Con el decreto que incrementa las retenciones al biodiésel, el Gobierno pega un nuevo y brutal zarpazo sobre la cadena agroindustrial sojera. Esta vez le tocó al segmento más pujante y de mayor valor agregado del complejo soja, que exporta por US$ 25.000 millones al año. Este complejo es por lejos el rubro más importante en la canasta exportadora, quintuplicando los embarques de las automotrices. Y genera ingresos fiscales por más de US$ 8.000 millones en concepto de derechos de exportación.
Con inversiones por más de mil millones de dólares en los últimos cinco años, se construyeron más de veinte plantas de biodiésel que toman como materia prima el aceite de soja. El aceite, junto con la harina de alto contenido proteico, son los dos productos principales que arroja la molienda (“crushing”) de soja.
Hasta el jueves, el poroto de soja pagaba un 35% de derechos de exportación. Es decir, el productor tenía que entregar al fisco uno de cada tres camiones que despachaba a los puertos. El aceite y la harina tenían una retención un poco menor (32%), mientras el biodiésel pagaba un 20%. Por la metodología de cálculo de la gabela, finalmente el impuesto quedaba en un 14,2% , lo que hacía atractivo tomar el aceite y convertirlo en biodiésel, producto que además recibía un reintegro del 2,5%.
Pero ayer desaparecieron las ventajas de convertir el aceite en biodiésel: además de la suba de las retenciones, se eliminó el reintegro. En síntesis, el biodiésel pasa de un 11,5% de retenciones, a pagar un 24%. Considerado una manufactura de origen industrial, encuentra ahora el raro privilegio de ser castigado por un impuesto impensado para cualquier otro rubro de la misma categoría. Las MOI pagan no más de un 5% y reciben reembolsos.
Más de la mitad del biodiésel que se produce se export a. La otra mitad va al mercado interno, para cumplir con la ley de biocombustibles, que establece la mezcla obligatoria de biodiesel con gasoil . Pero ayer mismo se conoció que el precio oficial para el biodiésel local se reducía en un 15% . Así, las empresas del sector se encontraron con una doble pinza : la pérdida de competitividad exportadora, y la imposibilidad de producir a estos precios para el mercado interno. Es que los precios del aceite se han disparado , como consecuencia de la caída de la producción en los Estados Unidos, el principal productor mundial de soja.
La primera consecuencia de la medida es que la mayor parte de las plantas quedarán fuera de competencia . Quizá algunas de gran porte, alto grado de integración y fortaleza financiera, puedan aguantar el chubasco. Pero hay muchas empresas medianas y pequeñas , sobre todo las que compran aceite por carecer de plantas de crushing, que deberán parar.
Los biocombustibles se están expandiendo en todo el mundo como una forma de dar batalla al calentamiento global. La Argentina, por su favorable dotación de recursos, estaba liderando la producción y uso de biodiésel, y tiene en marcha fuertes inversiones para la producción de etanol, que se mezclará con las naftas. La medida conocida ayer le da la razón a quienes tildaban de excesivamente audaces a quienes apostaron al futuro.