Una teoría que muchos economistas avalan es que cada 10 años la Argentina sufre una especie de terremoto que marca fuertemente el destino de quienes vivimos en el país. Y en este inicio de 2012 resulta evidente que están aflorando las consecuencias del sismo que comenzó el año pasado.
Un repaso por la historia reciente de nuestro país alcanza para comprender la teoría del terremoto del décimo año. Cabe destacar que este terremoto no ocurre solamente por factores externos, algo así como una maldición que nos llega de algún lugar lejano, sino que es evidente la responsabilidad de los gobernantes locales en estas catástrofes económicas, políticas y sociales (mucho daño podría haberse evitado, si se tomaban las decisiones correctas).
Los hechos económicos más importantes, del 51 a la actualidad.
1951: A fines del 49 la marcha de la economía se estanca. Disminuyeron las exportaciones, bajaron las reservas, hubo malas cosechas debido a una severa sequía, el mercado de trabajo se sobresaturó y disminuyó la demanda de mano de obra. En el 50, crisis de la balanza comercial. La actividad industrial, que dependía de las exportaciones agrarias, se paraliza. El gobierno de Juan D. Perón decide cambiar el rumbo de la economía y formula un plan económico de emergencia (1952), mediante el cual destina más importancia al sector agrícola, promueve el desarrollo de la industria pesada, y establece controles de precios y salarios. También se apuntó al ingreso de capitales extranjeros, medida contraria a los principios de la soberanía política establecidos en la primera presidencia. Este cambio provocó numerosos conflictos, sobre todo las protestas del sector obrero por la fuerte reducción de los salarios y el nivel de vida. Aumentaron las huelgas y las situaciones de conflictividad.
1961: A fines de la década del 50, la gran inversión de las empresas extranjeras provocó el estancamiento del empleo industrial tradicional, con graves consecuencias para los trabajadores. Se deterioraron los ingresos de los asalariados.A lo largo de 1961 tres paros generales consiguieron quebrar la rígida política de salarios; llevaron a la renuncia a tres ministros de Economía y devolvieron al sindicalismo una fortaleza que parecía haber perdido. El costo de vida y la inflación aumentaron. Se adoptaron medidas tendientes a restringir los gastos de Administración del Estado y se trató de poner freno al incremento salarial. El 62 fue un año de aguda recesión económica, resultado de las caídas de las exportaciones y el aumento de las importaciones industriales, estimulado por el programa desarrollista. Las medidas para frenarla fueron la devaluación del peso y el alza
de los precios agropecuarios.
1971: A finales de la presidencia de Roberto M. Levingston, el proceso inflacionario continuó, el aumento del costo de vida había alcanzado el 19% y los reclamos salariales crecían. Luego, el período económico en tiempos de Alejandro A. Lanusse (71 - 73) se caracterizó por una escalada inflacionaria y la aplicación de complicados mecanismos de ajuste monetario. El índice de precios mayoristas durante 1971 se elevó al 39,5% contra el 14, 1% registrado el año anterior. De la misma manera el índice de productos al consumidor subió al 34,7%, cuando un año antes había sido del 13,6%. Se extendió la veda del consumo de carne vacuna, que hasta el momento se aplicaba en hoteles y restaurantes dos días a la semana. La restricción incluyó la venta al público en las carnicerías, semana por medio. Perdieron los productores en el mercado interno y, encima, disminuyeron las exportaciones a la mitad. La economía continuó su rumbo errático en el segundo año de gestión de Lanusse. Siguieron en aumento la inflación, la caída del salario real, la fuga de divisas y el desempleo. El índice de precios mayoristas llegó al 77% y el índice de precios al consumidor al 58,5%.
1981: Durante el gobierno de facto de Roberto Viola se produjo otra vez una fuerte devaluación del peso, la situación económica se agravó y la especulación resultaba más rentable que las inversiones productivas. Su ministro Lorenzo Sigaud eternizó la frase: “El que apuesta al dólar, pierde” (y al otro día hubo una fuerte devaluación). A fines del 80, y a pesar de la prohibición legal, la CGT se organizó bajo la dirección de Saúl Ubaldini, y en julio del año siguiente declaró una movilización. Luego vino Leopoldo F. Galtieri, y la crítica situación económica y el descontento social parecían incontrolables. Sus medidas: restricción del gasto público, privatización de bienes estatales, congelamiento de salarios... y la Guerra de Malvinas, con el resultado ya conocido por todos.
1991: Después de dos hiperinflaciones (una de Raúl Alfonsín y otra de Carlos Menem), el plan Bonex de Erman González (enero del 90) convirtió en papeles los depósitos de los argentinos y redujo notablemente sus valores para quienes quisieran hacerse de su dinero en el momento que les correspondía. Luego llegó el Plan de Convertibilidad de Domingo Cavallo, que redujo la inflación, pero se levantaron las restricciones a las importaciones obligando a empresas argentinas a competir en precio y calidad con los productos extranjeros. Esto derivó en cierre de industrias y comercios, y elevó el índice de desocupación. El modelo produjo una concentración económica en los sectores financiero, de servicios y agroexportador, al mismo tiempo que una desocupación estructural cercana al 20% en sus peores momentos.
2001: Lamentablemente, todos lo recordamos. Corralito, cacerolazo, represión, muertes, pobreza. Recopilemos: los recurrentes problemas del modelo noventista determinaron una recesión desde 1998 que estalló a finales de 2001, y terminaron por provocar el fin de la Ley de Convertibilidad monetaria con importantes secuelas de crisis económica, política y social. Una de las más notables, luego de una corrida bancaria que desestabilizó al sistema financiero, fue el Corralito (restricción a la extracción de dinero en efectivo de fuentes bancarias). En 2002, en parte por la devaluación que adoptó el país luego del default de la Deuda Externa (pública y privada) casi el 60% de la población pasó a ser pobre en términos de sus ingresos económicos y el producto bruto interno a precios corrientes de 268.697 millones de dólares en 2001 se redujo casi un 64% a fines de 2002. En el período recesivo y posterior crisis (junio de 1998 a 2002 inclusive), éste sufrió una perdida del 19,5% acumulada, registrándose el mayor descenso en el último año de la crisis con un decrecimiento del 10,9%. Una de las principales secuelas que dejó la crisis de 2001 fue el aumento de la inequidad en la distribución de la riqueza en comparación con los demás países de América Latina.
2011: Los efectos del sismo se están sientiendo con fuerza en este nuevo año: inflación incontrolable, fin a los subsidios (con el consiguiente aumento de tarifas), reclamos sindicales cada vez más resonantes, desinversiones en sectores clave como energía (y la consecuencia, crisis energética), trabas a las importaciones -que generan cada vez más roces con Brasil, Uruguay y Paraguay-, fuga de divisas ... la lista podría continuar (ojalá que no...)