Durante las próximas semanas comenzarán las tareas de siembra de maíz en varias zonas productivas del país. Es por ese motivo que conviene comenzar a caminar los lotes para hacer los primeros muestreos y determinar la presencia de plagas. Este año, pueden ayudar más que nunca a bajar los costos, que vienen muy complicados. Entre las que hay que tener en cuenta en esta época están la chinche marrón y las orugas cortadoras.

Según un informe de la agencia Venado Tuerto de INTA, en plena zona núcleo, la chinche marrón provoca daños de importancia en etapas de desarrollo tempranas del cultivo de maíz, aunque se detectan cuando la planta avanzó en su crecimiento y ocasiona crecimiento anormal, presencia de macollos y perforaciones asimétricas en las hojas.

De acuerdo al informe, una de las estrategias de control de la plaga (una vez identificada en el lote), es mediante la aplicación de productos químicos en períodos de emergencia de la plántula de maíz, evitando de esa manera daños posteriores en el cultivo.

Por su parte, las orugas cortadoras, como el gusano blanco, siguen siendo una plaga de importancia en la zona núcleo, puntualiza el INTA Venado Tuerto.

El trabajo indica que en los cultivos de verano, como maíz y girasol, esta plaga representa una alta peligrosidad con muy bajos umbrales de daño (2.000-3.000 larvas/ha). Dentro de la región pampeana se encuentran dos especies principalmente: la oruga cortadora áspera, Agrotis malefida, y la oruga cortadora parda, Porosagrotis gypaetina. Ambas se caracterizan por tener una sola generación por año. También en la región pampeana hay otras dos especies de cortadoras: Agrotis ipsilon y Peridroma saucia.

El informe señala que las orugas cortadoras tienen un gran potencial de daño con pocas plantas por metro de surco en cultivos de siembras más tempranas como el maíz, el girasol o el sorgo, aunque también se registran ataques severos en soja de implantación de octubre y noviembre.

En lo que hace al diagnóstico de daño, menciona el trabajo, una de las alternativas se basa en alarmas de corto plazo en presiembra o preemergencia, dadas por la observación directa de las orugas cortadoras, generalmente asociadas a la presencia de malezas de hoja ancha (cardos, apio cimarrón, quínoa, etc.) o uso de cebos tóxicos en microparcelas, las que se evalúan al día siguiente de su distribución para estimar el número de cortadoras al metro cuadrado.

Según el trabajo, para tomar la decisión de aplicar insecticida en presiembra, el umbral de infestación de orugas debe ser de entre 2.000-3.000 larvas/ha; en cambio, en postemergencia, para hacer aplicaciones el umbral de tratamiento sugiere un nivel de 5% de plántulas cortadas en maíz; 3%-5% en girasol y 5%-7% en soja.

Respecto al control químico, los insecticidas para orugas pueden ser aplicados junto a herbicidas en barbechos químicos a partir de fines de agosto y principios de setiembre, cuando se compruebe la presencia de la plaga en los umbrales de tratamiento recomendados.

Las temperaturas más cálidas son la señal de activación de algunas plagas. A estar alerta que en breve llega la primavera.