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Al Gobierno le pasa lo mismo que a Alex, el bribón de La naranja mecánica, que al quedar libre, tras ser "curado" de su pulsión violenta contra sus víctimas, tenía poco felices encuentros con algunas de ellas o sus deudos.

Tras años de cacería de brujas intentando acorralar a periodistas, medios y otros enemigos con acusaciones difamatorias de delitos de lesa humanidad, el oficialismo cerró filas, hizo de tripas corazón y se blindó en la defensa, por acción u omisión, del general César Milani , flamante jefe del Ejército elegido por la presidenta Cristina Kirchner.

Otro momento de paradójica incomodidad, luego de tantos ritos chauvinistas de nacionalización de YPF y el desalojo por la fuerza de la "pérfida" Repsol en abril de 2012, fue amancebarse con la norteamericana Chevron sólo quince meses después, en un acuerdo por 35 años que quedará fuera de la órbita de la justicia argentina. La Presidenta prefirió inaugurar una fábrica de bicicletas en el Chaco y hasta ¡reinaugurar un cine!, pero sólo aludió al tema de manera tangencial. Fue Axel Kicillof el vocero oficial elegido para hablar de "un carnaval" (sic) de actividad petrolera en las principales cabeceras de la comunicación K (Víctor Hugo y 6,7,8).

Y como no hay dos sin tres, el escape de Ricardo Jaime , primero declarado prófugo de la Justicia, luego en rebeldía y, finalmente, eximido de prisión por la justicia federal y de Córdoba, dejó reducido al menemismo a mero curso de ingreso a la corrupción sistémica que se anida en el kirchnerismo.

Las ideologías ya no son fijas, sino móviles. Por tanto, no hay medios inmutablemente conservadores o progresistas. Conservador se vuelve quien defiende a ultranza un determinado statu quo a costa, incluso, de minimizar cualquier falencia, y progresistas son aquellos que buscan un cambio superador.

Por eso, hay que mirar con atención lo que está ocurriendo con el sistema político y de medios frente a estos casos emblemáticos.

Con el caso Milani, los que reivindicaban posturas progresistas en la defensa de los derechos humanos se sienten corridos por izquierda, mientras que quienes habitualmente se mostraban como defensores de una economía libre y abierta ahora les pisan los talones por derecha desde el oficialismo gubernamental y mediático, que pasó de la admiración al Che Guevara a alborozarse con Chevron. La orden bajó clara desde la propia Presidenta, que dio el ejemplo desde el atril: cero autocrítica y sólo taladrar sobre las contradicciones ajenas, como si las responsabilidades de informar fuesen equiparables a las de gobernar. Como si las incoherencias de unos justificasen las de los otros.

Durante años el oficialismo montó una monumental campaña en contra de Ernestina Herrera de Noble por la supuesta apropiación de hijos de desaparecidos durante la dictadura. Nada se pudo comprobar. También dio por probadas graves irregularidades en Papel Prensa que la Justicia hasta el momento tampoco convalidó. Pero ante el caso Milani, el Gobierno no supo cómo reaccionar y pasó de ser desafiante a volverse extremadamente cauteloso y comprensivo frente a acusaciones mucho más concretas.

La ostensible alergia histórica de Página 12 hacia los militares se convirtió en una actitud increíblemente contemplativa y paciente ante los controvertidos antecedentes del nuevo jefe del Ejército. Desopilante resultó, en el clímax de las críticas, que el martes titulara con atildada formalidad "Un general con perfil poco tradicional", o que el miércoles dejara completamente a un lado sus títulos zumbones para adoptar uno del todo anodino ("Una presentación en el juzgado", para aludir a que Milani concurrió "espontáneamente" a un juzgado federal de La Rioja; procedimiento que repitió en Tucumán).

El diario que reniega de su fundador pretendió distraer atacando a LA NACION. Del mismo modo procedió desde la pantalla oficial el columnista estatal Mario Wainfeld.

Este modus operandi se hizo aún más notable en aquellos que en estos años se dedicaron a las persecuciones ideológicas de baja estofa como serviciales comisarios políticos del kirchnerismo al promover continuas campañas de desprestigio contra medios y periodistas, asignándoles conductas impropias durante la dictadura. Ante el caso Milani depusieron esas ferocidades y se mostraron como perritos mojados.

Tras el nombramiento del jefe del Ejército, se pusieron en marcha, una vez más, las "indulgencias plenarias" que se otorgan sólo a aquellos que están encolumnados con el "modelo" (no importa que el canciller Timerman haya dirigido un diario procesista como La Tarde o que el formidable relator deportivo tuviese fluidas relaciones sociales con militares cuando la República había sido arrasada en Uruguay).

Con los temas de corrupción que involucran a referentes del kirchnerismo pasa algo parecido. Las ostensibles maniobras judiciales para despejar el minado terreno de inconsistencias económicas y societarias de Amado Boudou fueron narradas con la misma asepsia con que hoy se da cuenta de las andanzas del escondido Ricardo Jaime, mientras se demonizan conductas similares que el menemismo cometió hace 15 o 20 años. El dicho: "Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago" está más vigente que nunca..