Se trata de un camino sin retorno. El suelo que se pierde es muy difícil o imposible de recuperar. Por eso, su cuidado debe ser el máximo, más en un país como la Argentina, cuya actividad agropecuaria, una de sus principales fuentes de ingreso, tanto depende de ese recurso. Ya se perdió mucho por usos y manejos inadecuados (monocultivo, sobrepastoreo, falta de reposición de nutrientes), sumados a un clima que suele mostrarse adverso con prolongadas y devastadoras sequías e inundaciones que luego dan lugar a la erosión eólica y a la voladura de suelos. Resultado: la tierra se vuelve arenosa y pierde fertilidad y capacidad de producción. Tanto es así que el llamado de los especialistas es cuidar el recurso: cultivar donde se puede y lo que se puede, como enseña el manual de la agricultura por ambientes y realizar buenas prácticas agrícolas con rotaciones y una mayor cobertura de rastrojos en el suelo.

En la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) explican que la erosión eólica ocurre principalmente en suelos arenosos y sueltos de las regiones subhúmeda y semiárida pampeanas, que comprenden las provincias de Córdoba, La Pampa y San Luis, y el oeste de Buenos Aires.

En esos suelos frágiles sin estructura, es muy fácil el arrastre de las partículas minerales del suelo por el viento.

La franja semiárida

"La franja semiárida argentina, que va de Bahía Blanca, pasa por el oeste de Buenos Aires, La Pampa, parte de Córdoba, San Luis y Chaco es muy susceptible a sufrir erosión por las condiciones del suelo y del clima", dijo Daniel Buschiazzo, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Anguil y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y docente de Edafología de la Universidad Nacional de La Pampa.

Si bien Buschiazzo reconoce que hay otras regiones como la Patagonia, todo Mendoza y la franja contra la cordillera de los Andes que son mucho más secas, "donde hay que poner más énfasis es en la franja semiárida porque es donde está avanzando la agricultura, ya que esta actividad implica remoción de suelos y la superficie queda más expuesta a la erosión", explicó a La Nacion.

Consultado acerca de las recomendaciones en estos casos, Buschiazzo señaló que el cultivo de cobertura es una muy buena práctica para evitar este proceso. "Nosotros proponemos para producir maní en el centro de San Luis, norte de La Pampa y sur de Córdoba hacer cultivos en franjas buffer . Esto es, intercalar maní con granos de la misma época (sorgo y maíz) que tienen mayor altura y actúan como cortina protectora. También aconsejamos la siembra directa." El investigador consideró la clasificación de suelos y un ordenamiento territorial, como hacen en otros países. "Esto implica definir dónde se puede producir agricultura o forestación o pasturas. En otros países eso está definido, como en los Estados Unidos, en donde hay regiones en las que no se puede hacer agricultura y el productor recibe dinero para producir pasto y no tocarlo y mantenerlo con cobertura y hacer un pastoreo muy extensivo", explicó.

Buschiazzo concluyó que "el deterioro de las propiedades edáficas provoca un elevado daño económico por pérdida de nutrientes" (ver aparte).

En todo esto, la siembra directa, como parte de un conjunto de buenas prácticas agrícolas, es considerada fundamental para mantener cobertura en el suelo. "En este esquema la rotación de cultivos es básica, ya que hay algunos cultivos que dejan más residuos que otros en la superficie. Por eso tenemos que manejarnos con la modalidad de agricultura por ambientes", dijo Gastón Fernández Palma, presidente de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).

"Hay que tratar de agregar cultivos intercosecha, como, por ejemplo, de la cosecha de trigo a la siembra de girasol debemos generar alguna cobertura verde con una gramínea como la avena, con lo cual mantenemos en superficie no sólo los residuos de la cosecha anterior, sino que también creamos una verdadera muralla para los vientos y para amortiguar el efecto de las lluvias", dijo Fernández Palma.

En tanto, para Nicolás Marín Moreno, asesor del CREA Río Quinto, en la zona de Laboulaye, Córdoba, el tema más grave es cuando se impulsa el cultivo del maní. "Cuando manejamos la rotación normal trigo-soja y trigo-maíz, la erosión eólica la controlamos bastante, pero con el maní se complica porque para cosechar, en abril, hay que mover la tierra para extraer la vaina, con lo cual entramos en el invierno con toda la tierra suelta, con los primeros 15 centímetros en el aire; ante esa situación lo que hacemos es fijar con un cultivo de cobertura como cebada, trigo, centeno o vicia", dijo el asesor.