El país debería estar explorando exportaciones y otros negocios con extraterrestres o tener un mercado interno enorme, con un mercado de capitales también robusto para poder aislarse de un "derrumbe" mundial.
Ninguna de esas cosas existe. De hecho, la crisis que empezó cuando Cristina Kirchner comenzaba su primer mandato y llegó a su punto más alto con la caída de Lehman Brothers afectó fuertemente al país y arruinó las posibilidades electorales del oficialismo en 2009.
La Presidenta había pronosticado que no pasaría nada y que el Primer Mundo era el que necesitaba un "plan B". Los pronósticos no son el fuerte de la doctora Kirchner.
Por ello, los supuestos del proyecto de presupuesto 2014 son menos que una fantasía, un disparate. El Gobierno está devaluando al ritmo de la inflación que miden las consultoras privadas o más, pero promete mantener todo el año próximo el dólar oficial en el mismo nivel que a este ritmo alcanzará a fines de 2013. Una meta poco menos que imposible, como lo señaló José Luis Espert.
Por su parte, China ve disminuir su ritmo de crecimiento, lo cual perjudica a los países vecinos, y muchos se han alarmado porque los indicadores que pueden alertar de una catástrofe en el sudeste de Asia tienen niveles comparables y en algunos casos hasta peores que cuando explotaron las finanzas del sudeste asiático en 1997.
Si el crecimiento del proyecto de presupuesto 2014 se cumpliera, tendrían que ser los chinos los que deberían ilusionarse con volver a crecer a "tasas argentinas".
Hace mucho que los números reales están lejos de los oficiales. Hay déficit fiscal, en lugar de superávit; crisis energética importantísima, inflación incontrolable, emisión monetaria irresponsable y una economía en general estancada.
Las cifras de crecimiento estuvieron influidas por una cosecha de soja y maíz mucho mejores que las de 2012, cuando el Gobierno se negaba a reconocer la pérdida de 14 millones de toneladas.
Respecto de ese año malo, éste fue mejor, sin exagerar, en el primer semestre. En la segunda mitad las cosas se complican: como acaba de destacar la consultora Analytica (liderada por el massista Ricardo Delgado), el sector estrella de la industria, el de las automotrices, está en caída.
El estancamiento con inflación se disimula porque se produce con un nivel de actividad relativamente alto. Pero como se ha visto desde la reelección de Cristina Kirchner, sin cambios de fondo el deterioro profundo es sólo una cuestión de tiempo.
La economía en contra no sólo arrastró el proyecto "Cristina eterna", sino también algunos sueños reeleccionistas, como el del gobernador kirchnerista de Mendoza, Francisco "Paco" Pérez, que necesitaba reformar la Constitución provincial, algo que no logró ninguno de sus antecesores desde 1983. Pero los paupérrimos resultados en las PASO demolieron esos sueños. Algunos que en 2011 adulaban al gobernador llamándolo cariñosamente por su apodo ahora maliciosamente se lo han cambiado: lo llaman "Poco" Pérez.
Pero el manejo del presupuesto ha sido siempre una marca absoluta del estilo presidencial. Como se vio en su aparición televisiva del sábado, Cristina Kirchner exige la sumisión total y es capaz de corregir duramente a su interlocutor por no hacer la adulación que ella espera.
El Ejecutivo tiene a su cargo los superpoderes presupuestarios más grandes desde que se recuperó la democracia. Como legisladora, Cristina se negó a delegarles menos funciones a presidentes, incluso a los de su mismo partido.
Cristina Kirchner puede hacer y deshacer a su antojo con la ley de presupuesto vigente, gracias a los superpoderes que le permiten eludir al Congreso sin siquiera tener que firmar un papel: alcanza con la firma del jefe de Gabinete y, a veces, la de algún ministro. Y si quiere hacer cambios mayores, puede recurrir a los decretos de necesidad y urgencia que le habilita la emergencia económica.
Así y todo, exige que el proyecto que envió al Congreso se apruebe sin tocarle una coma. Ni siquiera el simulacro de una negociación. Podría dejar que se introduzcan cambios y luego limpiarlos de un plumazo. Pero no, exige que se apruebe su capricho y luego lo modifica durante el ejercicio a su entero antojo.
Contra lo que asegura el discurso oficial, el mundo no contagia por ahora ninguna crisis. Pero las condiciones se vuelven gradualmente mucho menos favorables. La economía local, por sus propios problemas, hace rato que no logra levantar ni siquiera cuando el viento sopla a favor.
Es una verdadera pena que los supuestos macroeconómicos del proyecto de ley de presupuesto 2014 sean menos una seria previsión que un panfleto de propaganda electoral.