Cristina lo tuvo claro desde el primer momento: Nicolás Maduro iba a necesitar de ella. Los Castro habían sido muy buenos -verdaderos maestros- en administrar la enfermedad, la transición y la muerte. Ahora se necesitaba alguien que guiara a ese buen señor en el monumental trabajo de conducir el país. Un país que cruje y llora, no sólo por lo que acaba de perder.
Cristina lo tuvo claro y viajó de inmediato, con una delegación cuyo número podemos estimar después de ver lo despejadas que estuvieron estos días las calles de Buenos Aires. Maduro la recibió con los brazos abiertos y el grabador encendido. Quería registrar cada uno de los consejos de la amiga reina llegada del Sur. Gracias a esa preocupación hoy puedo reproducir aquí el diálogo histórico entre ambos.
Un diálogo riquísimo, aunque desigual: de un lado, la pesadumbre de un hombre casi paralizado ante la monstruosa tarea que le ha caído encima; del otro, la serenidad y experiencia de una mujer para quien la política ya no tiene secretos.
- Cristina -dijo él-, me imagino tu primer consejo: seguir al pie de la letra el ideario de nuestro comandante Hugo.
-Bueno, no siempre hay que aferrarse a nuestros antecesores, aunque hayan sido grandes hombres. Hacé la tuya. Néstor, por ejemplo, vivía obsesionado con la inflación y las reservas del Banco Central.
-¿Y tú?
-Para mí la inflación no existe, y en poco tiempo las reservas tampoco.
-Fíjate que yo estoy en lo contrario: cada día quiero parecerme más a Hugo.
-¿Pero te da el cuero? Yo desde el primer día me afirmé en lo mío: el relato. Hablo, hablo y hablo. Y trato de silenciar a todos. A los medios, a los jueces, al que se me anime.
-¿También a la oposición?
-No, la oposición no se me anima.
-Me gusta eso de ir haciendo mi camino. Además, entre nosotros, Hugo me ha dejado una herencia terrible. Por ejemplo, la inseguridad. El año pasado murieron 20.000 personas. ¿Qué puedo hacer?
-Dejar de hablar del tema. La inseguridad no existe, chau, fue. No te sumes al coro del lamento. Yo sólo doy good news. Hace un tiempo tuve que hacer un ajuste y lo llamé sintonía fina, que tiene una agradable sonoridad musical. Los acosté a todos, pero con una canción de cuna. Lo mismo con la inseguridad: mandé decir que se hablara de sensación. Un éxito. Ahora entran a una casa y la desvalijan y a los dueños sólo les queda la sensación de que ya no tienen nada. Nicolás: gobernar es ser creativo.
-Impresionante, Cristina. Dime, ¿cómo has hecho para resolver la falta de dólares? Aquí estamos viviendo el mismo drama.
-Bueno, convertí mis dólares a pesos y eso solucionó gran parte del problema. Después, mano dura, cepo, cerrar importaciones. Recetas clásicas. Néstor me enseñó a tener gran respeto por el dólar. Vieras qué bien lo aprendió mi hijo Máximo.
-Pero he leído que por el cepo se vino abajo la construcción y que está paralizado el mercado inmobiliario.
-Es cierto, pero puse el tema en manos de La Cámpora y ya ha logrado reactivar Puerto Madero. Después irá a otros barrios.
-Supe que tienes problemas con la Justicia. Aquí Hugo hizo un gran trabajo.
-Yo heredé un verdadero desastre: una Corte que se las da de independiente. Pero me estoy poniendo firme: el otro día anuncié en el Congreso una gran reforma judicial. Y para que vieran que iba en serio lo senté a mi lado a Boudou.
-Oí que vas a democratizar la Justicia.
-Sí, democracia total. Se hace lo que digo yo, que soy la más votada.
-También estamos más adelantados que ustedes es en la relación con Irán.
-Es verdad, pero al ritmo que estamos yendo los alcanzaremos pronto. Ellos necesitan quedar libres de culpa y cargo por la AMIA y nosotros necesitamos energía y un país grande que nos atienda el teléfono.
-¿Te reunirás aquí con Ahmadinejad?
-No, no se la voy a hacer tan fácil. Ellos tendrán mucho petróleo y la bomba atómica, pero yo soy Cristina.
-Lo que llama la atención es cómo estamos hermanados en todo. Incluso en los problemas: los dos somos campeones de la inseguridad y la inflación, a los dos nos faltan dólares, los inversores huyen, se nos desborda el gasto público, nos llueven las denuncias de corrupción y somos excesivamente dependientes del petróleo, nosotros, y de la soja, ustedes. ¿Por qué será?
-My friend, qué nuevito sos. El principal parecido no es ninguna de esas minucias. Tampoco que expropiamos sin pagar, habernos cargado a los medios, ser despreciados por los yanquis o estar arrepentidos de haber usado de valijero a un tipo tan desprolijo como Antonini Wilson. Lo que nos une definitivamente es que nuestros pueblos nos aman. Nuestra gente nos vota. Hugo sacó el 55% y yo, el 54. Todo lo demás no importa.
Maduro, apabullado por lo que acababa de oír, apenas tuvo tiempo de agradecerle la generosidad de la visita y la sabiduría de los consejos. Ella partió raudamente, como escapando de algo o de alguien y dejando un aura de monarca inconmovible. Incluso se fue antes del funeral, acostumbrada a ser esperada más que a esperar. Ni Venezuela ni Maduro se merecen más, dijo.