Era hora de admitir, como hizo Galuccio, que la crisis energética es grave; o lo de Berni, al blanquear que la inseguridad no es un invento de los medios; o Insaurralde, cuando dijo que el Indec miente; o Verbitsky, con su afirmación de que en realidad esta Corte Suprema es buenísima; u Horacio González, que contó que los taxistas no le aceptan los billetes de 100 de Evita; o Aníbal Fernández, que llenó de elogios a Massa (antes de que me vuelva a desmentir: no estoy seguro si lo dijo o lo vi en el programa de Lanata).

Un amigo kirchnerista me llamó para preguntarme si esta súbita oleada de sinceramiento era real, un recurso de campaña o la manifestación de que muchos ya están haciendo las valijas. Me ofendí y le corté. ¡Claro que es real! Acá nadie está haciendo las valijas. Me volvió a llamar: "Che, ¿y Kunkel, que ahora dice que nunca fue kirchnerista, sino peronista?" Le volví a cortar. Desmiento que Kunkel esté haciendo las valijas. Ya las tenía hechas.

Confundir transparencia con estrategia de campaña es muy mezquino. Cristina, que ama el disenso y las críticas, siempre nos ha impulsado a plantear abiertamente las discrepancias que pudiéramos tener. Lo que pasa es que los nuestros, no sé por qué, les tenían un estúpido terror a la AFIP y a la SIDE (y a perder el sueldo), y se quedaban callados. Ahora se han empezado a animar. Me dicen que se viene un tsunami de sinceramientos. Voy a adelantar algunos.

Boudou va a admitir -momento histórico- que conoce a Vandenbroele, que son amigos y socios y que se querían quedar con Ciccone porque ya no les parecía bien seguir pidiéndoles plata a sus padres.

Lázaro Báez va a mostrar las bóvedas llenas de euros que había tapiado en su casa/club/country de Santa Cruz, va a reconocer que es socio de los Kirchner, que nunca dejó de agradecerles a los Kirchner las millonarias ganancias que fue obteniendo por las obras públicas que le adjudicaban los Kirchner, y va a llamar a conferencia de prensa para anunciar que se pone a disposición de la Justicia. De la Justicia de los Kirchner.

Fariña y Elaskar están a punto de revelar cuánto dinero les pagaron para que desmintieran lo que acababan de declarar sobre el lavado del dinero K. Y van a revelar también cuánto pedirán ahora para negar que hayan desmentido la desmentida.

Máximo abrirá las puertas de su casa en Río Gallegos y mostrará las terribles disputas que tiene con Néstor Iván para ver a quién le toca jugar a la Play.

Lorenzino convocará a la periodista griega que lo puso en apuros y declarará: "Yo no manejo el ministerio, no le creo al Indec y me quiero ir; me quiero ir porque la economía no es mi fuerte".

Timerman confesará: "El acuerdo con Irán es una farsa. No nos importa la AMIA, sino el petróleo de los iraníes. Pero los turros nunca ratificaron el memorándum. Voy a destruirlo con el alicate que usé en Ezeiza en mi guerra santa contra el avión militar norteamericano. ¡Aguante Israel!"

Moreno va a dar la lista de empresarios a los que apretó, amenazó, intimidó y denigró. Va a dar la verdadera cifra de inflación. Va a reconocer que el congelamiento fue un desastre y que su intervención en los mercados fracasó sistemáticamente. Va a decir que espantó inversiones, dejó al país sin insumos fundamentales y propició una monumental fuga de divisas. Va a lamentarse de sus peleas, desatinos y prepotencia; de su comportamiento tantas veces bestial. Y finalmente le agradecerá a la Presidenta que, pese a todo esto, le haya dado cada día más respaldo, confianza y poder.

Agustín Rossi y Miguel Pichetto harán saber, por fin, cuánto dinero costó la aprobación de leyes. De leyes cuya importancia para el país era tan grande que no había que reparar en gastos.

Scioli, en un arrebato de brutal sinceridad, dirá: "Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo de no llegar a ser presidente".

Finalmente, la exposición más cruda de todas será la de la propia señora. Dirá que su fortuna no se explica por haber sido una abogada exitosa. Que no siempre eligió a los mejores colaboradores, a excepción de Boudou, Aníbal y Jaime. Que la economía hace agua. Que le fracasó la reforma judicial, la ley de medios y las estatizaciones de YPF y Aerolíneas Argentinas. Que los de La Cámpora resultaron ser unos imberbes que chocaron todos los autos. Que a Bergoglio no lo puede digerir, y a Francisco, mucho menos. Que la reapertura del canje demuestra cuán equivocada estaba cuando hizo aprobar la ley según la cual el canje jamás sería reabierto. Que no se puede andar denunciando que hasta los bomberos son destituyentes. Que siempre es mejor que los trenes frenen. Que debería haber usado más la cadena. Que no supo leer las protestas callejeras. Que en las PASO nos pasaron por encima. Que al tipo que le escribe los tuits van a atarle las manos porque no tiene filtro. Que está cansada y emocionalmente frágil. Que se vienen tiempos difíciles.

Pienso que este nivel de franqueza va a ser muy agradecido y reconocido por la gente, incluso en las urnas, el 27 de octubre. Y si no funciona siempre se puede volver al relato. Con los relatores que nos queden.