El que no crece, desaparece. Gerardo Bartolomé, el presidente de DonMario, está convencido de eso. Así que, desde hace más de 10 años, empezó a buscar nuevos mercados, fuera de la Argentina, para vender más bolsas de soja de la compañía.
La penetración que logró muestra el gran potencial de la genética de nuestro país en el cultivo, que no se limita a su empresa, pero que tiene en ella a un protagonista central. Por eso, vale la pena escuchar sus reflexiones y saber más detalles sobre el último gran desembarco, el que ya está avanzando en EE.UU., que lo trajo hace pocos días hasta aquí.
En pleno Corn Belt, el pequeño poblado de Mason City, en Illinois, sirve para comenzar la charla. Tras un día agitado, el aire acondicionado del hotel hace olvidar el calor sofocante que reina afuera y que es gran protagonista, junto a la falta de lluvias, del desastre de rendimientos que se vislumbran recorriendo los campos de toda esta región. “Nosotros estamos muy especializados en soja y para crecer tenemos que tener más volumen de negocio, para poder investigar y, así, seguir alimentando el círculo virtuoso del crecimiento”, dice este ingeniero agrónomo que hace 30 años fundó su compañía.
La empresa, de la bonaerense Chacabuco, afirma que tiene hoy el 35% del mercado de soja certificada del Mercosur, la principal región del mundo productora del cultivo, con casi 50 millones de hectáreas sembradas. Pero esta historia comenzó hace más de 10 años, cuando en el 2000 fue a verlo su actual socio y distribuidor uruguayo para ver si podían vender su genética en Uruguay, porque la oleaginosa comenzaba a expandirse allí. “Luego, en 2002, nos fue a ver gente de Brasil, para ver si podíamos licenciarles genética, pero les dijimos que nos queríamos asociar; así, nosotros aportamos el germoplasma y ellos el conocimiento del mercado local”, recordó Bartolomé.
Para 2008, ya había comprado la parte de sus dos socios brasileros en Brasmax (así se llama su compañía en Brasil) y ahora se aprestan a lanzar allí la marca DonMario, de la mano de la nueva soja Intacta, con un gen de resistencia a glifosato de Monsanto, que brinda mayor rendimiento y, además, resistente a insectos (la RR2Bt), que se aprobó hace pocos días para su venta en Argentina.
La influencia del germoplasma argentino en la soja del Mercosur es muy fuerte. DonMario y Nidera marchan al frente en la adopción de su genética en países vecinos al nuestro, tanto Uruguay (siembra 1 millón de hectáreas) como Brasil (25 millones de hectáreas), pero también en Paraguay (3 millones) y Bolivia (1,2 millones), donde Bartolomé reconoce que están más flojos (“aunque ahora estamos trabajando fuerte”, indica).
Tras pisar firme en Sudamérica, la mirada se posó en Estados Unidos, que como país individual sigue siendo el que más soja siembra en el mundo, con unas 30 millones de hectáreas, y es la meca de la investigación en biotecnología que transformó en los últimos 15 años el panorama del cultivo, y que lo hará más aceleradamente aun en los tiempos que están por venir.
“Queríamos ver si nuestros materiales se adaptaban a Estados Unidos. Por eso, buscamos quien pudiera probarlos y en 2007 arrancamos con el testeo”, recordó el empresario. Hoy, tras un largo trabajo, los frutos están casi listos para la cosecha. El año que viene comenzarán a multiplicar las variedades seleccionadas y venderán en este mercado un año después, en 2014. “En un principio, saldremos con una tecnología, pero en el corto plazo iremos sumando otras”, adelantó.
Bartolomé sostiene que los materiales se fueron adaptando bien y que, con este sonoro desembarco, podrán decir que son proveedores de genética sojera en 80% del área de siembra de soja en el mundo (América del Sur más Estados Unidos).
China e India, lo más importante de lo que faltaría, quedará para otra etapa. “Son culturas y situaciones muy diferentes a las nuestras”, se ataja el presidente de DonMario. Donde sí ya están haciendo pie es en el continente africano. Allí, específicamente en Sudáfrica, están licenciando genética, luego de que en el 2006/2007 llegaran a buscarlos desde ese país, que siembra 500.000 hectáreas del cultivo. Pero en 2013 ya piensan lanzar allí también la marca propia y tradicional.
¿Por qué esa vocación imparable por crecer? Por una cuestión de subsistencia, quizás respondería Bartolomé. Está convencido de que dominar una importante porción de mercado de genética será un gran atractivo para las pocas y grandes empresas mundiales que pueden investigar y generar eventos biotecnológicos, como Monsanto, Dow, Dupont/Pioneer, Basf o Bayer, por ejemplo.
Sostiene que esas grandes deberán montar sus nuevos desarrollos de genes en el vehículo que les ofrecerán las empresas semilleras líderes.
“Nuestra fortaleza está en el gran foco que tenemos en el germoplasma de soja, lo que nos diferencia de los demás, y en el que somos ágiles y flexibles”, dice el ejecutivo. Cree que eso, que le permite tener una porción privilegiada del mercado de semilla de soja, será la clave para que sigan siendo abastecidos de biotecnología por parte de las grandes empresas investigadoras del mundo. De hecho, en Argentina, tanto DonMario como Nidera tendrán sus variedades de la nueva soja Intacta, de Monsanto.
Esa es la visión de Bartolomé de un tema muy dinámico por estos días, en un mercado que sin dudas mostrará en los próximos años muchas novedades en alianzas, fusiones y nuevos desembarcos en los principales países sojeros del mundo: Estados Unidos, Brasil y la Argentina. En nuestro país, la reciente aprobación para su venta de la Intacta muy posiblemente reconfigurará el mercado sojero local. Dow, por su parte, ya anunció que en pocos años se viene un evento suyo que brinda a las sojas resistencia al herbicida 2.4D. Se llamarán “Enlist”.
En este contexto, Bartolomé tiene objetivos claros. “Quiero mostrar que una empresa argentina puede competir con las grandes, que las sudamericanas no tienen necesariamente el destino de ser compradas por compañías más grandes del exterior, sino que pueden tener sueños: el mío es que seamos líderes en la provisión de genética de soja en los principales países sojeros del mundo”, afirma. Aunque no lo reconozca públicamente, fue tentado por importantes compradores extranjeros para vender la empresa, pero dice que eso no sucederá mientras él viva.
¿Cómo piensa ir ganando espacio en Estados Unidos?. “Hay una gran oportunidad para la zona sur y este del país, en los estados de Virginia, Carolina del Norte y Carolina del Sur, para los grupos 4 y 5. Estamos hablando de entre 10 y 12 millones de hectáreas con soja en esa región”, responde.
Si se trata de grupos cortos, el hombre sabe de qué está hablando. Fue justamente el foco en ellos lo que le permitió, hace 30 años, comenzar a ganar espacio en el universo sojero argentino.
Hoy, quiere ir mucho más allá. Y es una muestra del peso que, más allá de la camiseta que se tenga, la genética argentina de soja supo ganar, en un mundo que la demanda cada vez con mayor voracidad.