Una vez, en marzo de 2011, Cristina dijo en el Congreso: “No se hagan los rulos”. Fue para frenar el ímpetu de sus diputados y senadores, y de las barras en los palcos, que le reclamaban lanzarse a la reelección. Construía de ese modo una intención de misterio, se guardaba el momento y el anuncio de la decisión. Impecable: es lo que indica el manual del político ganador. Cuando confirmó su candidatura aseguró que se había decidido el día que murió Kirchner. Eso fue en octubre de 2010. O sea que Cristina ya se había hecho los rulos el día que recomendó a los demás no hacérselos.
Salvando todas las distancias existentes, y las imaginarias también, algo parecido hizo ahora Sergio Massa con su lanzamiento liderando el Frente Renovador. Estiró el suspenso hasta la exasperación. Y mientras todavía no era nada consiguió instalarse en el ombligo del mundo del poder. ¿Juega o no juega? Esa era la pregunta obsesiva. La Presidenta misma no lo supo hasta que fue tarde. Sin pelear, Massa había ganado la primera batalla.
Un encuestador de consulta del hombre de Tigre cree que Massa resolvió dar el paso el día que comprobó que su piso de intención de voto en la Provincia superaba el 30 por ciento.
“Massa es él mismo, más la expectativa de la gente”, dice el encuestador, de dinastía peronista. Allí pueden rastrearse algunas de las razones del lanzamiento que puso patas para arriba todo el juego político.
Cuando tiempo atrás sostenía sus dudas acerca de la conveniencia y oportunidad de romper con el Gobierno, Massa decía que en la elección de este año la sociedad “le va a fijar un límite a Cristina”. Pero que la construcción de un liderazgo alternativo sería posterior, entre 2013 y 2015, cuando el escenario ya tomase nota de la obligada ausencia de la Presidenta en la próxima lucha por el poder.
“Tiene razón Francisco”, decía entonces Massa. No se refería al Papa argentino sino a De Narváez y su consigna “ella o vos”, penetrante y corrosiva.
Era un argumento razonable, además de una buena excusa para postergar definiciones. Massa no estaba solo: otros aspirantes a reemplazar a Cristina en el poder, como Daniel Scioli y Mauricio Macri, se recostaban sobre esa percepción de la coyuntura para explicar sus precauciones frente a la elección de este año.
Pero algo pasó en el camino, que no estaba en el cálculo de los políticos y sus equipos de asesores. Por algún motivo se crearon las condiciones para que marcar límites y alumbrar el germen de una alternativa pudiesen confluir en el mismo acto. Una elección dos en uno, fuera del control operacional de la política.
Es posible que la decisión de Massa haya sido el catalizador de una reacción química que buena parte de la sociedad venía madurando sin efusiones.
¿Hubo un análisis fino, una ponderación milimétrica, una estrategia fríamente calculada, o fue intuición, ambición, visión de la oportunidad que estaba a mano? La respuesta queda abierta.
La fuerte reacción positiva de una porción grande del electorado de la Provincia parece haber sorprendido al propio Massa. Entre sus primeras instrucciones internas estuvo la de disolver cualquier atisbo de triunfalismo. El favoritismo previo puede licuar el impacto del momento de la victoria, si ésta finalmente llega. Pero además, significa ponerse todo el tiempo en la mira de las cañoneras electorales, a un lado y otro de la feroz división entre oficialistas y opositores que supo fabricar Cristina con su prédica y su acción polarizadoras.
Quién dice que la generación de tanto encono cruzado no haya sido un favor involuntario al jefe del Frente Renovador, que percibió que había un camino de concordia que demasiada gente parece ávida de recorrer.
Con una apreciable ventaja en cualquier encuesta seria, Massa sabe que aunque trate de navegar a media agua, opositor pero a la vez un poco oficialista, igual le van a llover misiles envenenados.
En su cuartel político ya hablan de que está en marcha una operación de campaña sucia. Se buscaría vincular su gestión municipal en Tigre con la supuesta radicación de narcotraficantes extranjeros en la zona. Dicen, incluso, que algunos medios del sistema de propaganda del Gobierno podrían dar desinteresada colaboración en ese emprendimiento.
Todo está por verse. La campaña recién empieza.