En lo que respecta a la siembra de maíz, muchos productores decidieron sembrar temprano el cultivo apuntando a obtener los mejores rendimientos, pero se encontraron con una campaña agrícola de precipitaciones récord, que dejó lotes sembrados anegados y otros que aún no se han podido implantar por falta de piso.

El maíz puede sobrevivir por un período de dos a cuatro días en condiciones de anegamiento sin sufrir pérdidas significativas en el stand de plantas.

Un suelo anegado es un suelo sin oxígeno como consecuencia de que sus poros se encuentran saturados de agua. Esta falta de oxígeno afecta severamente los procesos metabólicos de la semilla y reducen su tasa de crecimiento.

Por otra parte, si el agua en exceso está fría, puede demorar aún más la germinación y afectar las membranas celulares, exponiendo a la semilla al ingreso de patógenos del suelo y el ataque de insectos.

En este contexto, al retirarse el agua de los campos es necesario hacer una evaluación de la situación con el fin de definir si es necesario proceder a una resiembra del cultivo implantado.

El mayor desafío es tratar de adaptar el planteo productivo a esta realidad en la cual estas resiembras debieran hacerse en diciembre de manera de asegurar la ocurrencia del período crítico en coincidencia con las precipitaciones de febrero y evitar, además, las altas temperaturas de enero.

También hay que elegir los híbridos para esta estrategia, ya que la calidad de caña y el perfil sanitario de los materiales adquieren gran relevancia.

Siembra tardía

Por ello, ante los pronósticos climáticos para el próximo otoño, con exceso de humedad y posibles inundaciones, todo esto nos lleva a pensar que una siembra de maíz tardío puede tener sus ventajas respecto a una soja, fundamentalmente por la seguridad de cosecha.

El maíz puede quedar en pie en el campo hasta el invierno, algo que vimos esta campaña que pasó, mientras que el cultivo de soja una vez que alcanza madurez debe ser cosechado debido a su susceptibilidad al manchado y brotado del grano.