CARTAGENA DE INDIAS.- La habitualidad con la que la dignidad nacional zozobre en otras aguas que las de África puede adormecer los resortes sensitivos que se espera afloren desde el corazón profundo hasta la epidermis ciudadana. Pero siempre habrá nuevos hechos que pongan a prueba a los espíritus anestesiados, que ya tienen bastantes razones para agitarse después de que lo de Ghana fuera descripto, con la flema discutible de la BBC, como "hecho extraordinario". Los lectores de ficción, seguramente, habrán comenzado a soñar con certidumbre que alguien novelizará, para hacer más comprensible aquella realidad mágica campeante en muelles de Ghana, las peripecias en las que nunca se imaginó envuelta nuestra querida y vieja Fragata Libertad.
Ha sido aquí, en Cartagena, la primera reunión del Foro Iberoamérica sin la presencia de Carlos Fuentes, el escritor en quien, según palabras de Nélida Piñón, máxima figura de las letras brasileñas, se enlazaban todas las culturas y la palabra brotaba con el sello simultáneo de la utopía y la hondura humanística, en verbo que al mismo tiempo mataba y redimía. Aquí, en un puerto de aguas más cálidas que las del otro lado del Atlántico; aquí, en este anciano cuerpo vivo de fábulas y de intrigas, del oro y de la plata que se atesoraban en el Caribe para ser embarcados a España; aquí, escenario de conquistadores y bellas indígenas, de inquisidores y de santos y de corsarios como el célebre Francis Drake, que doblegó en 1586 las defensas de Cartagena, aquí mismo el presidente Juan Manuel Santos, pidiéndoles disculpas a los argentinos, anunció que, habiéndose Colombia constituido en el tercer país con mayor generación anual de riqueza de América latina, aspira a ingresar en el G-20. Nada más, nada menos, pero un hecho nuevo capaz de someter a examen nuestro temple y criterio de país entendido en que tiene un destino histórico que cumplir.
Sabíamos que a pesar de una guerra de cincuenta años, cuya paz ha comenzado a negociarse sin incomodidad de los gringos de Washington y con la razonable compostura hasta el presente de Cuba y Venezuela, el producto bruto interno de Colombia había sobrepasado al de la Argentina. Que por el tamaño de su población también; que Colombia ha quedado ahora sólo detrás de Brasil y de México y que entre ambos, a raíz del ritmo con el que asciende el vecino más próximo a los Estados Unidos, tal vez en 2020 deba discutirse quién está de los dos en la primera posición, si Brasil o si México. Es más: en estas jornadas nadie habló del fenómeno conjunto de los BRIC (Brasil más Rusia más India más China), pero sí del Mome (Momento de México).
Sabíamos que el mapa del mundo ha ido cambiando con una acelerada y compleja revolución mundial cuya radicalidad acaso compita en las enciclopedias del porvenir con la magnitud de la Revolución Industrial del siglo XIX y que algunos países, con la ceguera del populismo, aún no se han enterado de ello. Sabíamos que en esta reunión de Cartagena, ya sin el inspirador de doce años de experiencias conjuntas de políticos, intelectuales y empresarios latinoamericanos que había sido -y sigue siendo en espíritu- aquel a quien Nélida Piñón llamó "el hombre del grande camino" por haber sido como los viajantes del Medioevo "que cruzaban Europa probando sus propios límites", la Argentina aparecería como el país que está sin notificarse de que los primeros años de este siglo han sido los más generosos para la región en un siglo. Que los principales beneficiarios de la globalización que ha venido para quedarse han sido los países emergentes como el nuestro, pero que la historia y la meteorología nos han anoticiado desde siempre de que hay ciclos largos y ciclos cortos tanto para la bonanza como para las penurias, y que hay que actuar con diligencia para aprovechar los de aquélla y amortiguar el efecto de los años negativos, como lo han hecho los chilenos.
Ha sido en estos dos días de debates del Foro conducido por Ricardo Lagos, ex presidente de Chile, en cuyos trabajos coparticipará en adelante otro estadista de inmenso prestigio, Fernando Henrique Cardoso, que sobre el trípode activo de Brasil, México y Colombia descansaron algunas esperanzas esenciales de la región. Concernieron a la manera de tonificar aún más los intereses latinoamericanos ante el mundo y, por extensión, los de los parientes mayores, España y Portugal, aquejados por una crisis financiera y estructural de la que se dijo sin tapujos que nadie puede decir cuándo saldrán de ella. Felipe González, ex jefe socialista del gobierno español, arriesgó que es posible que en el futuro se hable de estos años de Europa como la década perdida en los ochenta por América latina.
El presidente Santos es miembro activo de este Foro, libre asociación de personas sin más papel que el de representarse a sí mismas, con acuerdo del resto, en un ámbito cuyos propósitos fundadores son abogar por la paz, la libertad y la solidaridad y la inclusión sociales sobre la base de promover la sinergia de las capacidades creativas excepcionales en ciencias y en artes de los 500 millones de hispanohablantes y lusohablantes. Esos propósitos envuelven el ideal de que el ámbito irrenunciable de la democracia fundada en el voto popular "se legitime a diario en la convivencia tolerante y en el funcionamiento de instituciones que aseguren la independencia de los poderes gubernamentales y la libertad de expresión entendida como un derecho humano fundamental". Eso explica que entre dos posibilidades, realizar la próxima reunión anual en Lima o bien en Quito, se vaya seguramente a privilegiar la primera.
Pregunté a Santos, al saludarlo en una recepción social, si procurará que Colombia entre en el G-20 y me contestó que sí, con un sí rotundo que acompañó con la advertencia de que no lo hará en desmedro de nadie. La verdad es que si pretendiera lo contrario el único país desmedrado podría ser la Argentina, porque, como están las cosas, a nadie se le ocurriría dejar sin asiento a Brasil o a México. Hay, por decirlo así, un pequeño gran problema, y es que con las actuales tres voces acreditadas ya la América latina se encuentra sobrerrepresentada en ese concierto. Además, son a tal punto tres voces, y no una, que Felipe González se preguntó por qué no trabajan esos actores con mayor coordinación entre sí, y hasta de manera incluyente del resto de Iberoamérica.
Si bien el G-20 fue fundado hace relativamente poco -en 1999-, la exclusión de miembros es en principio inimaginable de acuerdo con las buenas maneras de la diplomacia internacional. Por alguna razón los países y las organizaciones multilaterales las preservan. Así lo hacen las personalidades públicas de las democracias más afirmadas y, por lo tanto, tolerantes, según se ha visto una vez más por el envidiable respeto personal con el que el presidente Barack Obama y su oponente Mitt Romney se trataron en los tres debates televisados de la campaña electoral. Cuando aquellas normas se quebrantan, se paga.
Debería saberlo la Argentina, a la que ningún servicio de inteligencia del mundo se sintió en condiciones de anticiparle un solo dato que permitiera poner a tiempo a salvo nuestra desventurada Fragata.