Los críticos argumentan que se corre el riesgo de seguir abaratando el dólar y cebando una bomba cambiaria. Si la expansión del gasto y la política monetaria laxa tienen más efecto en los precios que en el nivel de actividad, la estanflación va a repercutir en el nivel de empleo y agravar el conflicto social.

La coyuntura económica es complicada. El nivel de actividad ha venido cayendo desde el último trimestre del año pasado, con un leve repunte en Julio; la inflación mensual tiene un piso del 2%, hay despidos en el sector informal, se extiende la crisis de las finanzas provinciales y se complican los problemas de exclusión y pobreza. Hay un reconocimiento más o menos general de los síntomas, pero no hay coincidencias sobre las causas que generan el diagnóstico. Por eso, las especulaciones sobre el futuro económico argentino son muy discordantes y están sesgadas por los intereses políticos en juego. Desde el oficialismo se promueven las expectativas de reeditar el ciclo económico 2009-2010 sin reparar en las restricciones y condicionamientos internos que ofrece el presente cuadro recesivo e inflacionario.

Desde la oposición se alerta sobre el rumbo de colisión del modelo; algunos evocando similitudes con el rodrigazo de 1975, otros previendo una agonía lenta de tiempo indeterminado. ¿Le da al Gobierno para llegar con buenas chances al próximo compromiso electoral? Como las encuestas de opinión señalan que el humor colectivo se mueve al compás del ciclo económico, los oráculos de la profesión ajustan sus previsiones a las demandas políticas de corto plazo. Si la economía lo permite, habrá reforma constitucional; si la economía lo impide, no. Pero como la economía va a seguir operando, convendría profundizar el debate económico y proyectarlo más al futuro. En otras oportunidades en que el debate quedó entrampado en un relato especulativo de corto plazo y expuesto a la intolerancia del pensamiento único, la realidad nos llevó por delante.

La Argentina hoy tiene de nuevo un problema de competitividad agravado por la baja productividad sistémica. Una soja a 600/700/800 dólares la tonelada ayuda a diferir los plazos de una crisis cambiaria, pero puede complicar los síntomas de enfermedad holandesa que ya padecen muchos segmentos productivos con potencial exportador. A los problemas de competitividad se suman la dificultad de hacer correcciones cambiarias que tengan bajo impacto inflacionario (se esfumaron los superávit gemelos). Si el epicentro de una macroeconomía estable es un tipo de cambio competitivo que promueva una estrategia de valor agregado exportable, hay que recurrir a los instrumentos de política compatibles con ese objetivo, valorando el aprendizaje de prueba y error que nos brinda el pasado reciente.

¿Cómo volver a la virtud de los superávit gemelos y evitar el desborde inflacionario?

Asumiendo un ajuste cambiario y aplicando un programa de estabilización que permita recuperar el superávit fiscal y el de cuenta corriente. Luego, comprando parte de los dólares del superávit comercial con pesos del superávit fiscal para constituir un fondo contracíclico. El fondo soberano sirve para sostener políticas expansivas en épocas de vacas flacas y puede ayudar con inversiones externas a la reinserción argentina en las cadenas globales de producción. El programa debe incluir la recuperación del crédito internacional levantando los escollos que hoy hacen que nuestro riesgo país duplique al de España; y promover una nueva política energética que permita la rápida recuperación de la producción nacional de energía.

La Argentina tuvo una inserción exitosa en la estructura de poder mundial a fines del siglo XIX, y otra fallida en el nuevo orden que surgió de la segunda guerra; hoy tiene una nueva oportunidad. A partir de la región, y en acuerdo estratégico con Brasil, podemos plantear un acuerdo de largo plazo con las nuevas potencias el Este asiático que nos permita convertir una parte de nuestra proteína vegetal en proteína animal y biocombustibles. Después habrá que llegar a las góndolas de Shangai con producción alimentaria. Más que especular sobre cuánto dura este modelo, hay que generar consensos sobre la alternativa para sustituirlo.