En 2003 teníamos una ocupación de algo más de 12 millones de personas y ahora casi llegamos a los 15 millones de ocupados, es decir que aumentó en 2.830.000 de personas. Sin embargo, ni siquiera la gran recuperación del PIB y su efecto sobre la ocupación formal pudieron evitar que el mercado de trabajo que podríamos llamar irregular o gris sólo disminuyera en 360.000 personas, de 7.583. 000 en 2003, a 7.224.000 a fines del 2011.
El empleo que en este artículo llamamos irregular (sumando contratados y similares del sector público, cuentapropistas o grises del sector privado e informales privados) es casi el 50% del empleo total de la Argentina. Muchos cuentapropistas (albañiles, electricistas, gasistas y muchas otras profesiones) a los efectos de este artículo los hemos clasificado como trabajo gris ya que esto ocurre con una alta frecuencia en este rubro.
Un tema importante es el gran incremento de empleados en el sector público, cuya productividad es muy baja
Un tema importante es el gran incremento de empleados en el sector público que fue de 1.000.000 de personas entre 2003 y 2011. La productividad en este sector es muy baja lo que dificulta mucho el aumento general de la eficiencia del sistema económico y la competitividad del país. Se hace necesario recargar con más y más impuestos a los que trabajan eficientemente para dar recursos a los que tienen un puesto en el sector público. Esto va agobiando al sector productivo dinámico y cuando no alcanza con los impuestos para el pago de todos los gastos públicos se lo financia con recursos monetarios, lo que genera inflación. De este modo, se atrasa el tipo de cambio y así se ve claramente como la economía se vuelve menos competitiva, aunque la cadena causal quede bastante oculta para el público.
Es necesario erradicar el empleo irregular o gris para poder ir, lo más que se pueda, al empleo formal. Ahora bien, son muy altas las cargas sociales y las rigideces que recaen sobre el empleo formal, lo que significa una protección alta para dicho empleo. Esta protección es buena, pero al mismo tiempo dificulta la necesaria movilidad del trabajo en la época de la economía del conocimiento del siglo XXI o para épocas de crisis como son las actuales en el mundo y de las que no estamos exentos. Esta barrera de salida alta del mercado laboral, que es mayor protección para el trabajador, tiene sus costos.
Si realmente queremos un mercado laboral más formalizado, tenemos que cambiar los conceptos pues estamos aplicando lo opuesto
Costos muy grandes para transformar la empresa o el organismo acorde con los tiempos hacen que esta protección o barrera de salida se constituya al mismo tiempo como una barrera de entrada, es decir, todos los empleadores tratan de evitar el incremento de empleo formal, incluso el gobierno. El hecho de haber aumentado estas barreras ha precarizado aún más el mercado laboral.
Si realmente queremos un mercado laboral más formalizado, con aportes jubilatorios y obra social para todos, tenemos que cambiar los conceptos pues estamos aplicando lo opuesto. Cuantas más barreras de salida ponemos al mercado de trabajo más gente dejamos precarizada, pues el mercado formal se achica o aumenta menos de lo que podría aumentar. Con prohibiciones de todo tipo y con la industria del juicio en su mejor momento no estamos logrando muchos resultados. Esto es lo que surge de los datos y más aún computando que el PIB tuvo un aumento muy fuerte desde 2003. El aumento de 3.000.000 en la ocupación es un logro muy bueno que debe ser resaltado, pero pedimos más, que se pueda salir mas rápido del sector irregular o gris de la economía. Los que están allí sin esperanza, quizá dependiendo de un permanente subsidio o plan social de los que hay muchos, quieren tener un futuro y no vivir al día. Quieren ser también participes de un proyecto común de país.