Pido perdón porque pensaba escribir esta columna anteanoche y no lo hice. Pero me entenderán: ¡el festejo del Frente para la Victoria terminó tardísimo! Después de que habló la señora para explicarnos, a nosotros y al país, que al Gobierno le había ido bárbaro, estiramos la noche en Puerto Madero, con los excesos en comida y bebida propios de las grandes celebraciones. Un descontrol.
Lo extraño fue que la noche había empezado pésimo, porque daba la impresión de que nos estábamos comiendo una paliza de aquellas. En el búnker del Intercontinental todo el mundo hablaba de "desastre". Decían: "Algún día esto se iba a terminar" y "bueno, Sergio era uno de los nuestros, habrá que hablar para que nos haga un lugarcito". Me llamó la atención eso: Massa había pasado a ser Sergio. Y Cristina había pasado a ser "ella", con gélido desdén.
También me pareció raro que le hubieran pedido a Berni -cero onda, cero feeling, cero todo- que pusiera la cara para explicar la derrota ante los medios. Una revolución que empezó con Néstor, siguió con Cristina, se nutrió de Laclau y pasó por Kicillof no puede terminar en este coronel fachistoide, pensaba yo. Pero obviamente lo estaban castigando por lo del robo a la casa de Massa. Si Massa fuera un tipo agradecido ya le debería estar dando a Berni la jefatura de la campaña para octubre.
Fueron horas de terror. Del piso 19, en el que estaba la señora, llegaban historias de gritos y recriminaciones. Decían que estaba sacadísima, que tenía ganas de pegarle a la pantalla de televisión y que "manga de inútiles" era la frase que le venía una y otra vez a la boca. Ella misma ordenaba cómo tenía que ser la cobertura de nuestros canales -C5N, CN 23, Canal 26, Crónica TV y Canal 7-, y mandó que se insistiera en que el FPV era la primera fuerza nacional (primera y única, en rigor). Una de dos: o la realidad nos da una mano o ella le da una buena mano a la realidad.
Cerca de las 11 me asomé a una sala en la que estaban maquillando a Cristina y quise distender el clima con una frase galante -"¡Está espléndida!"-, pero me arrancaron de las solapas. "Idiota, es la cuarta vez que la pintan."
En el gran salón del subsuelo, donde militantes, funcionarios, funcionarios militantes y militantes que quieren (o querían) ser funcionarios esperaban que apareciera la señora, el mal humor era espantoso. Todo el mundo tenía alguna nueva cifra horrible para dar. Vi a muchos cuchicheando por los pasillos con sus celulares y no era difícil imaginarse que estaban, GPS en mano, recalculando su futuro. Que del vamos por todo estaban pasando al vámonos todos. Odio esas estampidas típicamente peronistas, y no quiero pensar la plata que nos va a costar retener a toda esta gente.
Así estaban las cosas cuando nos anunciaron que estaba bajando Cristina. E inmediatamente, la orden: mucha algarabía, mucho aplauso, que estalle el festejo. Soy un ingenuo: recién ahora me vengo a enterar de que la felicidad no es sólo un estado del alma, sino algo que también llega por decreto de necesidad y urgencia. Cumplimos con nuestro papel y le tributamos un recibimiento triunfal. Por supuesto, el mejor de todos fue Boudou, que no imposta: él tiene esa alegría sincera y contagiosa del que vive de fiesta en fiesta.
Filmus no se quedaba atrás, porque tampoco imposta. Es el que más caídas ha festejado. Lo dijo por esas horas el célebre tuitero Malcom Gomez: "Cristina lo llevó para reconocer la derrota. Es como un perito".
En cambio, Insaurralde y Scioli, cabizbajos, destruidos, no había forma de que la dibujaran un poco. Me da pena Insaurralde, al que esa noche la señora le dijo en la cara que no lo conoce nadie. Y siento verdadera congoja por Scioli: hace dos meses estuvo a punto de dejar de ser Scioli para aliarse con Massa y Macri, después rompió con Massa para afirmar su sciolismo, y ahora está en crisis el sciolismo de Scioli. ¿Cómo se va por la vida con esa carga?
La única que no tiene problemas es Cristina. Agarró el micrófono, sonrió urbi et orbi , cantó victoria, ignoró a Massa, ignoró a los 16 millones de votantes que no nos votaron y concluyó en que hay que profundizar el modelo.
Eso: hay que profundizar el modelo. Por eso nos fuimos a festejar hasta la madrugada a un buen restaurante de Puerto Madero.