Faltan pocos días para el comienzo pleno de la siembra de granos finos y los productores analizan las variables para salir de la incertidumbre. La campaña pasada fue la peor en mucho tiempo, la cosecha de gruesa está arrojando resultados dispares y el clima para el invierno es un acertijo. En ese contexto, el Gobierno anunció esta semana medidas que pretenden impulsar un repunte del área sembrada con trigo, pero los productores no parecen estar muy conmovidos.
Clarín Rural reunió en Mar del Plata a productores y asesores de las principales zonas productivas de la fina, para repasar las enseñanzas de la campaña pasada y comprender cómo se toman las decisiones en este contexto.
En la zona núcleo, los cultivos de verano tienen un peso muy difícil de contrarrestar y a los granos finos les cuesta cada vez más hacerse un lugar en la rotación. “La idea para este año es volver a hacer un poco más de trigo, pero no se va a llegar a sembrar lo que sembrábamos hace seis años. El trigo ocupará entre un 15% y un 20% del área, sobre todo en campo propio, para tratar de no desarmar las rotaciones. En campos de terceros sigue sin entrar, y la soja de primera seguirá siendo el 50% de la rotación”, dice Lisandro Gordoasi, quien maneja unas 8.000 hectáreas en San Pedro, en el norte de Buenos Aires.
Alejandro Bolton, de Tandil, ya en la zona que es el núcleo triguero nacional, también hace una marcada distinción entre campos propios y alquilados. “Estamos planificando lo que es campo propio con rotaciones normales, con la misma cantidad de fina que teníamos prevista, esperando márgenes brutos malos pero tratando de mantener esa superficie. En los campos alquilados la situación es más complicada”, afirma.
La rentabilidad difiere mucho entre una y otra, y la preocupación del productor por la sustentabilidad ambiental, también.
Sean Cameron, productor de la zona de Necochea, en el sudeste bonaerense, dice que aun no sabe exactamenete lo que va a sembrar, aunque en su zona la fina es una premisa inalterable. “La única decisión que ya tomé fue sembrar algo de colza. Creo que es un año de decisiones tardías, lo que nunca es bueno”, dice. Pero agrega que la incertidumbre existe con respecto a qué hacer, no a cómo hacerlo. “Todos sabemos que lo que hagamos lo vamos a hacer bien”, asegura.
Hacerlo bien, según Cameron, es utilizar toda la tecnología disponible y llevar a cabo un manejo adaptado a las necesidades. La variable climática ha mostrado en los últimos años una gran inestabilidad y los datos históricos de poco sirven. A los productores, entonces, les resulta más necesario que nunca seguir de cerca los cultivos. “Lo único que se puede hacer es monitorear los lotes en forma periódica. El manejo general va a ser el mismo pero más caro. Si hay que aplicar dos veces fungicidas nadie se va a asustar”, dice Bolton.
Santiago Barberis, asesor de campos en el norte de Buenos Aires, coincide. “El uso de dobles aplicaciones estaba muy poco difundido en nuestra zona y el año pasado se hicieron con buenas respuestas”, dice. Y agrega: “El cultivo es el que va indicando la necesidad que tiene de ser protegido. Con aplicaciones en los momentos necesarios se pueden hacer muy buenas protecciones; las herramientas están”.
Las malezas resistentes son otro tema que ha ganado importancia en los últimos tres años. Barberis explica que para el trigo se buscan aplicaciones más precisas que protejan al cultivo hasta el final. “Tratamos de hacer alguna aplicación con glifosato o herbicidas hormonales a fines de abril y llevar los residuales que son específicos del trigo lo más cerca posible de la siembra. En años anteriores nos estaba pasando que la persistencia de estos herbicidas se perdía y podía haber algún escape de malezas que complicara a la soja de segunda”, dice el asesor.
Con respecto a la elección entre el trigo y la cebada -que el año pasado se llevó una gran parte del área sembrada-, hay diferentes visiones según la región. Desde la zona núcleo, Gordoasi dice: “Los productores que hicieron cebada por primera vez el año pasado y se quemaron, no creo que la vuelvan a hacer. No solo hubo una mala campaña en cuanto a rendimientos, sino que además hubo que comprar más caro que lo que se había vendido para cumplir con los convenios”.
El tandilense Bolton, en cambio, dice que la decisión más común será la cebada. “El trigo quedará solo para esas zonas en las que no hay otras opciones. Pero la cebada en mi zona hoy es una muy buena opción porque te da la posibilidad de comercializarla como forrajera o para malterías, te libera los lotes diez días antes y te asegura una soja de segunda”.
Cameron recuerda que el año pasado los rendimientos de cebada no fueron los que se esperaban, que hubo problemas en cosecha y que encima las sojas de segunda fueron golpeadas por las heladas de marzo.
Agustín Bilbao, asesor del sudeste de Buenos Aires, también explica que hubo muchos problemas de enfermedades y anegamiento en cebada que bajaron los rendimientos, sumados a problemas de quebrado que generaron pérdidas de cosecha de 400 a 1.200 kilos por hectárea.
“El productor está un poco desencantado con la cebada, pero en ese cultivo también tracciona mucho la soja de segunda, por lo que tanto no va a cambiar. Va a volver a ser el cultivo más importante de invierno en esta zona”, asegura Bilbao.
La hora de la verdad está por llegar y parece que el trigo repuntará un poco, pero en muchas partes no puede competir con el combo cebada/soja de segunda. En pocas semanas, estará la verdad.