La verdadera situación de los productores agropecuarios argentinos se entiende con sólo mirar la cotización de la soja en Chicago y aplicarle las ecuaciones K para llegar al precio que realmente se logra acá, sin poner el precio y solamente aplicando los porcentajes de quita, tenemos de arranque un 35 por ciento menos por retenciones y luego a ese resultado le aplicamos la diferencia entre el dólar oficial y el verdadero que hoy es del 50 por ciento, resulta un valor real en dólares del 42,5 por ciento del precio original.
Evidentemente no es sencillo producir en estas condiciones, aunque los insumos y costos no sigan instantáneamente la cotización del blue, la tendencia es inexorable, los márgenes se van pulverizando y el sector es cada vez más vulnerable a los embates de quienes de alguna manera están fuera de este círculo perverso.
La desaparición de productores se acelera, los pequeños venden sus propiedades y los medianos y grandes se convierten en contratistas de las grandes empresas porque es más negocio alquilar que producir. Esta realidad es más evidente en zonas marginales donde el riesgo climático es mayor, pero se va corriendo hacia la zona núcleo
El fenómeno impacta sobre la economía de la zona porque si bien la producción es la misma ya sea que la realice un arrendatario o un dueño, la diferencia se da por la razón de que si lo hace un productor local, el dinero necesario para cubrir costos, insumos o servicios queda repartido en varias manos del lugar, mientras que si lo hace un arrendatario, la mayor parte, que es el precio del alquiler, queda en manos del dueño del campo y el resto generalmente en empresas que no son locales.
SIN CRÍTICAS
Estas observaciones no implican una crítica a los arrendatarios, que bailan el ritmo que le ponen, entre los que me incluyo, sino al sistema imperante que se devora a los pequeños haciéndoles creer que los defiende, cuando lo obligan a presentar cincuenta declaraciones de ganancias, cumplir con requisitos incumplibles, inscribirse en cuanta estupidez se le ocurre a los funcionarios, obligarlo a tener contador y asesor impositivo, no están haciendo otra cosa que discriminarlo por capacidad de pago y acobardarlos para que abandonen su actividad.
Hay casos extremos como la producción de maní en la que la desaparición de productores llegó a su fin, no desaparecen más porque ya no quedan, los empresarios de las clasificadoras y exportadoras están obligados a salir a tomar campos en arrendamiento para cubrir sus necesidades de producción, tal vez algunos funcionarios, viendo este resultado, piensen que cumplieron su misión, mataron al productor y de paso complicaron al industrial, obligándolo a poner su capital de trabajo a riesgo climático.
La esperanza de que cambien las políticas agropecuarias no la perdemos, y siempre detrás de la crítica debe venir la propuesta, y es la siguiente: ¿que tal si cuando diseñan políticas, prueban a pensar?; tal vez les salga mejor.
En fin, este año que todos pensábamos y necesitábamos que venga con soluciones, se complicó con las fuertes tormentas, y si bien la producción va ser muy importante, con grandes ingresos para las arcas nacionales el resultado económico para la mayoría de los productores va ser bastante magro.