Históricamente, el esquema ideológico ha permitido un Poder Ejecutivo con extrema discrecionalidad, a resultas de la inestabilidad de las instituciones, que conlleva una Corte Suprema y un Legislativo poco profesional mayormente alineados con el gobierno de turno. Este cuadro está caracterizado, a su vez, por una burocracia estatal -cada vez más politizada que no logra ser un factor de estabilización.
A partir de la década del 40, los gobiernos adquieren un sesgo populista que caracteriza nuestra historia -con algunas excepciones y que en los últimos años ha hecho carne en el cuerpo social. En consonancia con prejuicios arraigados, tal sesgo trae bajo el ala políticas industrialistas que, ignorando las ventajas comparativas y competitivas, actúa en desmedro de la cadena agroindustrial; especialmente del eslabón primario. Paradójicamente, este eslabón resulta -per se demandante y generador de industrias porque cada vez más lo agrario se amalgama con lo industrial.
El esquema ideológico opera como paradigma que impide dentro de una estructura institucional débil en defensa de los derechos de propiedad entender la cadena agroindustrial como parte de un todo. La "ideología industrialista", basada en un nacionalismo más bien ingenuo, promueve el consumo y discrimina el agro, como si éste no fuese parte de una secuencia industrial. La obra de Keynes y del estructuralismo latinoamericano le da sustento intelectual, con foco en la distribución progresiva del ingreso y el pleno empleo, objetivos que pretende alcanzar sin lograr sostenerlos.
De la mano de la teoría de la dependencia y del estructuralismo latinoamericano, se instala la idea de que entre la industria y el campo existe una suerte de dualidad que, en una suerte de mercantilismo trasnochado, exige tipos de cambio diferenciales y un fuerte proteccionismo. La idea de que el país es una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD) concluye que el principal impedimento en el desarrollo es el cuello de botella en la disponibilidad de divisas. De acuerdo con ello, habría dos sectores de productividades netamente diferentes: el primario y el industrial. El primero tendría una marcada ventaja comparativa respecto de las demás actividades con una productividad excepcional, imposible de alcanzar para el resto.
Tal ideología no toma en cuenta la visión de cadenas de valor y, así, olvida que desde el agro se originan industrias aguas arriba y aguas abajo. Resulta patético que, a esta altura de la historia, las políticas industrialistas se afiancen más que nunca como si tal dualidad fuese una verdad inmutable.
Con renovado ímpetu, se decide sobre la premisa de que coexiste un sector primario, con una renta de la tierra extraordinaria de la que se apropian los dueños de la tierra y un conjunto de industrias que tienen una productividad menor. De acuerdo con ello se hace necesaria una acentuada protección con tipos de cambio diferenciados. En consecuencia, se difunde la importancia de proteger la actividad industrial y de elevar el poder adquisitivo del salario y de la caja fiscal con impuestos a la exportación. Acá se esconde la búsqueda del Ejecutivo por mayor poder mediante un farisaico asistencialismo para mantener un electorado cautivo.
La ideología imperante no considera -porque no comprende el espíritu emprendedor que la actividad agraria y agroindustrial tienden a crecer en red. Es decir, de múltiples empresarios en gran parte, pequeños y medianos entrelazados entre sí. Se trata de tenedores de la tierra, del capital, de los servicios y de la dirección y coordinación, que actúan en la avanzada tecnológica, con estructuras flexibles y códigos de conducta similares a los de países desarrollados.
Como si volviéramos a ver una vieja película, los resultados están a la vista: la cuenta corriente amenaza la economía en un escenario donde el déficit fiscal crece por la apremiante necesidad de mantener el poder, al tiempo que ahuyenta la inversión y sostiene la inflación. Si bien la situación es cruel, no resulta fatídica. Por el contrario, el instrumental está disponible y el cuadro de demanda internacional sigue de parabienes. Resta reconstruir la estructura ideológica. Menuda tarea ¿no?.