El primero: la medida llega justo en el epílogo de un ciclo de inversión en el sector absolutamente sin precedente. Es por eso que fue vista por los empresarios casi como una desconsideración a los últimos años de trabajo.
La industria era prácticamente inexistente en 2005. Siete años después, en cambio, había logrado atraer inversiones por encima de los US$ 1000 millones con la mira puesta en los mercados externos.
De acuerdo con números sectoriales, la producción de biodiésel a escala industrial comenzó en 2006 y registró hasta el año pasado una tasa promedio anual de crecimiento en torno del 158%. El etanol, un derivado de la caña de azúcar que se mezcla con las naftas, empezó en 2009 y tuvo una tasa de crecimiento que arañó, también hasta 2011, el 165%.
En ese sentido, la decisión del Gobierno tiene un timing casi perfecto: las empresas no podrán levantar los dólares hundidos en sus complejos industriales y retirarse, sino que tendrán que vender más barato al mercado interno. De paso, por las mayores retenciones, dejarán divisas a las arcas públicas en un marco de dificultades para conseguir moneda extranjera.
La atención oficial sobre los precios locales es otro punto importante. Al igual que el resto de las petroleras, la nacionalizada YPF mezcla su gasoil con un 5% de biodiésel. El viceministro de Economía y director en la empresa, Axel Kicillof, tiene la expectativa de que esa baja en el precio interno mejore, al menos un poco, la ecuación de costos de YPF, que abastece a más de un 60% del mercado.
La norma es una pieza más del entreverado ajedrez petrolero en materia de costos, precios e inversiones que emergió del decreto 1277, que ayer cumplió 15 días y modificó cada rincón legal de la actividad de los hidrocarburos.
El telón de fondo de los efectos económicos es la política y el poder sobre las decisiones en el Estado.
El ministro de Planificación, Julio De Vido, fue el principal impulsor oficial de los biocombustibles. Poco después de abandonar la Secretaría de Agricultura, se hizo de Javier de Urquiza para que lo acompañe en esa tarea. Y envió señales inequívocas hacia el sector: favoreció la mayor mezcla de los productos derivados de cultivos con los combustibles fósiles, asistió a congresos, reuniones, conferencias e inauguraciones relacionadas con el sector y medió entre la presidenta Cristina Kirchner, otras carteras y los empresarios cuando el precio de la soja comenzó a dispararse.
Ambos vieron pulverizados en un solo anuncio los años de cuidado que le brindaron al sector. Una vez más, Kicillof emergió desde el centro de la escena.