En los 80 se desinvirtió en energía e infraestructura, en los 90 se realizó un gran esfuerzo para recuperar la oferta energética e infraestructura como base para el desarrollo posterior del país. En los 2000 se volvió a desinvertir en energía e infraestructura y se pensó sólo en el consumo y el apoyo popular, por lo tanto hay que volver a importar energía. Además, no se sabe cómo es que los trenes andan aún. Las principales rutas, como la que une las dos principales ciudades del país, Rosario-Buenos Aires, están en estado lamentable.

Los de los 90 hablaban mal de los de los 80, los del 2000 hablan mal de los del 90. En el futuro vendrán los que hablen mal de los 2000. ¿Nadie hizo nada bien?

No veo este problema en algunos países vecinos donde quizá no haya tanta gente preparada, pero, sin embargo, avanzan mucho más que nosotros

Quiero encontrar una respuesta y la busco en el libro de Jonathan Haidt (2012) "Why Good People are Divided by Politics and Religion" ("Por qué la gente buena está dividida por la política y la religión"), donde dice que los seres humanos somos muy intuitivos para formar nuestras creencias y nuestra moral, sin embargo nos falta escuchar la posición del otro, que también es buena gente. Preferimos buscar argumentos para nuestra posición antes que entender al otro. Es interesante, pero no encontré la solución a nuestro problema, que es esta permanente división nacional.

No veo este problema en algunos países vecinos donde quizá no haya tanta gente preparada, con un alto nivel intelectual como aquí, pero, sin embargo, avanzan mucho más que nosotros. Me pregunto ¿por qué? Tomo como caso a Brasil, país que siempre ha querido ser "el más grande del mundo", en diferentes aspectos. Todos están contentos con este objetivo, ya sea para las empresas, para el fútbol, para el producto bruto del país y para diversas actividades. Todos allí "patean" para el mismo lado, no hay resentimiento por el triunfo o las ganancias del otro. Todos se sienten identificados si algún empresario figura entre los más ricos. Cada mes hay 20 nuevos millonarios en Brasil. La actual presidenta Dilma Rousseff habla bien de su mentor, Luiz Inacio Lula da Silva, pero también habló muy bien de Fernando Enrique Cardozo, un predecesor de distinto signo ideológico. No se creen muy inteligentes, pero logran resultados muy grandes, por lo tanto "son" más inteligentes.

Nosotros tenemos que agrandar el país, no consumirlo. Tenemos que pensar en el futuro, no sólo en lo que da resultado para el primer período, o sea, a la actual generación, los adultos, o gran cantidad de votantes de la próxima elección. Pensar en el largo plazo es pensar en los jóvenes, es pensar en la futura generación. ¿Qué les dejamos a los jóvenes? Nada o casi nada, e incluso lo que ahorran los jóvenes para su futuro, como es el caso de sus aportes jubilatorios, se tiene que repartir ahora para pagar a gente de la anterior generación a la que se le licuó el ahorro o pagar a la que no aportó nada, pero igual se jubiló.

Estamos divididos en forma tajante. No encontramos cosas bien hechas o no las queremos ver en el otro

Esto es solo un ejemplo, pero aun cuando consideremos muchos otros temas, también estamos divididos en forma tajante. No encontramos cosas bien hechas o no las queremos ver en el otro. Todo lo que hace el otro está mal o bastante mal, y lo que hacen los que piensan como yo está bien o muy bien. Hay que dejar que el otro piense distinto y en todo caso tratar de convencerlo. El Gobierno no ve más que enemigos, los del campo, los de la industria, los de la CGT, los que informan la inflación correcta, los medios, la Iglesia, los militares, los ingleses, los uruguayos, últimamente los españoles, los de derecha, los de izquierda que no me son fieles y así queda poco para coincidir. Lo mismo desde la oposición no ven nada bueno en lo que hace el Gobierno, ni siquiera en el sistema de DNI y pasaporte que se ha agilizado mucho en los últimos tiempos ("Sí, está bien, pero es para ganar votos", dicen).

Divididos no vamos ni a la esquina, y en un mundo que se está cayendo a pedazos, mucho menos. Tenemos que volver a pensar en un país con un proyecto común, no sólo en el proyecto de unos pocos que además intentan forzar al resto de la población a aceptarlo, por las buenas o por las malas. No es así como funcionan las cosas. Hay que explicar con claridad a dónde vamos a llegar con las medidas que estamos tomando y a quién nos vamos a parecer, como país, cuando hayamos terminado de ejecutar las medidas pensadas.

De acuerdo a lo que va resultando con las medidas adoptadas y de las declaraciones efectuadas parece que el gobierno actual quiere que nos parezcamos cada vez más a Cuba, a Venezuela, a Ecuador y a Bolivia. Pero una buena parte de la población no le gusta esto y prefiere, por ejemplo, parecerse mucho más a Brasil, Chile, Perú y Colombia. El Gobierno no consulta. Pero este posicionamiento debe ser discutido, no se puede imponer sin consultar, y mucho menos, que sólo esté basado en la ideología de unos pocos "iluminados".

No es con conversaciones diarias, casi de entrecasa, trasmitidas por medios de comunicación oficiales, que vamos a llegar a organizar un país

No es con conversaciones diarias, casi de entrecasa, trasmitidas por medios de comunicación oficiales, que vamos a llegar a organizar un país. Es necesario corregirnos mutuamente y que salga de esa corrección mutua un nuevo proyecto en común, "una flecha recta, más pura y mas libre" como dice Albert Camus al final de "El Hombre Rebelde". Necesitamos todos sentirnos nuevamente orgullosos de ser argentinos, con un porvenir más claro, más libre, más de todos. Y con esa confianza y con esa perspectiva, el país va a crecer y vamos a poder terminar con la vergüenza de la pobreza, coagulada en las villas miseria, cada vez más grandes, más irregulares, insertadas en medio de nuestras ciudades como testigos silenciosos de nuestras divisiones, de nuestros errores, de nuestra falta de pensar en el futuro.