La falta de una propuesta para estabilizar los precios por el oficialismo debilita sus chances electorales. El presente documento intenta comenzar a llenar dicho espacio, buscando abrir el debate tanto a nivel técnico, como a nivel dirigencial.
Un programa de estabilización para enfrentar inflaciones de tres dígitos tiene que resolver tres cuestiones centrales. La primera son desequilibrios macroeconómicos estructurales del sector externo y las cuentas públicas, de los que brotan shocks de precios que derrumbarían rápidamente cualquier estabilidad lograda. El segundo tema a resolver por un programa de estabilidad de precios es como lograr encauzar las pujas distributivas de manera tal que se logre una estela de precios relativos estables. El tercer punto a atender es la indexación de los contratos y la ruptura de la inercia.
En un contexto de bajas reservas y elevado endeudamiento externo, el año 2024 donde se proyecta un superávit comercial de USD20.000 M y hay bajos vencimientos de deuda, se presenta como una ventana de oportunidad para el lanzamiento de un programa de estabilidad con condiciones mínimas de estabilidad cambiaria. Para ello se precisa una política cambiaria y financiera desdoblada con una devaluación en línea con la inflación en el dólar comercial, junto a una política de tasas que no estimule el stockeo de exportaciones. Un sobresalto cambiario inicial seguido por una fuerte intervención que oriente la evolución posterior del dólar financiero, de acuerdo a una franja de valores preanunciados que estimule la pesificación de los portafolios.
La política fiscal y monetaria sugerida se basa en una mejora de las cuentas públicas sin contracción de los gastos. Para ello, la clave es el fondeo de fideicomisos a partir de dos grandes fuentes de liquidez. Por un lado, los pasivos del central en manos de los bancos. Por el otro, los activos del FGS-ANSES. Con sólo el 10% de ambas fuentes de financiamiento se podría reducir en 2 puntos del producto el déficit primario que, junto a una recuperación de los derechos de exportación tras la sequía, dejarían un déficit fiscal casi equilibrado (-0,6% del PBI aprox.), sin necesidad de ajustar aún más los gastos. Por otro lado, la estabilidad de los precios recompondría la demanda de liquidez en unos 3 puntos del producto, dando margen para absorber la inyección de liquidez generada por el déficit financiero
Uno de los mayores desafíos de un plan de estabilidad de precios exitoso es lograr cierta estela de precios relativos estable que evite incentivos sectoriales a incrementar precios e ingresos, desatando pujas distributivas que terminen por romper la estabilidad lograda. La política sugerida utiliza una moneda indexada como una referencia estable para la fijación de precios e ingresos. Tomando la experiencia del Plan Real de Brasil en los noventa y buscando evitar la aceleración inflacionaria durante la transición, sugerimos tomar un doble ancla inicial durante el proceso de fijación de precios relativos en moneda indexada. Un ancla salarial, al igual que la experiencia de Brasil, tomando los salarios reales promedio de los meses que hayan transcurrido desde la última actualización paritaria firmada por cada sector como referencia inicial de salarios en moneda indexada. Pero, adicionalmente, se sugiere un congelamiento inicial de precios convirtiendo los mismos a valores indexados.
El congelamiento se extiende por tres meses (o seis, de ser necesario), período de renegociación de precios, salarios y otros contratos a valores indexados por los propios actores económicos acompañados por el Estado. En el momento del congelamiento, el Estado se encarga de fijar en moneda indexada sus precios claves, como las tarifas de servicios públicos, el dólar, la tasa de interés, los impuestos y subsidios. Al respecto, sugerimos congelar los valores corrientes al momento del lanzamiento del congelamiento o los promedio desde la última actualización para evitar que movimientos bruscos de ellos generen rupturas del congelamiento.
Por su parte, el gobierno sugiere una tabla de desagio para salarios, alquileres, créditos y otros contratos con cláusulas de actualización temporales, tomando como referencia el valor promedio de la moneda indexada desde la última actualización. Para los contratos temporales sin actualizaciones, se sugiere su conversión a los valores del peso fuerte en el inicio del congelamiento.
Una vez finalizadas las negociaciones, se levanta el congelamiento por un período de transición hasta la sustitución de monedas que puede durar entre tres y nueve meses. Cuanto más prolongado sea el período, mayor es la posibilidad de hacer reajustes que conduzcan a una estela de precios e ingresos relativos estables al momento de la sustitución de monedas. Sin embargo, dado que la indexación es ya total, cualquier shock puede generar una aceleración inflacionaria. En ese sentido, se sugiere establecer un plazo reducido inicial (3 meses) que, de ser necesario, pueda extenderse.
Una vez lograda una estela de precios relativos estable nominados en moneda indexada, se sustituye la moneda corriente por la indexada que pasa a ser la moneda única de circulación legal. Dado que la moneda estaba indexada a un índice de precios en una moneda que ya no existe, la sustitución de monedas termina en los hechos con la indexación. Es recomendable acompañar el proceso de sustitución de monedas por una prohibición legal explícita de indexación de contratos fijados en la nueva moneda.
Finalizado el programa se logra estabilizar los precios e ingresos tanto en forma relativa como absoluta, resolviendo el problema de la inflación por puja distributiva e inercial. Si además se logra resolver los desequilibrios estructurales, están dadas las condiciones para que la estabilidad sea duradera.
Fuente: CESO