Daniel Scioli no se cansa de enviar señales conciliadoras al gobierno nacional pero, por lo bajo, sus ministros repiten una y otra vez que la Casa Rosada está ahogando a la administración bonaerense y que la quiere ver de rodillas antes de enviarle ayuda económica. Pero, el jefe de gabinete Juan Manuel Abal Medina dice que Cristina Kirchner no ahoga a ningún gobernador. Otra vez están sobre la mesa los limitados fondos de la Coparticipación Federal y el recuerdo de la promesa, nunca cumplida, que hizo Néstor Kirchner cuando llegó al poder, para modificar su distribución.
El conflicto salarial con los maestros es solo la punta del iceberg de los serios problemas económicos y financieros del gobierno de Scioli. Están buscando poco menos que un milagro para poder subir del 17,8 al 22 % la oferta de aumento salarial para los docentes y así igualar la pauta que fijó en forma unilateral el gobierno nacional. Cuatro días de paro fueron más que suficiente para un Scioli, que, además, vio como se despegaba del conflicto con los maestros su vecino porteño, Mauricio Macri, con un ofrecimiento del 26 %.
Pero el problema no es sólo pagar a los maestros. En la misma línea de mejora estarán también lo empleados públicos. Y para colmo, los proveedores de la provincia quieren cobrar y en pesos. No en bonos. Los hospitales que dependen de la provincia son solo un ejemplo de los problemas presupuestarios y de eso pueden dar fe médicos y enfermeras.
En otros tiempos de mayor felicidad y frente a problemas similares, Néstor Kirchner había enviado ayuda a la provincia para evitar conflictos, aunque antes le hizo morder el polvo a sus gobernadores, se llamen Scioli o Felipe Solá. Pero ahora todo es distinto. El cristinismo duro ve a Scioli como una verdadera amenaza para marcar el final del kirchnerismo en el poder si la presidenta no consigue reformar la Constitución Nacional para ir por la re-reelección.
Y no les importa convertirse en Atilas modernos, impidiendo que crezca el pasto por dónde ellos pasen, si no pueden seguir gobernando después de 2015.
Si no es Cristina que tampoco sea Scioli se escucha decir una y otra vez en terreno cristinista.
Sin embargo, Scioli no se queda atrás y si bien se preocupa en no confrontar con las palabras, ratifica eso de que una imagen vale más que mil palabras.
Ya se mostró con amigos declarados por el kirchnerismo.
Se sacó fotos con el peronista opositor Francisco de Narvaez y con miembros de la familia Moyano.
No dudó a la hora de sentarse a comer con el ex vicepresidente Julio Cobos y se reunió una y otra vez con el intendente de Tigre, Sergio Massa, otro compañero caído en desgracia frente a la Casa Rosada.
Pero si fuera poco, se fue a Expoagro, la exposición agrícola y ganadera auspiciada por los diarios Clarín y La Nación y allí se mostró junto al gobernador socialista de Santa Fe, Bonfatti.
Aunque también se hizo tiempo para dialogar con los dirigentes de la Mesa de Enlace agropecuaria, que están una vez más al borde del conflicto con el gobierno.
En realidad, Scioli bien podría armar un álbum fotográfico y enviárselo con dedicatoria a Cristina, pero con algunas páginas en blanco porque todavía le faltan algunas imágenes más.
En una situación similar se encuentra Massa. A pesar de jugar a dos puntas y evitar confrontar con el gobierno nacional, el discurso de Cristina Kirchner ante la asamblea legislativa, donde lo cuestionó por el tema seguridad en su distrito, es una muestra del estado de ánimo que reina en Balcarce 50 con el intendente de Tigre.
Sin embargo, al igual que Scioli, Massa considera que está lejos el tiempo para romper con el gobierno nacional. Por ahora está más cerca de guardarse en las próximas elecciones y pensar directamente en 2015.
Quizás por eso los dos se sintieron incómodos cuando Palito Ortega dijo en el medio de un show, que los tenía a ellos como espectadores, que Scioli y Massa, si se juntan, son como una locomotora en la provincia a la que nadie podrá parar.
Palito no pecó de inocente. A los dos los conoce muy bien desde hace mucho tiempo. Cuando mandaba en el peronismo Carlos Menem y cuando ese trono lo heredó Eduardo Duhalde.
Pero los políticos no son los únicos en la mira de Cristina Kirchner. Los jueces parecen estar en la primera línea de fuego.
Parece claro que el gobierno va por la justicia para evitar dolores de cabeza con fallos que no respondan a los intereses de la Rosada. En el relato, ese avance figura como democratizar la justicia.
A esta altura, el punto que mayor polémica levanta, de los anuncios que hizo CFK en el Congreso, es la elección popular de los integrantes del Consejo de la Magistratura, donde conviven legisladores con representantes de los jueces y abogados.
Ese organismo es el encargado de promover el ascenso de jueces o enviarlos a juicio político.
El kirchnerismo fue el artífice del último cambio en el Consejo, cuando se redujo de 20 a 13 sus miembros, pero hoy eso parece insuficiente para que el gobierno pueda dominar a los jueces y por eso van por más.
Lo cierto es que en la Corte Suprema no están dispuestos a confrontar con Cristina Kirchner, por más que desde el oficialismo se apunte públicamente contra el titular de ese cuerpo, Ricardo Lorenzetti o contra Carmen Argibay.
Es más, sostienen que desde la propia Corte se viene impulsando cambios en los últimos años.
Sin embargo, debajo de la superficie, las aguas están más que revueltas.