para el otro. Se terminaron las clausuras y persecuciones de medios y periodistas. Se puso punto final a la censura cinematográfica y la TV empezó a transitar temas más adultos sin desbordarse, pero sin la pacatería con que lo había hecho hasta ese momento. Aun con los riesgos institucionales que ello implicaba, porque el poder militar todavía era muy fuerte, comenzaron a develarse los horrores de la represión, pero sin utilizar ese tema políticamente.

Contra: para evitar irritar a los mandos militares más de una vez debió limitar en la TV la emisión de programas relacionados con temas ligados a la represión. Mantuvo el statu quo en materia audiovisual y, salvo Canal 9, retuvo los medios que estaban en manos del Estado y no cumplió con su promesa de derogar la ley de radiodifusión castrense y de crear una comisión bicameral que entendiera en los asuntos de los medios y un ente público no estatal para el manejo de las emisoras públicas.

Menemismo (1989-99)

Pro: abrió el juego a la iniciativa privada local en el ámbito de los medios. Autorizó a las empresas periodísticas a acceder a ondas audiovisuales. Privatizó los canales 11 y 13 e incentivó la creación de multimedios. Permitió las inversiones extranjeras y derogó el desacato. Como nunca antes, las investigaciones periodísticas ganaron un auge inusitado en los medios y en libros que se convirtieron en resonantes best sellers .

Contra: muchas decisiones trascendentales tomadas en el ámbito de los medios fueron de absoluta discrecionalidad al margen de la ley de radiodifusión vigente o emparchándola a gusto para lograr determinados cometidos. La ausencia de un Estado regulador incentivó un cambio de manos de sistemas de TV cable locales a las de fuertes jugadores nacionales e internacionales. También intentó forjar una alianza de empresarios de medios contra el Grupo Clarín.

Período de la crisis: De la Rúa, Rodríguez Saá, Duhalde (1999-2003)

Pro: ninguno de estos presidentes mostró aristas napoleónicas como el mandatario riojano y como exhibirían los Kirchner al llegar al poder porque la catástrofe social no dejaba resquicio para mesianismo alguno.

Contra: De la Rúa vetó la ley de radiotelevisión argentina (RTA) , que reglamentaba el uso de los medios oficiales, en tanto que Duhalde modificó la ley de quiebras para evitar que el mecanismo de cram down perjudicase la integridad accionaria del Grupo Clarín.

Kirchnerismo (2003- )

Pro: derogó los delitos de calumnias e injurias. Comenzó con unas pocas hostilidades de palabra, al mismo tiempo que se mostraba amistoso con los medios audiovisuales (extensión de las licencias de radio y TV, aprobación de la fusión entre Multicanal y CV, primicias gubernamentales para Clarín, armonía absoluta con Papel Prensa). También alentó intensos debates sobre los derechos humanos, los pueblos originarios, las minorías sexuales y el papel de los medios de comunicación. Estimuló la ficción local en cine y en TV y con la ley de medios propició una mayor producción federal.

Contra: desde el conflicto con el campo desarrolló una áspera ofensiva contra la prensa en general y contra el Grupo Clarín en particular. Silenció a sus funcionarios frente a los periodistas, distorsionó los índices del Indec y de otras variables para salvaguardar el "relato". Cooptó medios, periodistas y artistas para convertirlos en ultramilitantes difamadores de los que piensan distinto y disparó medidas para dañar la economía de las empresas periodísticas. Sin duda, se trata de la etapa en la que más sufrió la libertad de expresión en estos treinta años de democracia.