Por eso es importantísimo entender el papel de las instituciones en la vida de un país, o región, para poder explicar el éxito o el fracaso de las políticas que allí se aplicaron.

"Instituciones, instituciones, instituciones" es también el encabezamiento de un capítulo del libro Why Nations Fail, de Daron Acemoglu (que llega a Buenos Aires en estos días) y James Robinson. Este trabajo, de inminente aparición en castellano con el título Por qué fracasan los países , ha generado mucho interés en el mundo académico y en todos los ámbitos interesados en entender el desarrollo y aplicarlo a sus propias realidades.

"Los países fracasan hoy porque sus instituciones económicas extractivas no crean los incentivos necesarios para que la gente pueda ahorrar, invertir e innovar -explican los autores-. Este tipo de instituciones consolida el poder de aquellos que se benefician de la extracción. Las instituciones extractivas, tanto económicas como políticas, pueden ser muy diferentes en los diferentes países donde se aplican, pero son la raíz de los fracasos de esos países."

"Los países pobres son pobres no por su posición geográfica o por su cultura o porque sus líderes no conozcan las políticas que enriquecerían a sus habitantes", señalan. El caso es que durante mucho tiempo predominaron algunas de estas explicaciones del atraso, incluso algunas derivadas de la posición geográfica, como el atraso basado en el tipo de clima del país. Un alto empresario americano tenía una frase que ejemplifica esta idea: "No se puede hacer negocios con gente que no usa sobretodo". Todas estas supuestas causas del atraso (geográficas, culturales, de religión, de desconocimiento por parte de los que mandan de lo que da resultado para el país) se analizan y se rechazan en el trabajo que citamos. Los autores explican que los que producen el atraso de un país saben bien lo que hacen, pero no les importa, pues ellos se enriquecen con las medidas que adoptan.

¿Qué quieren decir los autores por políticas inclusivas?: "Para ser inclusivas, las instituciones económicas deben asegurar la propiedad privada, constituir un sistema legal no sesgado y proveer, coordinar o regular la provisión de infraestructura y servicios públicos eficientes, además de permitir o facilitar la entrada de nuevos empresarios y nuevos negocios, y que la gente pueda elegir sus carreras."

Las instituciones extractivas son las opuestas, es decir, no aseguran con claridad los derechos de propiedad, el sistema legal es un brazo de los que están en el poder o un aparato para discriminar a la mayoría de la gente y beneficiar a unos pocos (cosa que se va comprobando con el paso del tiempo), la infraestructura y los servicios públicos no son eficientes y dificultan la competitividad, no se puede importar o exportar libremente (hay que tener aprobación previa DJAI y, para exportar, los ROE o similares), se dificulta la entrada de competidores (altas barreras proteccionistas) y se beneficia a los empresarios amigos. Los autores concluyen: "Nosotros llamamos instituciones económicas extractivas a aquellas que son diseñadas para extraer ingresos y riqueza de una parte de la sociedad a fin de beneficiar a otro grupo diferente de la misma". En otras palabras, diseñadas para beneficiar a los amigos de los que mandan e, indirectamente, a ellos mismos.

Los incentivos están desviados en países con políticas extractivas: "Un empresario que espera que el producto de su esfuerzo pueda ser tomado ilegalmente, expropiado o transferido enteramente al gobierno con impuestos, tendrá un muy pequeño incentivo para trabajar, y tampoco tendrá incentivos para invertir o innovar". Es fácil advertir que esa sociedad va a ir declinando relativamente con el paso del tiempo.

En el caso de la Argentina, las instituciones nunca fueron muy firmes. Parecieron consolidarse con la Constitución de 1853, pero siempre con debilidades importantes a pesar de los logros efectivos. Después del golpe de Estado del sábado 6 de septiembre de 1930 -una ruptura muy importante de la institucionalidad- las cosas fueron decayendo como por un tobogán, primero lentamente y después cada vez más rápido. En los últimos años, el proceso se aceleró aún más, a pesar de haber gozado de 30 años seguidos de democracia. Se llegó al hecho insólito de poner "diputados testimoniales" en las cabezas de las listas para las elecciones, diputados que nunca iban a asumir. Un engaño a la gente. Casi todas las provincias cambiaron sus Constituciones para que sus gobernadores pudieran ser reelegidos, en muchas de ellas sin ningún límite, "eternamente", algo que antes estaba celosamente prohibido. Se procura lograr un relato uniforme de lo que pasa y se ataca a los medios que tienen un discurso opositor. Las estadísticas se distorsionan para mostrar cifras favorables al Gobierno y se trata de acallar a los que pueden demostrar cifras distintas.

En el terreno económico, desde hace 70 años hemos sufrido inflación, hiperinflación, devaluaciones y maxidevaluaciones. Se cambiaron los depósitos bancarios por un bono del Estado a diez años (ya van dos veces), y también se cambiaron los depósitos en dólares por pesos de manera compulsiva y luego se devaluó al triple la moneda local. Los gobiernos han ejecutado expropiaciones sin compensación, han aplicado cambios impositivos inesperados y tasas impositivas que, sumadas, en muchos casos son expropiatorias. Han legislado bonos estatales de ahorro obligatorio forzado, han fijado y fijan precios de venta de muchos productos, precios congelados por el Estado; han hecho licuaciones de salarios y del ahorro por la inflación, han promovido "blanqueos" impositivos cada tanto para justificar a aquellos que se quedaron con dinero de la comunidad. Mucha gente se enriqueció con estas políticas y la mayoría de la población se empobreció relativamente. La pobreza era de alrededor de 5% en 1983 y ahora, según fuentes que calculan bien el costo de vivir, es de alrededor de 25%.

Creo que nos viene bien vernos objetivamente. Sin pretender mucho, podemos compararnos con la evolución de nuestros países vecinos y quizá así se nos caiga el velo que oculta a muchos nuestra verdadera realidad. Después, debemos analizar las causas de esa declinante evolución. Analizar a nuestros dirigentes, que son muy cambiantes, al punto de que pasan de ser funcionarios clave de un gobierno a la pretensión de convertirse en los que lideran la oposición a ese mismo régimen. Y debemos analizar también las instituciones económicas, para descartar las que implican ventajas para los amigos del poder y falta de incentivos para todos los demás.

Sólo tenemos restos de instituciones políticas y económicas. Nuestros líderes del pasado y del presente no las han cuidado lo suficiente. Para ellos casi todo vale, todo es posible, no conocen los límites que se fijan las sociedades para crecer y ordenar la vida comunitaria. Es fundamental reconstruir las instituciones básicas del país, también reconstruir a los partidos políticos y respetar las reglas del juego de la economía. Sin esto, las elecciones nos llevarán siempre a la esperanza, pero no llegaremos a concretar el resurgimiento del país, que cada vez se presenta más difícil. Necesitamos instituciones, instituciones, instituciones.