Nadie ganó o perdió. Sólo fue un simulacro de elecciones. Pero la silueta de quienes en poco tiempo más podrían llegar a convertirse en nuevos protagonistas del Congreso Nacional se ha recortado con tanta nitidez como la de quienes parecerían condenados a no poder serlo. Pocas veces el porvenir político argentino anticipó tanto de sí mismo como en esta ocasión.
En octubre, no cabe duda, habrá vencedores y vencidos. Habrá quienes queden de un lado y habrá quienes queden del otro. Pero habrá, además, quienes hayan quedado de ambos lados. Bien lo evidenció, nuevamente, la hábil presencia del peronismo en la provincia del Buenos Aires. Su batalla fundamental la libró allí contra sí mismo.
Al derrotarse, se convirtió en el vencedor. Representado con idéntico fervor y las mismas banderas por quienes se disputan ferozmente la parte del león, las fragmentaciones en que incurre el peronismo no redundan nunca en su insolvencia electoral. El límite al kirchnerismo lo han puesto ahora quienes de una u otra forma integraron hasta ayer sus filas y esta vez lo enfrentan para generar una alternativa y presentarse como su renovación.
En contraste con esta evidencia, cabe formular una duda no menos sustancial. ¿Volverá a defraudar en la próxima primavera, como lo hizo en el año 2009, la oposición que se insinúa como triunfante? ¿Habrá aptitud negociadora en favor de esa prioridad que es la República? ¿Serán capaces de lograr una buena articulación operativa macristas, socialistas, radicales, centroizquierdistas y peronistas opositores?
¿Querrán hacerlo? ¿O la autosuficiencia hipnótica los conducirá nuevamente a sacralizar la segmentación y a encaminarse hacia la impotencia, como ya ocurrió en los últimos años?
En este domingo de encuestas veladas que acaba de pasar, y con la sola excepción de la centroizquierda porteña, el dedo de cada jefe volvió a imponer a su electorado las figuras de su exclusiva predilección. Auge, una vez más, del caudillismo. Nuevo triunfo del pasado sobre las exigencias de modernización del presente. Reflejo profundo de la volatilización del sistema de partidos.
Y volviendo al oficialismo: ¿ella ahora qué hará? ¿Cómo gobernará? ¿Con quiénes, con qué? Más que nunca, y a raíz de lo sucedido ayer, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, falta una eternidad para el año 2015. Una eternidad colmada de incógnitas, igualmente, hasta el 27 de octubre próximo.
Las severas insinuaciones de este domingo para su gobierno, ¿la encontrarán dispuesta a oír lo insoslayable? ¿O la ceguera seguirá afirmando que no existe lo que no ve? ¿Podrá el oficialismo recuperar lo que parece perdido? ¿Sabrá la oposición labrarse algo más perdurable que un presente exitoso?
Hoy se dejó entrever el futuro. Pronto veremos quiénes están en condiciones de leer sus signos con más provecho.