El general César Milani forma parte de un plan demasiado importante de la Presidenta. Decidió gastar por ese militar más capital político que el necesario; en efecto, no era imprescindible el ascenso de Milani a teniente general para ser jefe del Ejército. La diferencia consiste en que Cristina Kirchner tiene facultades para nombrarlo por sí sola como titular de esa fuerza, pero necesita el acuerdo del Senado para ascenderlo de grado. Fue por todo: por la designación y por el ascenso. Tropezará mañana con un escándalo en el Senado, que debatirá en comisión el ascenso de Milani.
Podría también haberle soltado la mano a Ricardo Jaime, casi una caricatura de la corrupción y la ostentación de riqueza del kirchnerismo. Sin embargo, su gobierno lo protegió cuando se fugó de la Justicia y, según testimonios coincidentes, algunos funcionarios influyeron ante los jueces que terminaron liberándolo en dos trámites exprés.
La decisión presidencial sobre Milani ya le costó a Cristina una baja: el senador Daniel Filmus se fue de la Comisión de Acuerdos del Senado y debió ser reemplazado por una kirchnerista fiel. Filmus está en campaña en la Capital, es cierto, pero siempre anda cerca del Congreso. Nadie del kirchnerismo lo defiende a Milani públicamente, salvo alguna frase suelta del ministro de Defensa, Agustín Rossi.
La estrategia de apurar el acuerdo del Senado fue decidida por la propia Presidenta. O el trámite se hacía ya mismo o debía pasar para después de las elecciones del 11 de agosto, cuando comenzará la campaña de octubre. Ahora era mejor. Fue el propio jefe del Ejército, en cambio, quien decidió aliviar a los senadores oficialistas con su presentación espontánea en los juzgados federales de La Rioja y Tucumán. Milani se manifestó inocente. Nadie puede considerarlo, todavía, culpable de nada. Los antecedentes objetivos que existen son la desaparición en Tucumán de un soldado bajo su mando, Alberto Ledo, y la denuncia de otro riojano, Ramón Olivera, que ratificó ante la Justicia que Milani los detuvo ilegalmente a él y a su padre durante la dictadura.
Son procesos judiciales en marcha. Ningún juez dictó aún ninguna resolución. Milani se ofende por el cuestionamiento que recibe, pero su problema fundamental son las inhumanas incoherencias de su gobierno. El kirchnerismo ha hecho cosas peores con personas mucho menos comprometidas que Milani. ¿Ejemplos? El entonces cardenal Jorge Bergoglio, el actual papa Francisco, fue obligado a declarar ante la Justicia por el secuestro ilegal de dos sacerdotes jesuitas durante el gobierno militar, que luego fueron liberados. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación pidió su declaración testimonial ante los jueces. La información sobre la declaración judicial de Bergoglio fue difundida formalmente por la Secretaría de Comunicación de la Presidencia en noviembre de 2010.
Mucho tiempo después, uno de los sacerdotes raptados, Francisco Jalics, aseguró que Bergoglio no tuvo nada que ver con esos secuestros, pero el entonces cardenal ya había sido expuesto ante jueces en causas por delitos de lesa humanidad. La misión política estaba cumplida. Ernestina Herrera de Noble fue denunciada varias veces como "apropiadora" hasta en tribunas presidenciales por una inferencia; sólo había sucedido que sus hijos adoptivos nacieron en 1976. La Justicia y las pruebas genéticas comprobaron luego que no son hijos de desaparecidos. Pero la causa no se cerró aún y nadie le pidió disculpas a la directora de Clarín. El objetivo político también está cumplido. Son sólo dos ejemplos. Hay más. Milani debe enfrentarse con esa historia para resolver su presente.
Desde los levantamientos carapintadas de los años 80 y 90 no se hablaba tanto de un general como en estos días. Era bueno que la sociedad civil hubiera perdido cualquier curiosidad por los militares, que en democracia tienen asignadas funciones muy específicas. ¿Qué necesidad había de volver a colocar a los militares en el centro del escenario? ¿Qué favores políticos ha hecho Milani o qué favores prometió hacer? Su vieja especialidad es la inteligencia. Su intención manifiesta es la de formar un Ejército partidista, comprometido con una fracción política. Ha calcado en su boca muchos preceptos del cristinismo. Pésima noticia. Los militares se dividieron cada vez que un gobierno constitucional intentó politizarlos.
La Presidenta tiene problemas con sus servicios de inteligencia (parte de ellos están sublevados), pero nada justifica, salvo su obsesión por la información sobre los otros, que haya dado semejante salto hacia atrás. No hay más culpables que ella: Cristina Kirchner tiene relación directa con Milani. Ya no existen intermediarios entre ellos.
Ni siquiera tuvo en cuenta que el jefe del Ejército cuenta con un patrimonio que no puede justificar. Existe en la Justicia, además, una denuncia contra él hecha mucho antes de los nuevos escándalos. No la hizo un opositor, sino el actual ministro de Seguridad, Arturo Puricelli. Lo denunció a Milani en su momento ante el juez Oyarbide, cuando Puricelli era titular de Defensa, por "graves irregularidades" en compras directas de víveres para el Ejército. La denuncia no fue personal contra Milani, sino contra una dependencia, la Dirección de Intendencia, que dependía del entonces segundo jefe del Ejército, que era Milani.
Es cierto que los secretos que guarda el Gobierno son corrosivos. Alguien tiene que protegerlos. Nadie lo socorrió a Jaime por afecto o lealtad; el ex secretario de Transporte y amigo personal de Néstor Kirchner envió un mensaje fulminante. Contaría todo ante la Justicia si terminaba preso. El caso Bárcenas en España, que puso en jaque al gobierno de Rajoy sacando a luz secretos sobre dinero ilegal, fue oportuno. Jaime podía convertirse en el Bárcenas argentino. Se dio algunos lujos. Jaime, por ejemplo, estuvo siempre prófugo en la Capital, donde nunca denunció un domicilio ante la Justicia. La policía te encuentra si quiere y no te ve si no quiere, deslizó, irónico, un funcionario.
La Cámara Federal, que lo liberó de ir preso, argumentó que no se había probado la intención de Jaime de fugarse. ¿No se había probado? Ya se había fugado exitosamente. Las sentencias del juez Claudio Bonadio, que dispuso su prisión, y la de la Cámara federal, que lo liberó sin que haya estado preso nunca, tienen interpretaciones distintas para un reo cualquiera. El problema es que Jaime no es cualquiera. Tiene más de 20 causas muy avanzadas sobre delitos de corrupción. Están probadas y en camino del juicio oral sus prácticas de recibir dádivas de los hermanos Cirigliano, que el propio Jaime debía controlar y a quienes les transfería millonarios subsidios para el transporte. Un avión particular pagado por los Cirigliano lo trasladaba a Río de Janeiro y a Florianópolis en sus tiempos de secretario de Transporte.
Un hermano del futbolista Jorge Valdano, a quien Jaime le alquilaba un departamento, dijo ante la Justicia que iba a la empresa TBA, propiedad de los Cirigliano, a cobrar el alquiler en nombre del destacado deportista argentino que vive en España. En Córdoba, otra Cámara también lo salvó de la cárcel en pocas horas. Los funcionarios comenzaron luego a despegarse de Jaime. Puro discurso. La Cámara de Buenos Aires es célebre por su cercanía con el Gobierno. La presión debió ser enorme. Esos jueces saben que se enfrentaron definitivamente con la opinión pública en defensa de alguien que no merece tanto sacrificio. Milani, el viejo jefe del espionaje militar, es un perseguido. Jaime, el viejo sospechoso de corrupción, una víctima de jueces desmedidos. Nadie puede negarle al cristinismo la astucia de poder, todavía, acomodar los hechos a las palabras..