por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Hace un mes, la Justicia Electoral tenía la confirmación de que el cronograma electoral no sería modificado. Era la palabra de la Casa Rosada. Sin embargo, mucha de las acciones e informaciones que el Gobierno Nacional tiene que suministrar al tribunal aún no llega. La fecha límite es el 11/05, pero cuanto más se reducen los plazos, menos tiempo hay para cumplir con todos los pasos necesarios para realizar una elección limpia.
La Casa Rosada cree que no realizar las primarias obligatorias tendrá impacto directo en la estrategia de las fuerzas opositoras, que se han fijado mayo para cerrar las negociaciones que se llevan a cabo en estos momentos. Incluso, creen que sin las PASO, algunos de los acuerdos que hoy se dan por hecho, se desbaratarán.
Tal como ha quedado establecido en la Constitución Nacional de 1994, Buenos Aires es el terreno de la “Madre de todas las Batallas”. Por eso, la Casa Rosada intenta boicotear, de todas las formas posibles, las conversaciones que mantienen representantes de Francisco de Narváez, Mauricio Macri, el Peronismo Federal y los radicales de Gustavo Posse.
El acuerdo que se negocia será distrital, es decir, no habrá foto de Francisco de Narváez con Mauricio Macri; pero sí con Jorge Macri y se intenta sumar al intendente de Tigre, Sergio Massa y miembros de La Juan Domingo, el colectivo que impulsa la candidatura de Daniel Scioli como Presidente de la Nación en 2015.
Si bien las aspiraciones de los negociadores son altas dado que es complejo reunir tantos personalismos y proyectos políticos tan diferentes en una sola lista. Sin embargo, si se llega a cerrar un acuerdo, será un armado electoral más complejo que el alcanzado en 2009, cuando se logró derrotar a Néstor Kirchner por primera vez en su vida.
Pero lo importante de un acuerdo semejante sería la fotografía (la política argentina es tan superficial, tan insulsa, que bastan con los retratos sociales). Sergio Massa, Jorge Macri, Gustavo Posse, Francisco de Narváez, Jesús Cataldo Cariglino y algún representante del sciolismo, tendría un profundo impacto electoral dado que cumpliría con la mayor demanda que tiene el votante opositor: “que se junten todos”.
Es cierto que la Casa Rosada puede mostrar la lista de centro derecha como un “rejunte”, pero según el orden que se dispongan las candidaturas y cómo se realice la presentación del pacto en la sociedad, sería un enorme contrapeso para los colectivos kirchneristas que siguen a Cristina Fernández y que podría volcar a muchos intendentes bonaerenses que hoy dudan en seguir los pasos de Daniel Scioli.
El gobernador de Buenos Aires y su par de Santa Cruz, Daniel Peralta, son otros dos frentes que Cristina Fernández ha tomado como batallas centrales de su armado electoral. Daniel Scioli encarna cualquier intento de proyecto personalista dentro del kirchnerismo y es una lección para el resto de los gobernadores que tiene planes políticos a mediano plazo. Por su parte, respondiendo a su ADN peronismo, la Presidente de la Nación pretende recuperar el control del territorio santacruceño, dado que no existe liderazgo nacional sin tener el dominio de su espacio provincial.
Excepto Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón, Carlos Saúl Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner mantuvieron un férreo control de sus provincias mientras eran presidentes. Los presidenciales del kirchnerismo (Sergio Uribarri, José Luis Gioja, Jorge Capitanich y Daniel Scioli) controlan sus distritos. Figuras como Amado Boudou o Carlos “Chino” Zaninni“suenan” como candidaturas impuestas dado que nunca tuvieron espacio territorial propio.
El acoso a Daniel Scioli y Daniel Peralta es notable. Pocas veces dos gobernadores han soportado tanta presión de sus propias filas. A la Casa Rosada no le importa el costo político del fracaso de las operaciones destituyentes a los dos dirigentes peronistas. Cristina Fernández sabe que, cualquier pérdida, se compensará una vez que tuerza los brazos de ambos. El látigo y el dinero han sido la argamasa de la conformación kirchnerista.
Con una brutalidad pocas veces vista, Diana Conti reconoció que Cristina Fernández no quiere despedir a Daniel Scioli, sino que busca someterlo. La crítica sobre la gestión sciolista crece y cuatro gremios docentes, cómplices con los planes de la Casa Rosada, son los arietes de una operación de desgaste que deja a cientos de miles de alumnos, de los más pobres, sin clases. Extraña forma de progresismo practica el kirchnerismo.
Daniel Scioli resiste y actúa con gestos, señales y declaraciones blandas, tal como es su estilo. A cada mazazo, un paquete de algodón. Parece poco para enfrentar el embate de la Casa Rosada. Si bien las encuestas confirman que el Gobernador tiene mejor imagen que la Presidente de la Nación, ambos vienen perdiendo puntos desde comienzos del año pasado.
Si la pelea es perder más o menos puntos en una encuesta, parece una estrategia equivocada. Daniel Scioli no encara una construcción provincial pese a que se habla de un acuerdo secreto con Francisco de Narváez o Sergio Massa. La Juan Domingo es un armado que responde al Gobernador de Buenos Aires, pero reclama definiciones. La tropa, quiere rebelarse.
Ser “tiempista” es una de las características de las que se jacta Daniel Scioli. También se autocalifica de esa forma Sergio Massa. Pero los tiempos de la oposición no parecen ser los mismos que para el kirchnerismo. En primero lugar, el cristinismo talibán controla los resorte de la elección, un aparato clientelar enorme y dinero sin límites para comprar voluntades. El Gobernador de Buenos Aires contrapone sólo imagen y templanza.
En segundo lugar, el poder de daño del cristinismo talibán es enorme, tal como lo demuestra la salvaje huelga docente. Daniel Scioli sólo puede afectar a la Casa Rosada rompiendo con el oficialismo, pero eso haría imposible su permanencia hasta 2015 en la Gobernación bonaerense. Por fin, Cristina Fernández y su equipo es una máquina de hacer política, mientras que el ex motonauta sólo es imagen, marketing político pasivo y un gabinete que deja mucho que desear.
Pero más allá de Buenos Aires y las estrategias electorales de la Casa Rosada, los problemas económicos impactan en el humor social de los votantes y obligan a improvisar medidas para inyectar entusiasmo en los potenciales votantes. La presentación de la nueva oferta de canje de deuda desplazó al blue en la agenda económica. Desde al Banco Central a la AFIP creen que han logrado “someter” al dólar paralelo y creen que con la SuperCard se romperá la meseta en que se encuentra la producción.
La estrategia de la Casa Rosada es saturar de acciones y anuncios para reducir las expectativas negativas de los votantes. Para frenar al blue, persecuciones, multas y sanciones; para contener los precios, un subsidio indirecto de varios miles de millones de pesos a los hiper y supermercados creando un instrumento de pago alternativo; para calmar las expectativas devaluatorias, se elimina la Ley Cerrojo para la deuda externa.
Tal como ocurrió en 2009, ante el temor del impacto de la crisis internacional, anuncios encadenados, lluvia de cifras y un Gobierno que se muestra hiperactivo, intentan cambiar el foco de preocupación. Es regla básica del marketing electoral: ante los problemas, los gobernantes deben mostrarse preocupados. No importa si las soluciones que se instrumentan son las correctas, la cantidad se impone a la calidad.
Mientras el Gobierno dice que ha presentado la mejor oferta posible a los holdsout, la verdad es que ha prometido reabrir el canje de deuda y no cerrarlo nunca más. Se despeja la oportunidad para que todos los tenedores de deuda en juicio contra la Argentina hagan su reclamo, lo que implica un posible aumento de la deuda externa de US$ 20.000 millones a US$ 40.000 millones. ¿Esto es el triunfo político que quiere mostrar la Casa Rosada?
La MorenoCard es el típico juego del que ha hecho gala el kirchnerismo: sacarle una caja a un sector de la economía y cedérselo a otro. Con el nuevo instrumento de crédito, pierden los bancos ganan los hiper y supermecados. Los pequeños locales comerciales que, hasta ahora, fueron puntales de los acuerdos de precios y congelamientos anunciados 100 veces por Guillermo Moreno, fueron dejados de lado. Cambiar de aliados, es también otro de los componentes del ADN kirchnerista.
Pero la SuperCard, al igual que los otros anuncios de la Secretaría de Comercio Interior es limitada. Los precios seguirán subiendo. No servirá para apuntalar al consumo. Tampoco solucionará los cuellos de botella que hay en el mercado productor. La nueva tarjeta de crédito, como la lanzada hace seis meses por el Banco Nación con fondos del Anses, es sólo una forma de ganar tiempo, ¿se llega a octubre?
Y las elecciones vuelven al centro de la escena. La expresión religiosa que despertó la elección del papa Francisco ya es un dato político. La clase media, que el 8N sorprendió al Gobierno, ahora decide mostrar su religiosidad. El regreso de la militancia no es sólo política. El kirchnerismo siente que le están disputando la calle, algo que no puede permitir un populista. Por eso, La Cámpora y el cristinismo talibán enfrentó a la extrema izquierda por el control de la Plaza de Mayo el 24/03/2013, con Guillermo Moreno a la cabeza.
Cuando todo se mide en términos electorales, las acciones buscan resultados, no soluciones. Los problemas, son excusas para hacer marketing político, pero se profundizan sus efectos. La encrucijada que enfrenta Cristina Fernández hace que no se pueda esperar para votar en Octubre.