Es la fórmula dictatorial que aplicó Malasia, que tiene adeptos en la Argentina y que hasta alguna vez recomendaron los economistas del Plan Fénix. "Las monedas extranjeras sólo deben usarse para el comercio exterior y no se pueden comprar y vender como si fueran una mercancía." Es un pensamiento autoritario, de restricción de las libertades. El Gobierno lo está aplicando gradualmente.
Primero prohibió, sin una ley, el ahorro en moneda extranjera. Está prohibido, según dice la presidenta del Banco Central, la "formación de activos externos". Es decir, es obligatorio sufrir la inflación. Quedarse con los pesos en el banco o en la casa, o prestárselos a YPF o al Estado, a riesgo de sufrir un default. Y en el mejor de los casos cobrar de interés menos que la inflación.
El problema es que quienes tienen pesos tratan de escapar de la depreciación constante y sostenida de la moneda, que cada vez compra menos cosas. Las autoridades, además, han tomado medidas que profundizan el problema.
El cepo publicitario tiene como objeto dañar económicamente a los medios de comunicación que no aceptan ser meros órganos de propaganda estatal. Pero la suspensión de la publicidad de electrodomésticos, por ejemplo, derrumbó las ventas. "No existe el comercio minorista sin publicidad, es imposible que las familias que en los últimos años aprovecharon las cuotas sin interés para comprar artículos se interesen ahora por comprar los nuevos y más equipados si no se enteran de que existen por la publicidad y las promociones", dicen especialistas del sector.
Las mediciones de la UCA y TNS-Gallup para el Índice General de Expectativas Económicas (IGEE) mostraron que la opinión generalizada es que en abril se alcanzó el peor momento en los últimos tres años para hacer esa clase de compras.
Era una vía para que muchos pesos trataran de escapar de la inflación, mantuvieran el nivel de actividad y, sobre todo, no se volcaran al dólar blue. Pero Guillermo Moreno lo hizo de nuevo. Ahora el secretario de Comercio Interior intenta revivir esa publicidad destinándola únicamente a los medios oficialistas, que ya reciben millonarios subsidios en pauta publicitaria injustificable. Trata de reanimar las ventas y de que la gente lea los casi desconocidos medios paraestatales.
Moreno y su colega Axel Kicillof dicen que el dólar blue no tendría por qué aumentar por la aparición del generoso subsidio al blanqueo de capitales. Pero por las dudas el primero salió con una operación relámpago de amenazas y presiones para tratar de hacerlo desaparecer.
La única manera de entrar al blanqueo y quedarse legalmente al menos con papeles que representan dólares es usar divisa adquirida en los mercados informales. No sirven los pesos. Kicillof discursea que "la gente no tiene guardadas montañas de pesos en negro" con los que podría ir a presionar al mercado blue a cambiarlos. Es un pensamiento absurdo. La gente está comprando dólares blue con sus pesos en blanco porque no quiere pesos.
Los banqueros están secretamente alarmados por el rumbo que toman las cosas. Hasta ahora pareciera que los depósitos en moneda local no han corrido detrás del dólar informal. No hay una fuga generalizada de depósitos. Muchos se preguntan cuánto tardará en ocurrir al ritmo que el Gobierno se mueve en su incesante sucesión de barrabasadas económicas.
En el Gobierno están convencidos de que todo dinero que está ahorrado en dólares no está declarado, proviene de la evasión o fue comprado en el mercado informal.
La idea de Moreno es que las "cuevas" dejen de mover billetes y se dediquen a transar los Cedin en un mercado secundario, que no tendrá cotización oficial.
En ese mercado también será más fácil que circulen Cedin falsos. El propio Moreno no quiere terminar con las actividades que Ricardo Echegaray llama ilegales. Quiere que comercien otra cosa: "Algo les tengo que dar", para que comercien en lugar de dólares blue, dijo en privado.
El Gobierno emitiría así dos monedas. Una, el peso, para las transacciones diarias. La otra, una nueva, el Cedin, nominada y convertible a dólares. Serviría para ahorrar y nominar las operaciones más valiosas, como las inmobiliarias. Sería algo así como querer cambiar el blue por el "dólar Cristina", con el que habría que resignarse a no recibir nunca más un verdadero dólar para ahorrar.