El 30 de junio (30-J) es la nueva fecha clave para la política agropecuaria argentina. Todo parece indicar que ese día el país incumplirá por sexto año consecutivo con las exportaciones de cuota Hilton, cuyo ciclo vence en esa fecha, habiendo exportado hasta el momento el 50% de las 30.000 toneladas de esta cuota. Un hito triste para la historia de nuestro país, que supo instalar al "Argentine Beef" como un producto líder a nivel mundial en los tiempos en que Moreno era sólo el apellido de uno de nuestros más distinguidos próceres de 1810. Y un símbolo del fracaso de la política cárnica del kirchnerismo, que no logró abaratar la carne y abandonó centenares de oportunidades de exportación.

El último año en que el país cumplió con la totalidad de la Hilton fue en el ciclo 2006/2007, poco antes del inicio de la política de cierre de las exportaciones. Una política esgrimida por el entonces presidente Néstor Kirchner y luego por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, con el pretexto de inundar de carne barata el mercado interno. Nadie reparó en ese momento en que la carne producida para la cuota Hilton poco y nada tiene que ver con las necesidades locales, y la compuerta también se cerró para este mercado.

En un primer momento, sólo los productores notaron los nefastos efectos del cierre del mercado. El precio de la hacienda se desplomó, lo que precipitó una liquidación de vientres que llegaría a "comerse" 12 millones de cabezas. Pero a ningún frigorífico le preocupó, ya que el bajón de precios proveyó a las plantas de abundante carne a precio bajo. Los consumidores también fueron engañados por la promesa de carne barata en un mundo que se disputaba la carne, una ilusión que duró apenas unos meses.

Cuando la liquidación de vientres alcanzó niveles alarmantes, el precio empezó a recuperarse, para alegría de los productores. Y entonces les tocó a los frigoríficos vivir el lado B de la política oficial. Vinieron suspensiones, cierres, y dolores de cabeza para los empresarios que, lejos de ser consolados por el todopoderoso Moreno, seguían siendo presionados para aportar carne barata al mercado. La Hilton, un rubro donde antiguamente los empresarios se "mataban" por ganar nuevas toneladas, se convirtió en un salvavidas de plomo. En tanto, los productores que llegaron a ver la suba de precios ganaron, pero fueron muchos más los que quedaron en el camino. Entre ellos, muchos grupos de productores exportadores, un negocio de valor agregado que supo reportar muchas divisas al país.

Hoy, frigoríficos y productores están en igualdad de condiciones. Ambos están asfixiados por las malas condiciones imperantes para producir, por el atraso cambiario, por la suba de costos y por los pesados impuestos. La receta de Moreno para abaratar la carne ya demostró sobradamente no ser buena ni mágica. Hasta los industriales cárnicos que más defienden el modelo lo reconocen, aunque en las reuniones de los viernes finjan pleitesía al todopoderoso secretario de Comercio Interior.

Luego de esta penosa experiencia, está probado que no hay recetas mágicas para la carne. Los países que lograron producir más y exportar con éxito, como Uruguay, lo saben. Primero se necesita un mercado libre, un tipo de cambio competitivo y reglas claras y estables a largo plazo. Sólo así un productor puede apostar a un animal cuya crianza, dependiendo del fin, puede llevar entre un año y medio (para un ternero) y tres años (para un novillo). Sólo así los industriales pueden reactivar fábricas y retomar personal que quedó suspendido. Luego se necesita recuperar los mercados perdidos y ganar nuevos. La posibilidad de exportar es el mejor y más eficaz incentivo para el aumento de la producción. Finalmente, necesitamos promover la producción y el consumo de pollo y cerdo, carnes que crecieron en los últimos años, pero que pueden seguir creciendo y reemplazar en parte el alto consumo de carne roja por parte de los argentinos.

El 30-J es la fecha de un nuevo fracaso, que es el nuevo incumplimiento de la Hilton. Pero esta fecha puede ser un llamado de atención a los que nos gobiernan, para que tomen conciencia de que aún podemos rectificar el rumbo. Propongo entonces que empecemos a trabajar ya, Gobierno y sector privado en conjunto, generando políticas y reglas claras a largo plazo, para que podamos recuperar este codiciado negocio y todos los referidos a la exportación de carnes, que tanto trabajo y satisfacciones le generó al país. Así el 30 de junio de 2014 podamos estar orgullosos de haber recuperado una de nuestras producciones más emblemáticas y miremos esta penosa etapa vivida como un mal recuerdo de un pasado que no volverá.