Los datos concretos que demuestran que el Gobierno disfraza la realidad para justificar sus desastres locales. El relato oficial dice que la economía argentina resiste bien la crisis mundial y, para agregarle más dramatismo a lo que soporta el modelo, señalan que el mundo se nos cayó encima.
La realidad es que la economía mundial está en problemas y ha desacelerado su crecimiento, pero lejos está de haber caído a los niveles del 2009 y, por supuesto, mucho más lejos de una crisis como la de 1929.
Algunos datos. En 2009, el PBI mundial cayó el 0,6%, mientras que este año crecería un 2% o tal vez algo más. La Eurozona, cayó en el 2009 el 4,3% y este año su PBI bajaría el 0,5%. Estados Unidos tuvo una caída del PBI del 3,5% en el 2009 y este año crecería el 2%. China que en el 2009 tuvo un aumento del 9% de PBI, este año crecería un 7,5%. Ante de continuar quiero aclarar que tomo como referencia para este año los datos que publica The Economist sobre la evolución de las economías con números parciales de este 2012. ¿Qué sucedió con Brasil en el 2009? Su PBI disminuyó el 0,33% y este año estaría creciendo el 0,8%.
Si tomamos países como Australia, Nueva Zelanda, Colombia, Chile, Perú o México vemos que todos van a crecer a tasas razonables (más del 2% y hasta el 5%).
La soja, que durante 2009 osciló entre 300 y 400 dólares la tonelada, ahora está por arriba de los 600 dólares. Las tasas de interés en el exterior están tan bajas como en 2009, o incluso más.
Estos datos muestran que, si bien países como Grecia y España pasan por serios problemas, es un disparate decir que el mundo se nos cayó encima. No hay ningún indicador que hoy muestre un derrumbe de la actividad económica mundial al estilo depresión.
Por lo tanto, la realidad es que el mundo no se nos cayó encima como reza el relato oficial para sacarse de encima la responsabilidad de los desastres que hacen aquí en materia de política económica, sino que el modelo se cayó del mundo que es algo muy diferente. El mundo crece menos que en los años dorados del kirchnerismo, pero ni por casualidad pasa, por lo menos por ahora, por la situación del 2009. Crece menos, pero no es que está en una depresión que explica la caída en el nivel de actividad económica interno.
Lo que sí podría afirmar el relato oficial es que el viento de cola ya no es el de los años anteriores y, por lo tanto, hay menos plata para hacer populismo.
¿Y por qué cae entonces el nivel de actividad económica interno? En primer lugar porque este populismo ha llegado a niveles infinanciables. Necesitaría que el mundo crezca al 5 o 6 por ciento anual y la soja llegara a los U$S 700 la tonelada para poder seguir teniendo caja.
Las razones del menor nivel de actividad son tres. En primer lugar hay serios problemas de exportación, no tanto por el menor crecimiento del mundo, sino por la caída del tipo de cambio real, al dejar quieto el tipo de cambio y tener una creciente tasa de inflación Argentina ha vuelto a ser cara en dólares y eso complica varios sectores industriales y, sobre todo, las economías regionales. Obviamente que la solución no pasa por una devaluación del peso, sino por darle competitividad a la economía con reformas estructurales. Pero como las reformas estructurales son una mala palabra para el modelo k, dentro de la lógica del “modelo” lo único que los puede salvar por el lado de las exportaciones es una devaluación para esconder, detrás de un tipo de cambio más alto, las ineficiencias estructurales de la economía argentina. Claro que una devaluación del peso implicaría una fuerte corrección de precios relativos, con caída del salario real y eventual corrida financiera. El Gobierno está entrampado en el tema cambiario igual que en la convertibilidad.
En segundo lugar, la inversión brilla por su ausencia, dadas las arbitrariedades del Gobierno en lo que hace al respeto por los derechos de propiedad y a las ilógicas reglas de juego que impone. El Gobierno no solo prohíbe el giro de utilidades al exterior, sino que, además, ha impuesto el “EXPRÓPIESE”, sin ley ni indemnización previa, llegando al punto de intervenir empresas privadas sin orden judicial, algo que está prohibido por la Constitución y es contrario a la lógica de cualquier país que se precie de ser republicano.
En tercer lugar, el consumo baja por efecto de la inflación y la menor demanda laboral, menos horas extras y turnos. La gente, ante la incertidumbre sobre el futuro que puede tener en su trabajo, se mide más en el consumo.
El modelo siempre se basó en impulsar el consumo sin considerar la inversión como paso previo a los aumentos de salarios y el mayor consumo posterior. No siguió la secuencia lógica de cualquier manual de economía, sino que lanzó una política de consumo artificial basada en distorsión de precios relativos que ya no puede mantener (tipo de cambio y tarifas de los servicios públicos), más gasto estatal que hoy genera déficit y necesidad de financiarlo con emisión monetaria y consumo de stock de capital (ahorros en las AFJP, sistema energético, infraestructura, stock ganadero, etc.).
Hoy, el Gobierno se encuentra con que el famoso modelo ya no tiene como en el pasado flujos de ingresos para gastar y stock para dilapidar. Los stocks que quedan para confiscarse y continuar impulsando el consumo son muy pocos y los que quedan son riesgosos de meterse con ellos. Por otro lado, los flujos que generaban la santa soja, más el mundo que crecía a tasas que eran el doble de las actuales ya no están, por lo tanto se quedaron sin recursos para financiar el consumo artificial.
Por eso, insisto, el dilema del Gobierno no es que se le cayó el mundo encima, sino que el modelo se cayó del mundo como era de esperar, porque el populismo solo es financiable mientras haya recursos. Es más, el populismo que pudo aplicar el Gobierno todos estos años en buena medida se basó en las artificiales bajas de la tasa de interés en el exterior, pero esas bajas tasas ya no alcanzan para reanimar la economía mundial, por lo tanto lo que queda es el autoritarismo creciente para intimidar a la gente y no lograr el apoyo de la gente por el auge artificial del consumo, sino por el miedo.
Fuente: Economía para Todos