"No me la quiero perder por nada del mundo", dijo. Sus colaboradores ya saben cuánto extraña esos discursos, esos mensajes de amor y paz. De ellos ha sacado mucho material para sus homilías, para predicar sobre la confraternidad, la humildad y el desapego de los bienes terrenales.
Cristina, acaso informada por los servicios de inteligencia de Milani de que Francisco la estaba viendo, pareció especialmente inspirada. Fíjense que habló de la extranjerización de la tierra (para decir que no hay tal extranjerización), de los cambios en las Fuerzas Armadas, de becas a estudiantes, del caso Ángeles Rawson, de asignaciones familiares y de Aerolíneas Argentinas. Un combito extraordinario. Nunca una cadena estuvo más justificada.
Lo imagino al Papa embelesado, aplaudiendo, disfrutando cada palabra. Me lo imagino robando ideas. Si ella, en medio de sus amables mensajes, habla duro contra la oposición, la Justicia y los medios, él tiene que hacer lo mismo: condenar con firmeza la corrupción, la sed desmedida de poder, la mentira. Si ella mecha palabras en inglés, él tiene que dejar caer algunas en latín. Si ella habla de Él, él, que es el vicario en la Tierra del otro Él, mucho más. Si Cristina recuerda una y otra vez los milagros que ha hecho en el país, piensa Francisco, se ve que el de los milagros es un tema marketinero.
Claro que, ocupado como está en gobernar a 1200 millones de católicos en todo el mundo, a Bergoglio hay cosas que se le escapan. Por ejemplo, cuando se enteró de que Milani era el nuevo jefe del Ejército preguntó si era pariente del que tenía denuncias por violación de los derechos humanos en la última dictadura. Le contestaron que era el mismo, y entonces exclamó: "Pobre Cristina, después dicen que es intolerante".
En el fondo, el Papa recuerda con gratitud a los servicios de inteligencia, que estos diez años, preocupados por su seguridad, lo han seguido a sol y a sombra. Como sabía que le escuchaban las conversaciones telefónicas, antes de cortar también se despedía de esos ángeles custodios con su santo y seña preferido: "Muchachos, recen por mí".
Como les conté, parece que el Papa ya no está tan al tanto de las cosas que ocurren en el país. Cuando llegó a Río y los obispos argentinos le contaron algunas novedades, sus respuestas demuestran que está un poco despistado. Fíjense, si no, las cosas que dijo sobre temas de actualidad. Scioli, virtual jefe de la campaña kirchnerista en Buenos Aires: "Cristina siempre supo que podía confiar en él". Acuerdo de YPF con Chevron: "Yo sospechaba que Galuccio quería reprivatizar la empresa, pero no que la iba a entregar a una multinacional norteamericana. Apenas se entere Cristina, lo echa". Carlotto defiende a militares vinculados con la represión ilegal: "Por algo Hebe nunca la quiso". Milani tiene una extraordinaria casa en La Horqueta y autos importados: "Después dicen que en la Argentina los militares ganan mal". El Gobierno promueve el blanqueo de dinero. "¡Excelente! Cuando aparezcan los blanqueadores los van a meter en cana". Jaime estuvo 10 días prófugo de la Justicia: "Uh, tremendo. Me imagino la preocupación del Gobierno por encontrarlo".
Esa conversación con los obispos le permitió a Francisco ponerse al día, lo cual le vino muy bien para su encuentro de anteayer con los argentinos. Para todos tuvo una palabra de aliento. A los que se quejaron porque no les habían querido vender reales para viajar a Río les hizo ver que la argentinidad no se manifiesta sólo en gritar los goles de Messi, sino en la defensa del peso; a los que hablaron de un clima de enfrentamiento impulsado por la Presidenta les puso un ejemplo de lo contrario: el Gobierno acaba de prohibir la asistencia de hinchas visitantes a las canchas para evitar la guerra de cánticos; a los que protestaron por la inseguridad les respondió que si él iba en un auto descapotado por las calles de la peligrosa Río, ellos no dudaran en hacer lo mismo en las profundidades del conurbano; a uno que criticó la inflación le dijo que no perdiera la esperanza de encontrar alguno de los 500 productos congelados; a otro que se mostró "alarmado por el avance sobre la Justicia" lo instó a confiar en el juicio de Dios; a los que le hablaron del aumento de la nafta los impulsó a peregrinar a pie, como buenos cristianos, y a los desempleados los animó a acercarse a La Cámpora.
"No se tomen todo a la tremenda -dijo con corazón de pastor-. Ahora que mi obligación es contemplar el mundo, veo que gente como Boudou, Jaime, Lázaro Báez o De Vido hay en todos lados. ¿Saben la cantidad de países que tienen presidentes multimillonarios, que para justificarse dicen que son abogados exitosos? ¿Ustedes creen que Italia tiene mejores jueces que Oyarbide y mejores fiscales que Gils Carbó? ¿Creen que Lorenzino es el único ministro de Economía que sabe poco de economía? Les pido que miren las cosas con más realismo y con más comprensión y caridad."
Qué gran consejo. Estoy convencido de que esos argentinos volverán renovados. Al cabo de una década tenían un país maravilloso y no se habían dado cuenta. Se los descubrió Bergoglio. De no creer.