Matilde Fierro

La soja avanzó sobre el territorio cultivable argentino y ya ocupa casi el 50 % de la superficie cultivable a pesar de que los rindes de la actual cosecha son muy bajos, y lo cierto es que luego de un año de conflicto agropecuario y de las advertencias oficiales, la “sojización” es un hecho.

En la práctica, la soja es lo único que vale: se toma el precio internacional (unos 360 dólares la tonelada), se descuenta un poco más del 35 % de las retenciones, y se tiene el precio que el productor recibirá.

En el acta acuerdo que el agro firmó con el Gobierno, iba a lograrse lo mismo para el trigo, pero sólo cotizó tres días a 500 pesos, con un valor más acorde a la tendencia internacional, después cayó.

Así explicó la situación a Noticias Argentinas el primer candidato del campo en la nueva contienda electoral, Jorge Srodek, vicepresidente de Carbap, cuando recién tomaba la licencia gremial para dedicarse a recorrer pueblos del interior junto a Francisco De Narváez.

“Hay que tener ojo con el avance de la soja en el país”, recomendó antes de lanzarse por los vericuetos comiciales.
Srodek y otros encontrarán en la campaña política a un productor dañado por las promesas incumplidas, los efectos de sequías y heladas y muy afectado por los mercados intervenidos, entre ellos, el precio del trigo.

La soja se extendió en los surcos nacionales hasta ocupar unas 17,5 millones de hectáreas, según mediciones ratificadas entre oficiales y privadas porque la Secretaría de Agricultura de la Nación se retiró de la cancha.

Las estimaciones agrícolas de la Secretaría de Agricultura eran todo un clásico y servían para contrastar la visión privada de siembras y cosechas con la oficial, y además se ocupaban de los cultivos regionales. En marzo ya no se produjeron.

BAJOS RINDES. La única diferencia con esta nueva sojización, implantada entre octubre y diciembre de 2008, es que bastante terreno sembrado no prosperó por el sol demoledor y las plantas terminaron como alimento para animales, o fueron abandonadas. Otra divergencia con los resultados de aquel furor por el cultivo que en el ciclo 2006-2007 arrojó un total 47.482.786 toneladas de granos de soja provenientes de casi 16 millones de hectáreas y un rinde promedio que arañó los 3.000 kilos por hectárea, es el escaso volumen de producción por hectárea.

Adolfo Guerrico, analista y productor de la zona núcleo analizó que la soja aguanta pero necesita agua y nutrientes (vía fertilizantes) y por eso no le extraña que el peso de los mil granos sea entre un 20 y 22 % más bajo que el promedio.
El sentido común le indicó al investigador que este año con mucha menos tecnología, falta de precipitaciones, perfiles secos del suelo, alta incidencia de plagas y siembras tardías en muchas regiones, el índice de rendimiento debe estar bastante abajo de los 2.800 kilogramos por hectárea del ciclo anterior.

Por lo tanto, “la producción de soja de la presente campaña podría andar en los 33 ó 34 millones de toneladas y no en los optimistas 41 millones que se manejan”, opinó.

A pesar de que serán pocos los elegidos que tendrán rindes de 3.000 kilos o más, la sojización es una realidad incontrastable porque las alternativas agropecuarias se han reducido y además el productor que realizaba dos siembras (trigo y soja) al año ya camina a ser una especie en extinción.

Por lo tanto, la otra gran cuestión a dirimir es cómo van a votar estos ruralistas el próximo 28 de junio, cuando se enfrenten con sus propios problemas en el cuarto oscuro.