Además de los problemas de sobre oferta, de los que venimos comentando en anteriores notas, sigue en aumento el de la demanda china.
La demanda del gigante asiático de poroto de soja viene, en los últimos años, revelando una suerte de “amesetamiento”.
El tema no es despreciable. Para nada, dado el fenomenal rol de comprador de soja. Este país representa cerca del 60% del total de las importaciones de soja en el mundo.
Sustitución de importaciones
Es patente, la intención oficial de diversificar –tanto por razones comerciales como geopolíticas– las fuentes de originamiento de recursos proteicos de origen vegetal.
China quiere independizarse de las importaciones.
Las autoridades chinas avanzan en un plan de sustitución de importaciones, donde las harinas y los aceites provenientes del exterior tienden a ser castigados.
China no solo es una potencia exportadora. También apunta a lograr la mayor autonomía de los productos del exterior.
La historia china y el sistema político de base socialista altamente centralizada induce la búsqueda de autosuficiencia. En definitiva, es un gigante.
El origen de la soja importada a China se concentra en Brasil, y ello supone, para el gobierno, un riesgo para la seguridad alimentaria.
El país depende de la importación de habas de soja para alimentar la hacienda vacuna, porcina y para la producción aviar y de aceite para cocina.
Esta política de maximización de la autonomía es un lujo que solo pueden darse los países que contienen un mercado interno gigante.
Plan de autosuficiencia
Con tal propósito, ha tomado medidas como la "adopción de nuevas tecnologías y aplicaciones", así como el "ajuste de la estructura de la cadena de suministro en el uso de recursos de alimentación proteica como plantas y microorganismos".
Además, tiene un plan de aumento, este año, de las tierras de cultivo de soja y demás oleaginosas por cerca 660.000 hectáreas.
La forma de salir de este cuello de botella está en el aumento drástico de la competitividad por parte de la Argentina, a fin de neutralizar la estrategia de autosuficiencia.
Acá está la esperanza para la producción argentina. Este camino no solo se debe centrar en la oleaginosa sino también en los restantes productos del campo.