El informe de anteanoche en el programa Periodismo para todos , de Jorge Lanata, con testimonios y documentos que sacan a luz, según la denuncia, el circuito de dinero negro del empresario Lázaro Báez, subraya un rasgo inconfundible del kirchnerismo: su pasión por negocios opacos en los que no es fácil discernir lo público de lo privado.
La Justicia debe determinar el valor penal de ese reporte. Ayer Elisa Carrió lo agregó a la causa en la que, desde hace ocho años, se investiga si Báez integraba una asociación ilícita junto con Néstor Kirchner. Cuando llegó al juzgado de Julián Ercolini, Carrió se enteró de que el expediente había sido derivado a Sebastián Casanello, designado por el oficialismo el año pasado en el Juzgado Nº 7.
Los rivales del Gobierno comienzan a saturar los tribunales. La escena política, en cambio, está vacante. La oposición tardó en tomar una iniciativa frente a las denuncias. Y los funcionarios guardan silencio.
Es probable que ellos encuadren los detalles divulgados en la investigación como "una cuestión entre privados". La misma definición que aplicaron al caso Skanska. Se escudarán en que las referencias a servidores públicos son fugaces. Leonardo Fariña, el operador financiero de Báez al que se grabó con una cámara oculta, asegura que Kirchner instruía a Báez sobre la organización de los negocios. También atribuye a una decisión de la Presidenta que Báez lo haya separado de sus tareas. Y menciona a Julio De Vido "cerrando licitaciones" en la financiera que sacaba del país los fondos negros, a la que llama "La Rosadita".
¿No debería Cristina Kirchner aclarar este entramado? Por mucho menos, la valija con 800.000 dólares del venezolano Guido Antonini Wilson, dio una conferencia de prensa que puso al borde de la ruptura las relaciones con los Estados Unidos. ¿Cuál será el complot oculto tras la incontinencia de Fariña?
Más allá de sus efectos judiciales y políticos, la presentación de anteanoche en TV refuerza la imagen del kirchnerismo que acostumbra a trazar la prensa crítica. Una descripción que, vista desde Olivos, podría denominarse "el relato". El "otro relato".
En la Casa Rosada se enteraron sólo el jueves pasado de que el domingo sería
divulgado un dossier sobre la corrupción oficial. Los funcionarios estaban en
vilo. Ninguno sabía de qué se trababa. El entorno material en que se movía el ex
presidente es un misterio aun para su familia. Nadie conoce todo el cuadro.
Verificar que el foco se había puesto sobre Báez los puede haber aliviado. La
investigación periodística pasaría su rastrillo en tierra arada. Era sabido que
Báez, el santacruceño de quien Fariña y el financista Federico Elaskar cuentan
que transfirió al exterior 50 millones de euros no declarados, pertenece al
corazón del poder. Desde 2003, empresarios y funcionarios comentan que "Lázaro
es Néstor". Carrió lo llamó "el testaferro de Kirchner".
Al poco tiempo de morir su esposo, el martes 11 de enero de 2011 la Presidenta
se reunió con Báez y con Cristóbal López, a solas, en Olivos. Al día siguiente,
se enfureció al leer que un diario consignaba el encuentro. Lo había preparado
ella, sin intermediarios, para que no trascendiera. ¿Quién había filtrado el
dato? ¿Báez o López? ¿Estaba la señora de Kirchner ante el comienzo de una
traición patrimonial? Fariña confiesa, mientras era grabado por la cámara
oculta, que él hacía cosas de las que "Cristina no tenía que enterarse". ¿Báez
le ocultaba un delito o la estaba "pasando"?
El déficit de información oficial es llamativo. ¿Cómo se explica que un gobierno que aspira a controlar todo no pusiera bajo su lupa a Fariña? Este contador de La Plata salió del anonimato apenas murió el ex presidente. La irrupción fue muy sonora. Ya antes de casarse con Karina Jelinek se había convertido en un ejemplar de la farándula que amenizaba la TV vespertina. También su vinculación con el kirchnerismo se conoció temprano. Si hasta circuló la leyenda urbana de que era el hijo natural al que Kirchner había dejado como herencia un fideicomiso. Fariña ya era una figura estruendosa cuando tomó contacto con los periodistas de El Trece. Conclusión: el aparato de observación del Gobierno no pudo registrar los movimientos de un exhibicionista. Tampoco los de Lanata.
¿Habrá que admitir que el periodismo no está vigilado en la Argentina? Tal vez sea más adecuada la frase con que Borges describe a Carlos Argentino Daneri: "Es autoritario, pero también es ineficaz".
Las revelaciones de Fariña y Elaskar son el síntoma de que algo se fisuró en el seno del poder. ¿Cómo es posible que el kirchnerismo, que hizo circular por el mundo casi sin dejar rastros cientos de millones de dólares pertenecientes a Santa Cruz, quede expuesto por traficar 50 millones de euros? La hipótesis más atractiva afirma que esta involuntaria glasnost es otra dimensión de la transición de Kirchner a su viuda. Una versión benevolente señala que los escándalos ocurren porque la Presidenta, displicente frente a los negocios, ha dejado desatadas dinámicas que su marido controlaba como nadie. En materia de dinero, dicen los que la conocen, ella sólo confía en dos personas: Osvaldo Sanfelice y Sonia Forniciaro.
En el sistema de Báez también figura Fabián Rossi, al que señalan como el gestor de la sociedad offshore de Panamá. No es el único contacto de Rossi con la política. Su esposa, Iliana Calabró, acaba de ser candidata derrotada a senadora de Italia, secundando a Esteban Caselli, el ex embajador de Carlos Menem ante la Santa Sede, a quien la prensa italiana ha retratado como un "pericoloso" operador de negocios turbios. Caselli, otro vecino de Puerto Madero, con inmunidad diplomática.
Los desarreglos de Báez, Fariña, Elaskar y Rossi traen a la memoria los desaguisados de Amado Boudou con "Nariga" Núñez Carmona y Alejandro Vandenbroele, que ahora reclama una indemnización estatal para su misteriosa caja The Old Fund por la expropiación de Ciccone. Completa la galería de celebridades Sergio Schoklender, el "Fariña" de Hebe de Bonafini en el programa de viviendas para desamparados Sueños Compartidos.
Fariña, Elaskar, Rossi, Vandenbroele, Schoklender reemplazaron a la gran escuela de gestoría de los McLaughlin, Gutiérrez o Eskenazi. Comparados con sus pintorescos sucesores, aquellos confidentes de Kirchner parecen los Rothschild.
La sobreexposición de Báez es inoportuna. Estalla cuando el Gobierno propone una reforma judicial para "fortalecer al Estado ante las corporaciones". ¿Se referirá a corporaciones como la de Báez? Porque si algo ilustra este escándalo es la debilidad que adquiere lo público cuando lo privado ocupa ambos lados del mostrador.
El empresario sospechado lidera uno de los consorcios favoritos para la realización de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Sus socios son la china Sinohydro y, como casi siempre, Iecsa, la firma que Franco Macri dejó en manos de Angelo Calcaterra, el primo hermano de Mauricio.
El poco edificante cuadro pintado por lo que se vio en TV confirma la topografía de la corrupción. Las trapisondas transcurren en Puerto Madero, dentro de un edificio cuya construcción solventó el banquero Jorge Brito. Es la casa de Boudou y Cristóbal López. La Presidenta tiene allí dos departamentos y ocho cocheras. Se llama Madero Center. La historia lo recordará como la Sierra Maestra de la revolución nacional y popular.