WASHINGTON.- Pocas cosas generan consenso en estas horas en la capital de Estados Unidos, dividida por el impacto de los recortes que debe aplicar el presidente Barack Obama, como el diagnóstico de incertidumbre y de desconfianza que se proyecta sobre el futuro de la Argentina.

Funcionarios demócratas y republicanos, empresarios y analistas conservadores, de derecha, de izquierda e independientes coinciden en los trazos gruesos de una pintura sombría sobre el porvenir de la Argentina, que sorprende por la similitud de la visión que se tuvo aquí sobre el país en épocas previas a estallidos de crisis.

La Argentina ha salido del foco de atención de la administración Obama, pero comienza a ser observada como un llamativo caso de autodestrucción recurrente por los centros de estudios de esta ciudad. Parece un país que no consigue vivir en la normalidad y necesita estar en un estado de crisis y crispación permanentes, afirmó Peter Hakim, presidente emérito del think tank Interamerican Dialogue.

"Es un gran misterio qué hay detrás del manejo de la economía. ¿Cuál es el plan? Son las ideas las que no se entienden, y lo que más molesta a Estados Unidos es la falta de reconocimiento de los problemas y que se tape lo que no se puede tapar", como los índices del Indec, sintetizó el experto en América latina.

La preocupación se concentra en el deterioro de las variables económicas, las trabas al comercio y la adopción de políticas adversas para el clima de negocios y las inversiones, como fue la expropiación de Repsol. En la poderosa Cámara de Comercio de Estados Unidos, desde cuyas ventanas se ven los jardines de la Casa Blanca a unos 100 metros, reciben los reclamos de empresas norteamericanas. El principal es sobre la aplicación de las normas en la Argentina. Piden, dijo uno de sus ejecutivos, reglas claras que no estén sujetas a la interpretación individual. "Para mantenerse en el negocio tienen que seguir el juego de la política", es la queja más escuchada. Es decir, adaptarse al humor del secretario de Comercio, Guillermo Moreno.

Para el gobierno de Barack Obama, los puntos de fricción con la Argentina no son diferentes de los señalados por empresarios y analistas. En primer orden figuran el Indec, el respeto a los laudos arbitrales del Ciadi y las trabas al comercio. Esto, dicen, tiene más que ver con el orden internacional y el respeto a las normas de la OMC que al comercio bilateral.

De a poco, el foco comienza a correrse hacia lo que aquí describen como señales de deterioro institucional provocado por políticas del gobierno de Cristina Kirchner, aunque en este campo todavía son más las preguntas que las definiciones de parte de expertos, empresarios y legisladores entrevistados durante un viaje organizado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (AmCham). En este punto, Barbara Kotshwar, investigadora del Peter Peterson Institue for International Economics, opinó que la decisión de la brasileña Vale de suspender una inversión minera multimillonaria es una señal de suma preocupación. "YPF va a necesitar grandes inversiones para extraer shale-gas y lo que ocurrió con Vale no es una buena señal", dijo.

"Las empresas miran a la hora de invertir qué hace el Gobierno cuando tiene problemas financieros, porque puede romper los acuerdos, como ocurrió con el de autos con México", precisó Kotshwar. La economista no tiene un buen pronóstico. "Hay mucha preocupación por los fundamentos institucionales" y por la forma en que la Argentina saldrá de la alta inflación, una expansión monetaria del 40%, devaluación del tipo de cambio real y aumento del gasto público. "Puede desembocar en un escenario similar al de los 80", estimó.

"Hablar de inversión extranjera directa en la Argentina será muy difícil si no se cumple con la ley internacional. Ninguna empresa me ha dicho que se irá de la Argentina; el problema son las futuras inversiones", expresó el republicano Matt Salmon, presidente del Subcomité para el Hemisferio Occidental de la Cámara de Representantes, que el mes próximo viajará a Buenos Aires con otros legisladores norteamericanos. "La secretaria para América latina, Roberta Jacobson, me pidió que hiciera hincapié en esto en la Argentina, porque el daño más grande no será sobre las empresas americanas, sino sobre el propio pueblo argentino."

Salmon afirmó que la relación entre ambos gobiernos es muy tensa, lo cual genera "una preocupación seria en el Capitolio. Quiero enfocarme -en su viaje a Buenos Aires- de manera positiva, pero también expresar que hay preocupaciones graves", señaló. Su visión es coincidente con la de otros miembros del Capitolio. J. Welby Leaman, consejero del Subcomité de Comercio, dijo que no encuentran con la Argentina una manera de establecer un diálogo constructivo y cálido, como sí tienen con Brasil. Fue enfático en destacar la frustración que causó el reemplazo de Jorge Argüello por Cecilia Nahon en la embajada argentina, porque no observan "ningún compromiso de avanzar hacia acuerdos comerciales" como ocurría durante la gestión del ahora embajador en Portugal.

"No está claro qué es lo que quiere el gobierno de la Argentina. Nuestra visión es que no hay un plan", afirmó Roger Noriega, ex subsecretario para América latina de George W. Bush.

La administración de Obama mantiene su relación distante con el gobierno kirchnerista. Continuará votando en contra de los créditos para la Argentina en los organismos internacionales, con excepción de los destinados a erradicar la pobreza, hasta que no cumpla con el Ciadi.

En el gobierno norteamericano destacan que se presentaron como amicus curiae ante el juez Thomas Griesa en la causa por la deuda preocupados por el impacto negativo de un fallo favorable a los fondos buitre en el sistema financiero global. Punto. Y, al pasar, marcan el contraste de prioridades de la Casa Blanca: con Brasil hay diálogo formal, con agenda, cada seis meses, y con la Argentina ha dejado de serlo.