Gracias a la biotecnología que viene a caballo de germoplasmas adaptados a diferentes regiones productivas, y la combinación de fechas de siembra, fertilización y manejo en general, la soja ha ido escalando exponencialmente sus rendimientos medios y máximos. Todos los esfuerzos han estado puestos en lograr más kilos en la tolva de la cosechadora. Sin embargo, como un equipo que ataca constantemente y se olvida de defender, se han descuidado parámetros de calidad, un factor importante pensando que Argentina abastece a más del 50% del mercado mundial de harina de soja, por ejemplo. Y para esto, las soluciones no son sólo genéticas; también hay cuestiones de manejo.
Los niveles de proteína de la soja vienen cayendo en la zona núcleo argentina en los últimos años. La campaña 2012/13 recientemente concluida presentó los niveles más bajos de los últimos 16 años. “En la actualidad los factores que trabajamos van en busca de la cantidad y se dejan de lado los factores de calidad que son sumamente importantes y lo serán aún más en un futuro cercano”, advirtió el genetista de Nidera, Rodolfo Rossi.
Frente a un promedio histórico de 38,7% de proteína en la soja de la zona núcleo, en la última cosecha el nivel cayó a 37%, el más bajo de los últimos 16 años. Sin embargo, otros jugadores de la región, como Brasil, se mantienen en 40,81%, Paraguay en 39,34% y Bolivia en 40,5%.
En este escenario, existen variedades experimentales con 47% de proteína, por lo que está claro que el mejoramiento genético puede lograr una mejora, pero también hay otros factores.
Los niveles de fósforo y azufre tienen un efecto marcado sobre el contenido de proteína en el grano. “Los trabajos muestran respuestas interesantes a los niveles de nitrógeno, más que nada cuando la nutrición se hace tarde”, agregó el genetista Rossi.
En un panel de referentes en Investigación y Desarrollo durante el último congreso de Aapresid, Daniel Courreges, de Syngenta, apuntó que “la globalización tiene el beneficio de que muchos breeders estén trabajando en proyectos integrados en todo el mundo”. Y ponderó ese intercambio: “Hoy es imposible pensar en una biotecnología de control de insectos sin una estrategia de insecticidas asociadas para proteger esa ventaja, y lo mismo ocurre con el control de malezas”.
Por su parte, el gerente de Desarrollo de DonMario, Federico Rizzo, ponderó los incrementos de rinde, pero también la búsqueda de estabilizarlos sobre todo en nuevas zonas y a partir de un manejo adecuado. “El paquete genético alcanzado nos está pidiendo que mejoremos los ambientes degradados, además de reducir la variabilidad y mejorar las prácticas con rotación, cobertura y fertilización. En definitiva, el manejo del ambiente, que en diversos ensayos realizados explican el 67% de la variabilidad de rendimiento”, opinó Rizzo.
Calidad o cantidad, o calidad y cantidad, constituyen uno de los desafíos en I+D, pero también lo son en el lote para los productores, porque el manejo cuenta. La cuestión será ver si el agricultor tiene un incentivo comercial para apostar a una soja de mayor calidad.
El camino, en ambos casos, pasa por buscar herramientas que favorezcan un manejo integrado del cultivo, con una elección adecuada de la variedad para cada ambiente, buenos niveles de nutrición, rotaciones fortalecidas ricas en rastrojos y la protección del cultivo en los momentos óptimos. Más claro, echale agua.