Me proponía hablar de bueyes perdidos. "Antes que violar la ley me corto las venas con un cuchillo oxidado", dramaticé para impresionarlo.

Pero el tipo es un duro y me corrió, cuándo no, por el lado de la guita. "Ok -dijo-, ningún problema. A fin de mes ni se te ocurra venir a cobrar, y a partir de ahora vamos a duplicar el descuento que te hacemos todos los meses como aporte obligatorio a la campaña." Me rendí. Bajo protesta, me rendí. Soy demócrata, pero tengo una familia que mantener, y además todavía no terminé de pagar la 4x4, ni el penthouse de Puerto Madero, ni el terreno subsidiado en El Calafate.

Lo que leerán, pues, es una columna puesta, no sin sentimiento de culpa, al servicio de la causa. En este caso, al servicio de las elecciones de mañana. Zannini, que es hombre de una sola palabra (la palabra de la Presidenta), me lo dijo en forma inequívoca: "Hasta último momento tenemos que tratar de rescatar a Insaurralde, un pobre chico que si no fuera por la señora y por Scioli estaría en el fondo del mar. ¿Entendiste? ¡Laburá para la campaña! Nos estamos jugando el futuro y vos me venís con la veda. Como dice Cristina, la veda es para los opositores".

Por suerte, esta semana material no me faltó. Diría que el cierre fue a toda orquesta. Si bien empezamos con el traspié del robo en la casa de Massa, cometido por un prefecto que trabaja en la Secretaría de Seguridad de la Nación, la explicación de su jefe, Berni, fue perfecta: dijo que el tipo estaba de licencia. Eso es lo bueno de Berni. Como todo militar, es metódico y prolijo. Nunca manda a nadie a hacer trabajos complicados sin antes darle licencia.

También fue importante el aporte de los diarios de la cadena oficialista, que hablaron de autorrobo. Claro que sí. Fue una operación de marketing electoral, sólo que pésimamente organizada: Massa no se dio cuenta de que contrató para la faena a un agente de Berni, se olvidó de apagar las cámaras de su casa, no le dijo al ladrón que se tapara la cara, le prestó un arma de verdad con silenciador, después lo mandó perseguir y detener, lo hizo meter en cana, no les avisó a los medios que lo habían asaltado (hasta que buchoneó Verbitsky) y ahora, en cualquier momento, el tipo sale de la cárcel y cuenta toda la verdad.

Otra teoría es que lo contrató para simular un robo y el prefecto se tentó y lo afanó en serio. En cualquier caso, está claro que Massa no sabe elegir a sus colaboradores.

Fíjense la diferencia con la Presidenta, que conoce perfectamente a los que trabajan para ella. Como informó esta semana Mariano Obarrio en LA NACION, en el último tramo de la campaña ordenó que escondieran a todos los piantavotos, es decir, a los que no dan el perfil o, son sus palabras, "dicen boludeces". En la lista están Boudou, el Cuervo Larroque, Cabandié, Kunkel, Kicillof, Hebe de Bonafini, DElía, Mariotto, Juliana Di Tullio, Diana Conti y varios más. Digamos, medio kirchnerismo. Muchos de ellos están en nuestras listas. ¿No es gracioso llenar las listas de piantavotos? Ahí está la genialidad de la señora: los hace candidatos con la condición de que no hablen.

Según esa nota, detrás de la decisión está Máximo Kirchner, alguien que sí da muy bien el perfil y al que se le reconocen sobrados méritos para detectar "boludeces".

Sin dejar de compartir la orden de Cristina , lamento muchísimo que este cepo silencie a gente como Cabandié, que le daba sustancia a la campaña cuando hablaba de los pececitos que encontró en el Riachuelo; a Boudou, que iba a presentar un plan de lucha contra la corrupción, y a Mariotto, al que le habían cambiado el chip y se disponía a hablar bien de Scioli.

Otros piantavotos son los que mandaron a la señora a Rosario, donde fue abucheada, silbada, insultada. Es increíble que todavía no hayan aprendido que no hay que ponerla en contacto con gente común, sino sólo con propia tropa, con militantes, con subsidiados, con tipos a sueldo. ¡Seis años rodeándola de aplaudidores y a estos genios se les ocurre sacarla a la calle! ¡Y ya había pasado lo mismo en la inundación de La Plata! Espero que aprendan la lección: para ella, aviones, helicópteros, mucha Cámpora, distancia con sus súbditos. El pueblo todavía no está preparado para recibirla.

¿Vieron lo del 8-A? Se los había anticipado: cuatro gatos locos. Me ilusiona pensar que lo mismo va a pasar mañana en las cruciales elecciones bonaerenses: un estrepitoso fracaso de la oposición. Me imagino a la Presidenta hablando en cadena como capitana de la victoria. A un Scioli exultante (salvo por el hecho de que terminó la campaña y tiene que volver a laburar) al que le prestan un ratito el micrófono. A Insaurralde diciendo que el triunfo no es de él, sino de ella.

¿Y si nos gana Massa? Está todo preparado. La señora hablará como capitana de la victoria (ya encontraremos alguna), Scioli tendrá que hacerse cargo de la derrota e Insaurralde dirá que perdió él y no ella. ¡Viva la democracia!

Respetuosamente, a partir de aquí esta columna adhiere a la veda.