Sin embargo, en Argentina, hay una deuda importante en materia de fertilización, lo cual agudiza el empobrecimiento de los suelos y limita el logro de mayores rendimientos.
Una prueba de lo que se puede lograr la dan los 75 qq/ha de soja alcanzados en un campo de Santa Isabel, Santa Fe, a través de una aplicación balanceada de nutrientes y buenas prácticas agrícolas.
“El lote, de seis hectáreas, venía de más de diez años de siembra directa, rotaciones y fertilizaciones, y tenía napa”, detalló Miguel Boxler, asesor del CREA Sur de Santa Fe en diálogo con Clarín Rural .
El cultivo se sembró a fines de octubre, a 42 centímetros de distancia entre hileras, con una densidad de 300.000 plantas/ha, usando una variedad del grupo de madurez III largo, proveniente de semilla de uso propio e inoculada. A la siembra fue fertilizado con 150 kg/ha de un compuesto integrado con 18 kilos de nitrógeno, 24 de fósforo, 15 de azufre y 1,5 de zinc. Luego, en R3, se hizo un refuerzo foliar de 2 lt/ha de otro compuesto con 0,14 kilos de nitrógeno, 0,2 de zinc, 0,1 de boro y 0,5 de calcio. Además, se hicieron dos aplicaciones de fungicidas y se mantuvo el cultivo libre de enfermedades, malezas y plagas.
En esa zona, los costos para una soja de 56 qq/ha fueron de $ 1.350, mientras que para la de 75 qq/ha fueron de $ 1.800. “Por los costos, es una propuesta para hacer en campo propio, ya que en campo arrendado los números se complican”, reflexionó el ingeniero.
Pero con un buen manejo agronómico, en el sur de Santa Fe lograron cosechar 75 qq/ha de soja, una cifra muy alejada de los promedios nacionales, que este año rondarán los 26 qq/ha. Si se pudo, se puede. Como dijo Boxler, esto indica que “en soja estamos produciendo con baja tecnología: ¡despertémonos!”.
Desde hace algunos años, Boxler trabaja en la red de nutrición del CREA Sur de Santa Fe junto al IPNI (las siglas en inglés del Instituto Internacional de las Plantas y la Nutrición), Fertilizar y empresas privadas, haciendo análisis para diagnosticar el estado de los suelos de la región y, en base a eso, determinar una fertilización balanceada de nitrógeno (N), fósforo (P) y azufre (S) en los cultivos extensivos de la zona.
Para una aplicación adecuada de nitrógeno en función del rendimiento en trigo y maíz, miden los nitratos en suelo hasta 60 centímetros de profundidad. “La fertilización se hace generalmente a la siembra y, si es necesario, se hace otra aplicación en macollaje (trigo) y en V5 (maíz), con 150 kg y 200 kg de nitrógeno objetivo, respectivamente”, detalló Boxler.
Por su parte, el fósforo, según el ingeniero, tiene que estar disponible al momento de implantación para todos los cultivos, abajo y al lado de la semilla. “Si hay más de 20 ppm (partes por millón) de fósforo extractable, se debería mantener el nivel y hacer análisis de suelo cada tres años. En cambio, si se está por debajo de ese valor, habría que reponer, al menos, lo que extrae el cultivo”, recomendó.
La red del CREA aconseja la aplicación de 10 kg/ha de azufre para todos los cultivos, excepto en soja de segunda, ya que la fertilización se realiza en el trigo antecesor. “La fertilización con azufre dio un 3% de incremento en el rendimiento en soja en el primer año y 30% de aumento después de diez años, lo cual indicaría un efecto aditivo”, reveló el técnico.
De acuerdo a los ensayos de la red, el nitrógeno fue el nutriente que causó mayor impacto en maíz, el fósforo en trigo y, en soja, el fósforo y el azufre.