Sergio Massa fue demasiado lejos. Y ya no puede dar marcha atrás. O mejor dicho: puede, pero cualquier decisión que no sea colocarse las botas y enfrentar a los candidatos del Gobierno en las próximas elecciones de la provincia de Buenos Aires será interpretada como una mala jugada, un acto de cobardía política o una operación funcional a la Presidenta, quien todavía sueña con perpetuarse en el poder. "¿Por qué tengo que salir a decir qué es lo que voy a hacer ahora si Cristina todavía no mostró todas sus cartas?", se pregunta el intendente de Tigre, ante quienes le piden, ansiosos, una definición concreta.

Pero el problema no es cuándo lo decida. En rigor, tiene tiempo hasta el último minuto del próximo sábado. El problema es qué opción final va a tomar, porque su juego de prolongar el misterio generó una expectativa tan inmensa que traspasó con creces el círculo rojo de la política para instalarse en la opinión pública y en los votantes, muchos de los cuales lo vislumbran como el mejor candidato para inaugurar la nueva era del poskirchnerismo. Mientras le quita horas a "la rosca" y repasa las últimas materias que le faltan para recibirse de abogado, Massa, aunque parezca mentira, todavía sigue "amasando la masa" y "deshojando la margarita". "Un día se levanta con ganas de comerse a los chicos crudos y otro día nos dice «¿para qué me voy a apurar si todavía tengo dos años más para elegir cómo, con quién y en qué cancha quiero jugar?»", me comentó ayer un asesor que pasa con él gran parte del día.

En las últimas horas el ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández intentaba confirmar si el gobierno nacional va a ratificar o va a anular "por única vez" las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO). ¿Por qué duda? Porque dentro del gabinete nacional algunos ministros opinan que el rechazo de la Corte a la reforma judicial y la imposibilidad de incluir la lista de consejeros de la Magistratura en la competencia electoral le pueden dar a la Presidenta la excusa perfecta para suspenderlas. "Llamamos a un par de amigos que trabajan en el Ministerio del Interior. Nos dijeron que para anular las PASO se necesitaría una ley. Está claro que hoy tienen garantizada la mayoría. ¿Pero quiénes asumirían el costo político de mandarlas para atrás?", analizó el hombre de Massa. Ahora parece claro que las primarias de agosto terminarían perjudicando al oficialismo. En especial en la provincia de Buenos Aires. Porque más del 60% del padrón que no votaría de ninguna manera a los candidatos de Cristina las usaría como una interna para terminar eligiendo, en octubre, al postulante con más posibilidades de ponerle un límite a la prepotencia oficial. "Si las cosas siguen así, en octubre, en la provincia, ganará el candidato de la oposición que consiga más votos, sea Massa, De Narváez o Margarita Stolbizer", me dijo un encuestador que puso en la balanza el impacto de las mejoras sociales y el dinero que inyectará el Estado para alimentar el consumo. El considera que la baja del malhumor social se registrará no en agosto sino recién en septiembre, pero que ya será demasiado tarde para el Gobierno porque el resultado de las primarias condicionará el comportamiento de los votantes en las generales de octubre.

De una manera u otra, Massa tendrá que dejar de jugar al gato y al ratón. Su estrategia, además de mejorar su intención de voto en las encuestas, mantiene en vilo no sólo a la jefa de Estado. También condiciona las decisiones de Daniel Scioli, las Francisco de Narváez y las del jefe de gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri. Los que simulan los escenarios electorales de agosto sostienen que, si el intendente de Tigre se anima y hace una buena campaña, podría ganar las elecciones con más del 40% de los votos. Que el Gobierno, si presenta como candidata a la ministra Alicia Kirchner y Cristina se pone la competencia al hombro, podría alcanzar el 35%. Que De Narváez se quedaría con un 15% de voto "propio". Y que Stolbizer podría alcanzar una cifra similar. Pero, ¿qué haría Scioli si Massa llegara "a jugar"? ¿Se quedaría de brazos cruzados, viendo cómo se diluye su posibilidad de transformarse en el sucesor de la Presidenta? ¿O haría competir a su esposa, Karina Rabolini dentro del Frente para la Victoria para impedir que Massa se quede con todo? ¿Se colocaría, junto con Cristina, la campaña al hombro, o se conformaría con incorporar sus candidatos a las listas de De Narváez hasta que el panorama se presente un poco más claro? "El Colorado" ya jugó todas sus fichas. Sólo le queda aguardar a que Massa no se mueva de Tigre, porque eso le garantizaría el primer lugar en la grilla de candidatos de la oposición. Un cabeza a cabeza con Alicia, o con el postulante que decida Ella. A Macri le encantaría que el intendente de Tigre se decidiera porque "colgaría" a alguno de sus hombres en la boleta ganadora y "mataría" tres pájaros de un tiro: a la Presidenta, al gobernador y a su archienemigo íntimo De Narváez, a quien no quiere oír ni nombrar.

Massa, como buen adicto a las encuestas, ya se cansó de simular parte de su futuro. Analizó, por ejemplo, la tormenta perfecta que sobrevendría después de su hipotético triunfo. Imaginó a la jefa de Estado, a Scioli, a De la Sota, a De Narváez, a Hugo Moyano, a Macri y a otros listos para amargarle la existencia. Calculó la pérdida de imagen positiva e intención de voto que le espera por el desfase entre la expectativa que genera alguien considerado casi un presidente, desde una banca de diputado nacional, y sin el más mínimo poder. Evaluó cuántos votos perdería una vez que el Gobierno lo empuje hacia la oposición más extrema y se le empiece a esfumar el electorado que todavía valora muchas de las cosas que hizo el kirchnerismo desde 2003.

Quizá el dato más importante sea el que todavía no midió ninguna encuesta. Es la respuesta a la pregunta sobre cómo caería entre sus seguidores, después de semejante movida, la decisión de no participar o de hacerlo con una lista "gris" en la que no éste en juego su "pellejo" electoral. Algunos ya lo empezaron a asociar con Carlos Reutemann, la esperanza blanca que un día vio algo y se bajó. Otros recordaron lo que le pasó a Mauricio Macri cuando, después de amagar con transformarse en candidato presidencial, aceptó los consejos de Jaime Durán Barba y prefirió evitar lo que le presentaron como una segura derrota frente a Cristina. A partir de ese momento, muchos de sus eventuales votantes lo dejaron de ver como una alternativa posible para empezar a despedirse de la década desperdiciada. Respondieron, en los focus groups donde los ciudadanos se explayan: "No tuvo lo que hay que tener". Y lo bajaron de la grilla de los presidenciales. ¿Será Massa consciente de lo que generó? ¿Se hará cargo, o seguirá jugando a las encondidas?.