En el curso de la semana pasada hubo una serie de declaraciones y de reuniones que dejaron en claro lo que pasa en el gobierno y cómo han comenzado a cambiar los términos de la relación del kirchnerismo con el peronismo. Se podrá decir que son datos menores anecdóticos, si se quiere, pero, así y todo, demostrativos de cómo, al modificarse el equilibrio de fuerzas en el escenario político nacional, los distintos actores, que tienen algo que ganar y que perder, comienzan a rever sus posiciones y, al no poder modificar la dirección de los vientos, corrigen la dirección de sus velas, afirman los analistas políticos Massot y Monteverde en su informe semanal.

El intendente de Ituzaingó, Alberto Daniel Descalzo, fue hasta hace poco tiempo, como tantos otros intendentes del Gran Buenos Aires, un subordinado obediente: primero de Néstor Kirchner y luego de su mujer. A semejanza de Mario Ishi, Julio Pereyra, Hugo Curto y Raúl Othacehé, no secundó los planes y políticas del gobierno nacional porque se hubiese plegado con armas y bagajes al progresismo ni porque, de buenas a primeras, coincidiese con aquéllos a los cuales había combatido años antes en nombre de la ortodoxia justicialista.

Al carecer de margen para plantearle disidencias a la Casa Rosada, optaron por hacer suyo el viejo refrán de origen ingles: If you can’t beat them, join them (si no puedes vencerles, únete a ellos). Y actuaron en consecuencia. Esto en tanto y en cuanto el kirchnerismo lucía poderoso y resultaba invencible.

Pero los tiempos han cambiado y los diferentes protagonistas de origen político, judicial, empresarial o sindical, al compás de los nuevos aires se transformaron en veletas.

En paralelo, se llevó a cabo la celebración, presidida por la presidente, del Día de la Industria en el predio que ocupa Tecnópolis. Las invitaciones cursadas incluían, como no podía ser menos, a los principales dirigentes de las asociaciones empresarias afines al gobierno y neutrales y a los gobernadores. que hasta aquí habían seguido las órdenes de Balcarce 50. Pues bien, Héctor Méndez y Jorge Brito adelantaron problemas de agenda para no concurrir. Al mismo tiempo, y sin haberse puesto de acuerdo entre ellos, de los dieciocho mandatarios provinciales sólo seis hicieron acto de presencia. Los doce restantes decidieron quedarse en sus localidades no sin antes, por razones elementales de cortesía, anunciar que no podían ser de la partida.

Bastan estas anécdotas para entrever las características y el calado que tendrá un éxodo esperado y esperable en atención a como proceden en circunstancias así, el peronismo, los grandes empresarios y buena parte de la justicia federal.

Era la primera vez que Horacio Cartes, luego de su asunción, viajaba al exterior; y había elegido como destino Buenos Aires. Se supone que, en tal caso, y tratándose del mandatario de un país vecino con diferencias respecto al Mercosur, debía cuidarse doblemente la relación y tratarlo como al más conspicuo de nuestros aliados. En punto al fondo, no hubo problemas. En cuanto a las formas, Cristina Fernández no dejó error por cometer. Ante un azorado Pacho O’Donell, que no sabía cómo corregirla, le entregó a su par guaraní la réplica de un sable que supuestamente San Martín le había legado a Juan Manuel de Rosas y éste en su testamento a Francisco Solano López.

El Libertador efectivamente legó su sable al Restaurador de las Leyes, pero éste la espada que quiso darle al paraguayo fue la suya, no la de San Martín.

Un error, cualquier persona puede cometerlo; sólo que, acto seguido, en uno de esos discursos vacíos, llenos de lugares comunes, que le encanta pronunciar, la viuda de Kirchner, ante cientos de personas que la escuchaban, no tuvo mejor idea que decirle a su invitado que el día anterior había visitado la Villa 31 de Retiro, emblemática por la miseria, “donde la mayoría de sus habitantes son paraguayos”. No se había despejado el estupor que ganó a la concurrencia por tamaño comentario, cuando la presidente volvió a la carga y expresó que esperaba que el Paraguay no siguiera exportando pobres a nuestro país.

Más allá de la insistencia de la Casa Rosada en tratar de minimizar la derrota con el argumento de que el FPV obtuvo muchos más votos que en los últimos comicios, lo que queda al final del día son dos datos. Por un lado, la euforia del radicalismo y sus eventuales aliados en lo que les pueda deparar 2015. Por el otro, el revés kirchnerista, que dejó al descubierto algo letal para sus aspiraciones en octubre: el poco arrastre electoral de los padrinos o sea, de los notables enviados a reforzar, en este caso, la candidatura de Espínola.

Cuanto deja como enseñanza Corrientes amenaza repetirse, corregido y aumentado, en la provincia de Buenos Aires donde la supuesta fuerza locomotriz del gobernador Scioli hasta ahora ha demostrado tener menos impulso que un monopatín.