La fortuna de Cristina Kirchner y su esposo se había vuelto sospechosa mucho antes de que saliera a la luz el circuito de dinero negro que, al parecer, montó el empresario Lázaro Báez.
Pero los detalles sobre ese submundo empeoran el significado del blanqueo que la Casa Rosada ofreció a quienes atesoraron dólares al margen de la ley. En el seno de la dirigencia política se afianza la idea de que el próximo cambio de gobierno debe coincidir con una revisión de las fortunas que se acumularon durante los diez últimos años y cuyo origen pueda ser controvertido. La oposición adelantó que, apenas se modifique la relación de fuerzas parlamentarias, someterá a examen a aquellos que se hayan beneficiado del nuevo jubileo. Más apocalíptico estuvo el sindicalista Gerónimo Venegas: vaticinó que, si llega al poder, el peronismo disidente "confiscará los bienes de los políticos corruptos". Vuelve, catártica, la fantasía de un mani pulite a la criolla.
El acelerado cambio de contexto precipita reacciones defensivas. Por ejemplo: Fabián de Souza, socio y gerente general de Cristóbal López, anunció anteayer que el empresario del juego creará un nuevo holding para administrar sus activos petroleros.
La compañía no será argentina, sino estadounidense. Tendrá sede en Nueva York y se llamará Centenary International Corporation.
Desenfadado, López abjuró de los dogmas del proyecto nacional y popular para que la finalización del mandato de la señora de Kirchner lo encuentre bajo jurisdicción norteamericana.
De Souza anticipó que López intentará comprar Petrobras Argentina a través de Centenary. Adelantó que esa operación sería financiada por entidades locales -US$ 110 millones, tal vez del Banco Macro- e internacionales -US$ 768 millones-. Y que esa deuda sería saldada a través de una colocación de acciones de la nueva compañía en Wall Street.
El ceremonial de De Souza fue inusual: convocó al periodismo a un salón del Sheraton de Córdoba y Maipú un sábado por la tarde. También asombró su confianza en conseguir fondos para una aventura energética local, cuando YPF exhibe enormes dificultades frente al mismo objetivo. De lograrlo, López tendrá más derecho que Miguel Galuccio al título de mago. La otra curiosidad es que De Souza anunció el cambio de nacionalidad de las empresas como quien habla de mudar de camisa. Hay que suponer que el traspaso requerirá una venta o una fusión, lo que requeriría autorizaciones oficiales. También que la contabilidad será adaptada a un régimen mucho más exigente. A favor de López opera un antecedente: ya le permitieron operar un casino cerca de Miami.
Los anuncios de De Souza se comprenden mejor a la luz de sus inconvenientes para comprar una porción significativa de Petrobras Participaciones, la sociedad española que controla el 67% de Petrobras Argentina. El lunes pasado, en las oficinas de López dijeron que la transacción estaba concluida. Pero al día siguiente la presidenta de la petrolera brasileña, Maria das Graças Foster, declaró ante el Senado de su país que la oferta de López no era la única y que se estudiaría sin prisa.
Foster teme que la venta de Petrobras Argentina a "un amigo de Cristina Kirchner", como caracteriza la prensa de Brasil a López, produzca un escándalo inmanejable. Como relató un empresario brasileño, "en San Pablo estamos sorprendidos con De Souza: Petrobras le cambia las condiciones y él las acepta, aunque cada modificación le cueste 50 millones de dólares más".
En el directorio de Petrobras no están cómodos con el esquema financiero propuesto por López. Por esa razón en el sector energético aseguran que el empresario busca un banco norteamericano que estructure un crédito que él garantizaría con sus propios recursos. Galuccio pondría a salvo su autoestima. Como es una ingeniería compleja, De Souza anticipó que la eventual adquisición se producirá en 60 o 90 días.
DE LÓPEZ A MR. LÓPEZ
El cambio de nacionalidad de las empresas supera el deseo de diseñar un financiamiento presentable para la compra de Petrobras. López cree que, convirtiéndose en Mr. López, la riqueza que acumuló en los últimos diez años mejorará de aspecto. Para el mismo fin convocó a Oscar Vicente, figura histórica del negocio petrolero, para presidir el nuevo emporio, al que llamo Centenary. Plata vieja.
La metamorfosis es conocida. La realizaron los Macri y, antes que ellos, los Bulgheroni. Los Eskenazi no pudieron completarla. Quedaron en la fase de crisálida. López intenta, antes de que cambie el gobierno, convertirse en mariposa.
En los Estados Unidos no deberían escandalizarse. Allí se acuñó la expresión "robber barons" para los magnates que amasaron algunas de las grandes fortunas de fines del siglo XIX gracias a la influencia política y la explotación de monopolios. Rockfeller, Vanderbilt, Carnegie, Astor merecieron ese adjetivo desdeñoso. En la Rusia de Putin se cursa un ensayo parecido.
De Souza quiso desmentir esa imagen de su grupo. "No somos blanqueadores de dinero; no tenemos plata en negro", aclaró, y negó que su jefe sea testaferro de los Kirchner. Dijo que se trataba de "versiones mediáticas que surgen de sectores del establishment que pierden posiciones frente a empresas nacionales como la nuestra". El socio de López todavía no adecuó los argumentos a su anuncio. No debería atribuir los ataques a la condición de industriales nacionales. Eso eran antes. Ahora son norteamericanos. En cualquier momento alcanzan a José Luis Manzano, quien para los negocios de energía es inglés.
El nuevo packaging de López es contradictorio con el imaginario kirchnerista. En 2007, la Presidenta celebró el desembarco de los Eskenazi en YPF como una "argentinización". En 2011 estatizó esa petrolera en nombre de la "soberanía hidrocarburífera". Ahora uno de los patriarcas de la burguesía nacional se disfraza de Tío Sam porque el origen autóctono de sus fondos resulta sospechoso no en París, sino en Río de Janeiro.
López necesita desacoplar su imagen de la del Gobierno. Había programado su extranjerización hace meses. Pero el escándalo Báez aceleró la migración. Su canal C5N alimenta las denuncias de corrupción, aunque lastimen al Gobierno. Pero, aun así, el despegue no es sencillo. A López le resulta ofensivo que se crea que su patrimonio surgió con los Kirchner. Es verdad: antes de que el matrimonio llegara al poder él ya se había desarrollado como prestador de servicios petroleros y concesionario de casinos.
Sin embargo, su fortuna tuvo una multiplicación geométrica gracias a la Presidenta y a su esposo. El decreto más provocativo que firmó Kirchner como presidente fue a medida de López. Refrendado por Alberto Fernández y su hermana Alicia, le extendió la concesión de las tragamonedas de Palermo desde 2017, en que vencía el contrato, hasta 2037. Eso sí: también exigió agregar 1500 máquinas a las 3000 que ya tenía. Fraternal exigencia. Kirchner dictó esa medida cinco días antes de dejar la Casa Rosada, y Carlos Zannini la hizo publicar el 31 de diciembre de 2007. Un feriado. López recibió muchos otros beneficios del kirchnerismo. Pero sobre ese decreto dispendioso se construyó la persuasiva teoría de que su riqueza y la de la Presidenta están entrelazadas.
¿Pactó López con la señora de Kirchner el trasplante de sus firmas? La incógnita es relevante. Indicaría que dentro del oficialismo alguien está elaborando, ante la eventualidad de una derrota, una estrategia de salida. A la luz de esta hipótesis, muchas iniciativas de Cristina Kirchner adquieren nueva luz. El blanqueo de fondos mal habidos, la colonización del Consejo de la Magistratura, y la guerra final contra la prensa podrían ser, a la vez, los movimientos de una expansión y las maniobras preventivas de un blindaje.