Los mercados, como bien sabemos, son el resultado de dos fuertes presiones, por un lado de la demanda y, por el otro, de la oferta.
Ambos factores surgen de las múltiples decisiones de operadores quienes, antes recurren a su capacidad de razonamiento. Y al análisis originado en la información disponible.
Tal razonamiento se establece, hoy por hoy, bajo la información de dos grandes partes.
En primer lugar, de lo que proyecta el USDA. Esta información es decisiva.
Porque este organismo pronostica una siembra récord en maíz y una excelente campaña de implantación en soja.
Así las cosas, supone que la campaña habrá de desarrollarse en condiciones prácticamente ideales. El análisis es casi utópico para el caso del maíz.
Por ejemplo, estima una producción para EE.UU. del orden de 364 millones de toneladas. Para tener una idea de la dimensión del cálculo, tal tonelaje sólo es posible si el rinde unitario llega a 100 quintales por hectárea.
En segundo lugar, está la presión del mundo real. Es decir de lo físico que se plasma en la entrada de la cosecha gruesa proveniente fundamentalmente de Brasil y, también, de la Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay, que impacta de lleno en el ánimo de los decidores.
En este cuadro, donde lo físico genera optimismo y lo virtual también lo hace, lógicamente los operadores junto a la acción de los fondos abren una perspectiva para lo inmediato de precios en baja. O al menos de chatura.
Sobre lo físico no pondremos reparos. Pero sobre lo virtual, claro que sí.
Porque un análisis frío y racional debería ajustarse a un cuadro más escéptico. Sobre todo en los números proyectados por el USDA que tiende, poco a poco, a asemejarse a nuestro patético INDEC.
Para que se verifique el rinde de maíz estimado, por ejemplo, los próximos 4 meses deberán registrar cuantiosas lluvias y temperaturas cercanas o lo ideal. Además las tareas de implantación deberán efectuarse en el tiempo adecuado, algo que por ahora no parece darse.
La verdad es que todavía no ha comenzado el mercado climático en el país del norte. Porque la floración y el llenado de granos se desarrolla durante julio y agosto. Este es el período clave. Y por el momento las cosas no se presentan tan bien ya que la humedad en los suelos es pobre, al menos en buena parte de la zona agrícola, pese a que se están registrando algunas lluvias.
La siembra está demorada y ello hace pensar en un reemplazo de una parte de la superficie de maíz por soja.
Por ello reiteramos nuestra opinión: lo inmediato no es halagador. Pero a lo largo del período comprendido entre julio y septiembre de este año, el mercado climático hará de las suyas. Sobre todo en lo que se refiere a maíz.
Y dado el exceso de optimismo en las proyecciones, es probable que surjan interesantes mejoras.